“Ser un gran inversor, construir compañía tras compañía con éxito, eso no es un accidente. Y nada de esto es un accidente tampoco. Nosotros hemos aplastado a nuestros rivales en la pista, y lo vamos a hacer durante años por la manera en la que hemos construido este equipo. Estamos años luz por delante de probablemente cualquier otro equipo en cuanto a estructura, planificación, en cómo afrontamos cada elemento. Vamos a ser un incordio para el resto de la NBA durante mucho tiempo”.
Estas palabras, pronunciadas por el propietario mayoritario de los Golden State Warriors, Joe Lacob, y recogidas en un artículo de The New York Times Magazine, levantaron ampollas entre el resto de las franquicias de la NBA. Los Warriors habían ganado el anillo en la temporada anterior -15-16-, y en aquella iban rumbo de batir el histórico récord de 72 victorias de los Chicago Bulls de Michael Jordan. Lacob estaba crecido, pero no intuía que aquella temporada iba a terminar con decepción, al perder en las Finales contra los Cleveland Cavaliers de LeBron James, con remontada de un 3-1 incluida.
Razón no le faltaba, eso sí. Una mezcla de buena planificación con la casualidad de que aquel año subiera excepcionalmente el límite salarial los llevó a poder contratar a Kevin Durant. Otros dos anillos siguieron a aquel proyecto, que vio cómo el triplete se les escapaba en las manos de Kawhi Leonard y los Toronto Raptors.
La dinastía tuvo que tomarse entonces un descanso obligado. Durant se marchó. Stephen Curry, Klay Thompson y Draymond Green sufrieron numerosas lesiones, y las mentes pensantes de los Golden State Warriors trazaron un plan para seguir “años luz” por delante del resto durante mucho tiempo: ¿y si se pudiera mantener el proyecto actual y, al mismo tiempo, sentar las bases de un equipo ganador de futuro?
Las dos líneas temporales
El conjunto de lesiones (y de tanking) tuvieron como resultado que los Warriors pasaran de estar en las Finales a ser el equipo con peor balance de la NBA en la temporada siguiente. Eso tenía un premio de cara al Draft, en el que la lotería les hizo bajar un puesto para elegir en segundo lugar. Aquel año, el de la pandemia, había tres grandes candidatos para los primeros puestos: Anthony Edwards, un explosivo escolta de la Universidad de Georgia; LaMelo Ball, el creativo base que se tuvo que ir a jugar a Australia porque no era elegible por la NCAA al haber jugado profesionalmente; y James Wiseman, quien partía como favorito para ser el número 1, un pívot que solo había podido jugar tres partidos en la Universidad de Memphis.
Los Warriors tuvieron ofertas por el pick, pero decidieron quedarse con James Wiseman. Su temporada rookie estuvo marcada por las lesiones, tanto suyas como del resto del equipo, que hicieron que Golden State se encontrase de nuevo en puestos de lotería en el siguiente Draft, el de 2021. En esta ocasión iban a contar con dos picks en el top 14: el suyo propio, el 14, y el de los Minnesota Timberwolves, el 7, que les pertenecía gracias al traspaso por el cual se habían hecho con Andrew Wiggins a cambio de D’Angelo Russell.
Una vez más, los Warriors tuvieron ofertas para llevarse a jugadores consagrados y de buen nivel que habrían permitido reforzar a corto plazo el equipo para dar quizás una mejor oportunidad al proyecto liderado por Stephen Curry, a costa de sacrificar algo del futuro que podían dar los jugadores jóvenes seleccionados. Pero desde la franquicia tenían en mente otro plan para seguir por delante de todos.
“Los fans me odiarán si hacemos algo ahora que a largo plazo parece estúpido”
“También tenemos que mirar al futuro, los fans me odiarán si hacemos algo ahora que a largo plazo parece estúpido” decía Lacob en noviembre de 2021 a 95.7 The Game, una radio local. “No podemos pegárnosla en dos años. Tenemos que encontrar un balance. Tenemos que averiguar cómo seguir siendo buenos ahora pero también mantenerlo en el futuro. Estos jóvenes son nuestro puente hacia el futuro”.
Los medios especializados en la franquicia los bautizaron como “los Warriors de las dos líneas temporales”.
El anillo y el puñetazo
En un lado, Stephen Curry, Draymond Green, Klay Thompson y Andre Iguodala. En el otro, James Wiseman, Jordan Poole (pick del Draft de 2019), Jonathan Kuminga y Moses Moody (los dos picks de 2021). Y en la primera temporada en la que se encontraron todos y estuvieron sanos (menos Wiseman), los resultados terminaron siendo inmejorables.
Los de Steve Kerr se llevaron el anillo de campeones de la NBA en 2022, su cuarto en ocho temporadas, gracias a un Stephen Curry brillante y una gran batería de secundarios, entre la que destacaron Wiggins, Draymond, Thompson, Looney, Otto Porter, Gary Payton III… pero no especialmente los llamados a tomar el relevo.
A pesar de ello, había que seguir con la apuesta. Después del anillo los Warriors dieron un paso más en su estrategia de las dos líneas temporales, dando un contrato de 123 millones de dólares a Jordan Poole, y dejando marchar a secundarios importantes como Payton y Porter para abrir minutos para esos jóvenes como Kuminga y Moody. Los Warriors pensaban que Poole y el resto podían liderar el grupo joven que ayudasen a las estrellas actuales a seguir ganando anillos y tomaran el relevo más adelante.
Pero la realidad era que el éxito no se había logrado tanto con los miembros de las dos líneas temporales como con los del primero unidos a los verdaderos “puentes” entre generaciones del proyecto, Wiggins y Kevon Looney. Poole hacía números pero no tenía la confianza de Kerr cuando quemaba la bola. Wiseman regresó de la lesión con aún más dudas que antes. Y Kuminga y Moody entraban y salían de la rotación con muy poca continuidad.
Quizás fuera el puñetazo de Draymond Green lo que terminó por romper todo esto de las dos líneas temporales, pero lo cierto es que la idea ya llegaba con muchas grietas a aquella tarde de training camp de 2022. La mayor muestra está en cómo los Warriors sacrificaron a un número 2 del Draft como Wiseman a cambio de recuperar a un jugador de los que habían dejado marchar, Payton. Poole no demostró el mismo dinamismo y parecía fuera de la dinámica del equipo, quizás algo lógico teniendo en cuenta que la franquicia se alineó al lado de su agresor.
Ahora se ha marchado el que fue presidente de operaciones durante todos estos años, Bob Myers, cansado según dicen las malas lenguas de aguantar la presión de Joe Lacob. Le sucede Mike Dunleavy oficialmente, y oficiosamente Kirk Lacob, hijo del propietario. James Wiseman está en Detroit.
Jordan Poole, en Washington, en un movimiento realizado para recibir ayuda a corto plazo en forma de Chris Paul. Moses Moody no supera los 13 minutos por partido, y Jonathan Kuminga se ha pasado el verano en todos los rumores que involucran a los Warriors. Y la idea de las dos líneas temporales ha ido a donde van tantas aventuras de Silicon Valley que pintan bien al principio pero luego se pierden por el camino.