Los helicópteros del narco ‘Samy’, material escolar

El único capricho que Samy se daba cuando viajaba a España para organizar sus portes de hachís era comer kebabs. Los guardias civiles que le vigilaban de cerca se llegaron a acostumbrar a su dieta, repetida allá donde se recluyese. El joven francés de 28 años solo se hacía esa pequeña concesión en su milimétrica organización logística de identidades falsas, reservas de hotel de una sola noche o alquileres de pisos de los que apenas salía. El objetivo primordial de Samy era que la droga acabase en París, tras atravesar el Estrecho de Gibraltar en peligrosos vuelos de helicópteros y cruzar la frontera francesa oculta en portes de camiones de azulejos. El celo le funcionó, hasta que hace semanas acabó detenido junto a otros diez colaboradores de su mafia. Ahora, las aeronaves que usaba para su negocio criminal sirven ―a la espera de que se celebre el juicio― para hacer prácticas a los estudiantes de aeronáutica de Sevilla.

No ha pasado ni un mes desde que Samy puso fin a sus viajes de hachís y kebabs y ya uno de los tres helicópteros que usaba su banda, un Alouette II negro —diseñado con fines militares de mediados del siglo XX y valorado en más de 150.000 euros—, está en el patio del Instituto Tecnológico Superior ADA-ITS de Sevilla, empleado en un fin bien distinto. Casi una decena de alumnos de aeronáutica de ciclos formativos de grado superior y bachillerato revisan la aeronave en una fría mañana de enero, bajo la atenta mirada del instructor José Antonio Rodríguez. Media hora después, el profesor desprecinta el último remolque que les ha llegado de la Guardia Civil. Dentro, otro Alouette II —este, rojo— aún está enganchado a un ingenioso sistema de motor alimentado por energía solar que hacía posible a los narcos desplegar la máquina con rapidez en cualquier lugar.

Emplear aeronaves para traer hachís desde Marruecos a través del Estrecho es un método sofisticado, caro y conocido por la Guardia Civil desde 1998, pero que las mafias han incrementado en los últimos tiempos. Que se lo digan a Javier Fernández, director de ADA-ITS, el instituto concertado con más de 600 alumnos que, desde 2013, sirve como depositario judicial de estas máquinas. De los 11 aviones, avionetas y helicópteros que tenían en 2018 han pasado a una veintena, con las tres nuevas incorporaciones de la operación Copa-Sucre, en la que ha acabado detenida buena parte de la banda francesa de Samy.

Ese empleo delictivo que los aparatos tuvieron antes de llegar al instituto forma parte, incluso, de la lección de sus profesores. “Somos el único instituto que usa el material delictivo para educar. Estamos orgullosos de contarlo a los alumnos porque tiene un componente educativo. El juguete del narco sirve ahora para esto”, resume Fernández. El Alouette II verde ofrece pistas sobre sus dueños: “Este no les dio tiempo ni de usarlo. Está perfecto, ha llegado de un centro de acondicionamiento”, explica Rodríguez. Pero esa pulcritud es una rareza, asegura Víctor Reina, uno de alumnos: “Algunos tienen muchas chapuzas y adaptaciones”. Y ni siquiera ese es el mayor peligro al que se enfrentan los narcopilotos. “El espacio aéreo”, añade el instructor, “está reglado con rutas y planes de vuelo con antelación, pero ellos vuelan sin él, sin luces y a muy baja cota para no ser detectados por los radares. Es muy peligroso”.

La banda en la que Samy hacía el papel de jefe logístico no quería errores y buscó a Vilson, un piloto albanés “curtido en vuelos”. Este ganaba entre 30.000 y 40.000 euros por trabajo, explican fuentes de OCON Sur, el mando de la Guardia Civil para luchar contra el narcotráfico en Andalucía que ha llevado la investigación, dirigida por el Juzgado de Instrucción 1 de Málaga. Vilson aprovechaba las noches para volar con un combustible mínimo, sorteando las torres y cables de electricidad en tierra y a pocos metros de altura en el mar, esquivando el constante tráfico de portacontenedores del Estrecho. A cambio, la mafia conseguía transportar “entre 200 y 300 kilos de hachís”, embarcados en todo el espacio disponible de la pequeña cabina y en dos cestas exteriores. La cantidad es menor de la que mueven las potentes narcolanchas (en las que caben más de una tonelada de hachís), pero el viaje resulta más discreto, rápido y directo que por el mar.

En total, los investigadores se han incautado de 2,4 toneladas de hachís y 112 kilos de marihuana en los distintos golpes a la banda acometidos en Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana y Narbona (Francia). Aunque los responsables de OCON Sur atribuyen a Samy un papel clave en la organización, gracias a su pulcritud para la logística necesaria, saben que aún quedan superiores suyos por detener.

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Mientras los policías franceses siguen tras la pista de los jefes, sus helicópteros hace semanas que iniciaron una vida educativa en Sevilla que se prolongará, como mínimo, hasta que un juicio pruebe o no la culpabilidad de sus dueños. En ese lapso andan inmersas también casi todas las aeronaves depositadas después de otras seis operaciones contra el narco. Por ahora, en el instituto aseguran que no tienen problemas de espacio. Rodríguez incluso se permite lanzar un deseo, entre la broma y la realidad: “Necesitamos un avión de turbina. A ver si pillan a un narco que se gaste el dinero en eso”.

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