Erling Haaland marcó este martes un golazo de los que formarán parte de los resúmenes de mejores momentos de la presente temporada. El noruego se disfrazó de Johann Cruyff para firmar el 2-1 con el que el Manchester City remontaba en el 84′ un partido que había ido perdiendo hasta el 80′. Y no lo celebró.
Como fue ante ‘su’ Borussia Dortmund, Haaland decidió no festejarlo. Fue un gesto interpretado como respetuoso, pero en realidad, si se mira desde un prisma diferente al habitual, no tiene demasiado sentido. ¿Por qué está mal visto que un jugador celebre un gol ante su exequipo? ¿Acaso no lucha durante todo el partido para conseguir perforar la portería rival? ¿Qué tiene de malo eso si el gol es el ‘late motiv’ del fútbol?
El problema quizá está en que no se entiende el fútbol como debería ser entendido. No deja de ser un juego, y en el mismo existe el triunfo y la derrota. Perder (o encajar un gol) no es una humillación, sino simplemente parte del juego. Y el hecho de que un futbolista que antes luchaba por tus intereses ahora lo haga en contra como consecuencia de defender los de otros es lo normal. Mientras no haya falta de respeto mediante no tiene nada de malo.
Por último, cabe destacar que el gesto de Haaland está muy bien de cara a los aficionados del Borussia Dortmund, pero no tanto desde el prisma de los del Manchester City. Los goles se celebran todos, que al final esto del fútbol es una fiesta y cuando el balón llega al fondo de las mallas tiene que ser motivo de celebración. Sin excepción.