Los huéspedes de Trump pisan suelo español

Un martilleo constante y mecánico resuena en la fábrica Imperial Carpets de Crevillent, en la provincia de Alicante. Ocho telares baten con ritmo para tejer la urdimbre y la trama de diferentes moquetas diseñadas por ordenador. La nave es enorme y por todas partes hay bobinas de hilo de lana o algodón, de todos los colores imaginables. De uno de los telares más grandes va saliendo la moqueta de un conocido casino de Madrid, de fondo negro con motivos deportivos. Es uno de los clientes de un clúster que persiste gracias a la especialización y a los productos de calidad, con los que se diferencian de los de sus principales competidores, Turquía, Egipto o China.

En Crevillent se han tejido también las moquetas de los hoteles de Donald Trump, las de la ópera de Sídney o las de buena parte de los casinos de Las Vegas. También las alfombras de la catedral de Valencia y los pedidos específicos que realizan las grandes marcas de moda, importantes arquitectos de todo el mundo o productoras de cine y TV. Con una población que roza los 30.000 habitantes, la industria alfombrera crevillentina se mantiene estable pese a los vaivenes del mercado. Los de la pandemia, incluidos.

“Tuvimos que adaptarnos”, señala Salvi Pastor, gerente de la fábrica. El consumo particular de alfombras fue cayendo en picado y derivaron su producción a las moquetas de calidad. Para competir, se centraron “sobre todo en la exportación”, con un modelo fuertemente personalizado. Se amoldan a cualquier diseño, “hasta de once colores distintos”, no exigen pedido mínimo y han remodelado sus telares para las anchuras que exigen sus futuras ubicaciones, entre dos y cuatro metros. El método de trabajo es simple. “El 90% de los clientes mandan sus diseños, los creamos por ordenador y se envía a los telares”, cuenta Pastor.

Todo, muy diferente de los años 60. “Fue la época dorada”, recuerda Eduardo Díaz, presidente ejecutivo de la principal agrupación nacional del sector, Unifam, también con sede en Crevillent. “Los telares mecánicos revolucionaron la fabricación”, señala. “Y un 30% de la población, hasta 4.500 personas”, se dedicaba al tejido de alfombras. “No solo a la fabricación, también hay empresas de hilatura, tintura y rematado de los diseños”. Fue el punto álgido de una industria que nació en 1411 y que comenzó con la aplicación del esparto para “esteras, alpargatas y cestos”. Crevillent derivó hacia la alfombra. Sus vecinos de Elche, hacia el calzado.

“Unas 50 empresas dan trabajo a unos 500 empleados”, señala Díaz. Es la consecuencia del progreso. “Antes, un telar necesitaba a cuatro o cinco personas; ahora, un solo trabajador puede ocuparse de tres telares”.

Pasillo jalonado por bobinas de hilo.
Pasillo jalonado por bobinas de hilo.

Además, Crevillent se enfrenta a un problema de renovación de plantillas, según su alcalde, José Manuel Penalva, de Compromís. “Durante la crisis, los jóvenes se encaminaron hacia el sector de la construcción y ahora es difícil encontrar oficiales y técnicos especializados”, lamenta. Penalva sostiene que en los centros docentes del municipio “debería recuperarse algún módulo de Formación Profesional especializado en el ámbito de la alfombra”.

Exportaciones al alza

Con todo, el sector llevaba años en alza antes de la catástrofe del coronavirus. Los datos de Unifam señalan que entre 2013 y 2018 las exportaciones subieron un 165%. “Desarrollamos productos que nuestros principales competidores no producen”, asegura. Emplean todo tipo de materiales, desde la lana hasta papel, acero, yute o coco. Y han diversificado el mercado. Este 2020, los principales importadores son Portugal, Francia, Italia, Bélgica, EE UU y Reino Unido. Aunque se ha detectado, tras la pandemia, un fuerte crecimiento en países como Corea del Sur, República Checa o Rumanía.

El estado de alarma golpeó al sector, muy dependiente del turismo y el ocio, los grandes castigados por la crisis sanitaria. “La gran mayoría de los hoteles en el mundo y fundamentalmente en Europa, que es nuestro mercado principal, se encuentran cerrados desde el pasado mes de marzo y los que ha intentado abrir tienen cifras de ocupación muy bajas”. Los pedidos prepandemia mantuvieron la producción hasta el verano. Pero en julio no pudieron renovar a dos empleados. Sin ayudas y con sucesivos ERTE, la plantilla de Pastor tuvo que cesar al completo. “Afortunadamente desde hace dos semanas estamos todos trabajando, ya que hemos podido conseguir aprobaciones de pedidos aunque todos ellos fuera de España”, señala.

La evolución del sector durante la alarma sanitaria impactó de manera diferente sobre los tres sectores de la industria crevillentina, alfombras, moquetas y artículos de diseño. “Al cerrar las tiendas, las alfombras se resintieron, pero las otras dos áreas de producción se mantuvieron con los pedidos previos”, comenta Díaz. Sin embargo, en pleno confinamiento, se produjo un fenómeno inesperado. “Los particulares derivaron su inversión en ocio, como viajes o restaurantes, hacia el cuidado de la decoración del hogar”, apunta. “Los pedidos por Internet de la gente que quería una buena alfombra para su casa comenzaron a despuntar”, continúa. Desde septiembre, “todo se recupera y estabiliza”. De momento, esa es la situación, hasta las nuevas restricciones internacionales.


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