Wayne Jones se enteró de que su madre, Celestine Chaney, era una de las 10 víctimas mortales de la matanza racista de Búfalo del sábado pasado en un popular supermercado de barrio, cuando le llegó por correo electrónico una foto de ella, tirada en el suelo, con el cañón de un arma de asalto apuntándole a la cabeza. Alguien había capturado la imagen de la retransmisión del tiroteo que el asesino, Payton Gendron, hizo en la plataforma Twitch, herramienta de Amazon para compartir clips en directo, especialmente popular entre los amantes de los videojuegos.
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Jones siempre acompañaba a su madre a la compra al Tops Friendly Market de la avenida Jefferson, según ha recordado con lágrimas en los ojos, en una entrevista con en Búfalo. Ese día, debido a una lesión en la pierna, falló a su cita. A su lado, la tía Dee también lloraba al recordar que ella se enteró de la muerte de su cuñada de esa terrible manera. “Me llegó un vídeo que abrí sin pensar. Ahora no puedo dormir por las noches. Creo que Twitch y Facebook también son responsables de nuestro dolor”, dijo. Wayne Jones Jr., nieto de Celestine, fue más allá: “Han pasado 72 horas y el vídeo aún sigue circulando, es indignante. Aparece aquí y allá, en el muro de alguien, o en un mensaje cualquiera. Así se perpetúa el odio que hay tras el asesinato de mi abuela. Si no fuéramos negros seguramente esto no pasaría”.
Signs, balloons and police tape are wrapped around a pole across from Tops Friendly Market on Tuesday, May 17, 2022, in Buffalo, N.Y. Tops, the Buffalo grocery store where 10 Black people were killed in a racist shooting rampage, was more than a place to buy groceries. As the only supermarket for miles, residents say the store was a sort of community hub where they chatted with neighbors and caught up on each other’s lives. (AP Photo/Joshua Bessex)Joshua Bessex (AP)
Twitch actuó el sábado con rapidez; aparentemente, bastaron dos minutos para que eliminaran el contenido, según un portavoz de la compañía, que se enfrenta a una crisis de reputación difícil de atajar por la misma naturaleza de su negocio: ¿cómo controlar el aluvión de los millones de vídeos que cada día salen al aire sin supervisión previa? A posteriori, la cosa tampoco es fácil: para cuando el de Gendron fue borrado, ya circulaba libremente por otros canales, como las redes sociales Reddit o Facebook.
Este miércoles se ha sabido además que el tirador, que recibió de esas mismas redes sociales gran parte del adoctrinamiento que convirtió a un chico de 18 años en un supremacista blanco, alguien a quien el presidente Joe Biden ha definido como “un terrorista interior”, invitó a un grupo de usuarios del servicio de mensajería Discord a discutir sus macabros planes media hora antes de montarse en el coche que lo llevaría en el trayecto de más de tres horas que separa su pueblo, Conklin, al sur del Estado, a Búfalo. Ninguno de los participantes en ese chat avisó a la policía. La Fiscal General del Estado de Nueva York, Letitia James, que ha estado casi toda la semana en Búfalo, ha anunciado este miércoles una investigación sobre la responsabilidad de esas plataformas en lo sucedido: “Que un individuo pueda publicar planes detallados sobre un acto de odio como este, sin consecuencias, y que luego lo transmita para que el mundo lo vea, es sencillamente escalofriante”, ha declarado.
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El dolor y la impotencia de los familiares de Chaney por haber visto las imágenes que desearían no haber visto, se repitió en los testimonios recogidos entre muchos de los allegados que se reunieron el martes en un gimnasio de un centro cívico cercano al supermercado para recibir la visita y el consuelo de Biden. El presidente se detuvo en su discurso en cada una de ellas, todos hombres y mujeres afroamericanos.
A Chaney la definió como “una superviviente de un tumor cerebral, habitual de la iglesia y amante del bingo”. El conductor de autobús escolar Margus Ardie, de 52 años, encontró la muerte cuando “fue a por chucherías para el plan familiar de película del sábado por la noche”. Geraldine Talley, de 62, “era una buena amiga y una devota madre y abuela”. Y si a Ruth Whitfield, de 88, le gustaba “participar en el coro de la iglesia, y se dedicaba a cuidar de su marido, al que visitaba cada día en el asilo para ancianos”, Pearl Young, de 77, “adoraba cantar, bailar y su familia”.
