La relación entre Graeme Le Saux y Mallorca empezó con una de las derrotas más dolorosas de la carrera del futbolista inglés. En 1999, el equipo de la ciudad balear entrenado por Héctor Cúper le arrebató la posibilidad de jugar la final de la Recopa con el Chelsea. Poco ayudó a curar esa herida tener que regresar cada año a una isla donde su esposa era veraneante fija y donde, después de casi tres décadas, aún encontraba algo o alguien que le recordaba aquella fatídica eliminatoria. Hace cinco años, sin embargo, se le presentó una oportunidad totalmente imprevista de reconciliarse con esa tierra y con su propio pasado. El RCD Mallorca, el club que le privó de una gran final europea que se llevaría la Lazio, buscó su ayuda para salir de uno de los momentos más difíciles de su historia reciente.
Entonces, en 2017, los bermellones habían impulsado una fórmula inédita hasta hoy en el fútbol de élite en España: entregar casi al completo el consejo de administración de la entidad a exdeportistas. Pese al descenso a Segunda B ese verano, el grupo liderado por el empresario estadounidense Robert Sarver, que se había hecho con la mayoría de acciones pocos meses antes, siguió confiando en la estrella del baloncesto Steve Nash; el tenista Andy Kohlberg, conocido por su carrera en la modalidad de dobles, y los futbolistas internacionales con EE UU Stuart Holden y Kyle Martino. Un grupo al que se sumó Le Saux, retirado desde 2005, primero en calidad de asesor y luego como un miembro más de la directiva. En dos años obraron una especie de milagro con dos ascensos consecutivos.
Cuando le llegó la oferta, el defensa que ganó la Premier League con el Blackburn Rovers en 1995 y disputó la Copa del Mundo de 1998 apenas tenía experiencia como dirigente. En su currículum solo figuraba una antigua colaboración con la federación inglesa y el cargo como comentarista en la cadena NBC. Algo que no le impidió, cree, contribuir a un cambio de dinámica, un renacer. “Los que hemos estado en la élite sabemos que todo se define por detalles y entendemos la presión que hay. Por eso, especialmente cuando se pierde, no actuamos con urgencia ni tomamos decisiones precipitadas. Construir un proyecto sólido siempre lleva tiempo”, explica el exjugador.
Le Saux ha vivido en las últimas cuatro temporadas un “tiovivo emocional”. De Segunda B a LaLiga Santander, de LaLiga Santander a LaLiga SmartBank y otra vez de vuelta a la máxima división este pasado mayo. Tres ascensos y cada año en una categoría diferente. Una montaña rusa que él y sus compañeros afrontaron limitando los exabruptos al grupo de WhatsApp conjunto donde comentan los partidos y con una “obsesión por la estabilidad”: desde su llegada solo ha habido un cambio de técnico, se incentivó con Luka Romero el debut más precoz de la historia del fútbol español, todo un estímulo para una cantera que quieren potenciar, y siete de los integrantes del equipo de Segunda B aún siguen en la primera plantilla.
¿Cómo se explica que un jugador como Lago Júnior pase de enfrentarse al Peralada o al Olot a marcarle al Real Madrid? Andy Kohlberg, designado en 2017 presidente de una entidad de la que también es accionista, atiende al teléfono desde el otro lado del Atlántico para incidir en un “cambio de mentalidad”. “Hemos imprimido un espíritu ganador. Si no lo has vivido desde dentro, no sabes lo que significa estar al máximo nivel. Nosotros tenemos esa perspectiva. Sabemos lo que es competir”.
La mayor prueba de esta ambición, opinan dos de los miembros de un consejo de administración que Nash y Martino abandonaron en 2020 pese a que el primero sigue siendo accionista, es el rendimiento esta temporada. El equipo no solo tuvo la capacidad de volver a la máxima división en el primer intento, sino que luchó hasta el final para llegar en primera posición. “Ascendimos tres jornadas antes del final. Les dijimos a los jugadores que había que apretar, que no se podían conformar, y así lo hicieron. Ganamos siete puntos de nueve y no fuimos campeones por solo cinco minutos”, recuerda Le Saux.
La transformación también se ha notado en la parcela económica. Kohlberg, que combina sus funciones en la isla con una franquicia de la NBA, destaca una apuesta por situar al RCD Mallorca “como una marca global”, la atracción de grandes patrocinios y la introducción de nuevas vías de negocio. Entre ellas, la creación de una zona VIP para una veintena aficionados a pie de campo o la llamada tunnel experience, que permite a algunos seguidores compartir con los jugadores el momento previo antes de saltar el césped. “No se trata de cambiar la forma de ver el fútbol, pero sí de ofrecer nuevas experiencias que creemos que tienen potencial”, asegura el representante de uno de los cinco clubes de LaLiga Santander con un propietario o un grupo mayoritario de accionistas extranjeros.
Más que un cambio radical en la forma de funcionar del conjunto mallorquinista, los dos dirigentes han notado un cambio significativo respecto a sus vidas anteriores. Aunque tienen una visión distinta sobre el tema. Mientras el extenista juzga como mucho más estresante la década de viajes y partidos por todo el mundo que pasó en el circuito ATP, Le Saux ha descubierto en la gestión un trabajo que le exige muchas más horas que su pasado como futbolista y que le pone en nuevas y difíciles situaciones, como tener que negociar con la plantilla una rebaja salarial a causa de la pandemia.
“Creo que haber sido jugador me ha ayudado a empatizar, entender su posición. Mi postura es interferir lo menos posible. Darles protagonismo a ellos y al entrenador, que sean independientes y tomen sus propias decisiones. Pero lo cierto es que lo que más me ha costado asumir es saber que hay cosas sobre las que no tienes control, que cuando el equipo va mal no puedes bajar a ayudar”, confiesa.
Los días en los que el exinternacional inglés viaja a Mallorca y puede sentarse en el Visit Mallorca Estadi, las emociones vuelven a dispararse. Solo con el olor de la hierba o el bullir de las gradas se le dispara instintivamente una emoción, la fiebre por presentarse a la batalla. Ahora por lo menos está en paz. Cuando el RCD Mallorca gana, él ya no pierde.
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