Después, el alcalde de Búfalo, Byron Brown, se acordó especialmente ante un grupo de periodistas en la zona aún acordonada en torno al supermercado, que, cuatro días después, sigue cerrado, de otro de los asesinados, Aaron Salter. Policía retirado de 55 años que trabajaba como guardia jurado en el Tops, respondió con su arma al ataque de Gendron, que llegó pertrechado de equipo militar profesional, chaleco antibalas incluido, y luego fue detenido por la policía. Entre sus planes estaba continuar matando en otras partes del barrio.
¿Cómo superar la tristeza y ansiedad?
A los allegados de Andre Mackniel, de 53, al que Biden definió como un “trabajador de restaurante que fue a comprar una tarta de cumpleaños para su hijo de tres años”, les consuela al menos que estos trágicos hechos hayan puesto el foco sobre su comunidad. El sacerdote Tim Newkirk, que acompañaba a un hermano y a una sobrina de Mackniel, advirtió que “el barrio saldrá de esta”. “No toleraremos que venza el odio, el racismo o el terrorismo”. Taniqua Simmons, que acudió con un megáfono para lanzar consignas antirracistas desde fuera del perímetro delineado por los servicios secretos para la visita de Biden, no se mostró tan optimista: “A muchos este barrio les parecerá un lugar peligroso, y puede llegar a serlo, pero yo no había sentido miedo en mi vida hasta ahora. Para superar esta tristeza y ansiedad, necesitaremos unas herramientas de las que lamentablemente carecemos”.
A man embraces a woman near the scene of a weekend shooting at a Tops supermarket in Buffalo, New York, U.S. May 18, 2022. REUTERS/Brendan McDermidBRENDAN MCDERMID (REUTERS)
La historia de la dos ciudades que componen Búfalo, en el extremo occidental del Estado de Nueva York, se cuenta a partir de Main Street. La calle principal la divide geográficamente entre el este, pobre y mayoritariamente negro, y el oeste, blanco y de mayor nivel económico, aunque en todas partes se siente la historia de altibajos de una población que vivió su esplendor a principios del siglo XX, gracias a la industria del acero, que resultó duramente golpeada por la desindustrialización en los ochenta y que, como recuerda desde Oakland (California) el escritor afroamericano Ishmael Reed, autor del clásico antirracista Mumbo Jumbo, fue “uno de los lugares de parada en el viaje de los esclavos negros rumbo a la libertad que les aguardaba en Canadá”. “Las tensiones raciales”, añade Reed, “no son ajenas a Búfalo. Sobre todo cuando se produjo la Gran Migración del sur al norte, y la población negra creció enormemente”.
Las víctimas de la matanza racista son los descendientes de aquellos que llegaron en busca de fortuna y se asentaron en el este de la ciudad. El asesino escogió ese supermercado precisamente porque daba servicio a la zona de mayor concentración de población afroamericana del Estado de Nueva York. También barajó, según publica la prensa local, otros destinos, como un Walmart en Rochester o un centro comercial en Syracuse.
“Todos nos conocemos aquí”, aclara Brenda McDuffie. “Ese supermercado es el lugar en el que nos encontrábamos. Es una parte de nuestras vidas, que nos la ha arrebatado un individuo que no actuaba solo, tenía el apoyo de otros”, añade, en referencia a los defensores, entre las filas del Partido Republicano y entre la nómina de los famosos locutores de la televisión por cable, de la Teoría del Gran Reemplazo, que difunde el bulo de que la población blanca está siendo sustituida por inmigrantes y minorías más fáciles de manipular en un plan maestro urdido por las élites de la izquierda.
McDuffie fue durante 20 años directora de la Buffalo Urban League, organización sin ánimo de lucro dedicada a dar asistencia a la comunidad negra de la ciudad. Uno de sus mayores logros, recuerda, fue persuadir a Tops, compañía de supermercados que opera en el nordeste del país, de que la avenida Jefferson era un lugar seguro para hacer negocios. Tras la matanza del sábado, ya nadie está convencido de eso.
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