Los huracanes y el nuevo paisaje del control político y tecnológico, según el arte cubano

'Katrina', una acuarela del huracán de 2005.
‘Katrina’, una acuarela del huracán de 2005.

Weather Report, la última exposición del artista cubano Dagoberto Rodríguez con la galería Sabrina Amrani, llega a la Feria de Arco cuando por la isla acaba de pasar la tormenta tropical Elsa, que ha provocado fuertes lluvias y vientos huracanados, generando imágenes meteorológicas inquietantes, como las que utiliza Rodríguez para reflexionar sobre el espacio que habitamos, cómo se ha ido transformado este y cómo podría ser en el futuro. Aunque Weather Report es el título general de la muestra, esta incluye obras de otras dos series, Dispositif, esculturas de barro que reproducen los satélites que dirigen de forma invisible nuestras vidas, y Umbrales, compuesta por instalaciones surgidas durante el confinamiento que hablan de túneles y puertas que nos llevan a lugares desconocidos y tratan de imaginar el futuro.

Weather Report incluye dos acuarelas de una serie conformada por 12, elaboradas a partir de los mapas meteorológicos e imágenes técnicas que nos ofrecen los satélites de los grandes huracanes y tormentas que ciclícamente azotan la tierra, especialmente en áreas como el Caribe. Una de las piezas que se exhibe en Sabrina Amrani es Katrina, inspirada en el huracán de máxima potencia que en 2005 destruyó gran parte de la ciudad de Nueva Orleans dejando cientos de muertos y pérdidas multimillonarias. Esas imágenes hipnóticas que marcan en rojo, naranja o amarillo las áreas de mayor lluvia, intensidad o actividad de los vientos, son reconvertidas por Rodríguez en una experiencia estética pero que a la vez ahonda en lo que nos está pasando y en lo que nos estamos convirtiendo. “Los ciclones forman parte ya de nuestro paisaje y de nuestro futuro. Este tipo de tormentas devastadoras cada vez son más frecuentes y potentes, y no afectan sólo al Caribe o los lugares de siempre, a veces llegan a Europa, y por donde pasan todo lo devastan…. En esto se está convirtiendo nuestro paisaje”, cuenta el artista.

'Pendejos', diasec con baritado y bastidor de aluminio de 2021.
‘Pendejos’, diasec con baritado y bastidor de aluminio de 2021.

Rodríguez nació un pequeño pueblo de la costa del centro de Cuba y recuerda perfectamente la experiencia de vivir un huracán, entre “el miedo, pero mezclado a veces con cierta fiesta”. “En medio de una monotonía política tan grande como la de Cuba, venía una invasión de aire y lluvia que era capaz de transformar la naturaleza y la economía… Eran acontecimientos no bienvenidos, pero que podían generar operaciones de cambio”, indica.

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Igual que los huracanes se han convertido en “actores muy importantes en nuestras vidas”, también los satélites son “actores silenciosos, que nuca vemos, pero que están ahí, y nos controlan y forman parte de un nuevo paisaje”, afirma. La serie Dispositif es en cierto modo un homenaje al Michael Foucault y el termino que utilizó el filósofo para referirse a los diversos mecanismos institucionales, físicos, administrativos y a las estructuras de conocimiento que potencian y mantienen el ejercicio del poder dentro del cuerpo social. “Los satélites artificiales son parte de esos objetos tecnológicos que controlan de forma invisible nuestras vidas, como el Estado o diversas entidades que establecen el poder. Ellos nos miran, calculan nuestra distancia por GPS, establecen nuestras llamadas por telefonía móvil… Son auténticas estructuras de poder, que tienen un peso increíble en nuestra existencia”. Los Dispositif de Rodríguez son esculturas hechas de un material primario como el barro, y forman parte de la misma reflexión de Foucault sobre los aparatos de poder con los que convivimos sin darnos cuenta.

Umbrales es parte del mismo discurso, pero con la pretensión de explorar o imaginar cómo podría ser el futuro. Las instalaciones de Umbrales nacieron en la mente del artista durante el año largo de confinamiento debido a la epidemia de coronavirus, y son una especie de puertas zen que atraviesas y de pronto estás en otro espacio, en otro estado. “Son puertas que te llevan a un lugar desconocido, lo que nos ha pasado este último año. Estas piezas describen umbrales, tiene una luz azul purificadora y al tiempo te marcan el camino… son especie de túneles que aventuraran como podría ser el futuro”.

Paralelamente a Weather Report y lo que exhibirá la galería Sabrina Amrani, durante la feria de Arco las puertas del estudio madrileño de Dagoberto Rodríguez se abrirán para mostrar al público otro tipo de obras que profundizan en ese “espacio que habitamos”, pero desde una perspectiva menos futurista, sin pretender ser una anticipación, sino más bien una reflexión sobre el pasado. También, en lo que ha significado en su caso habitar espacios públicos de Cuba, como los cines habaneros. Rodríguez cuenta que en 1946 La Habana tenía 660.000 habitantes y 118 cines, “más salas por habitante que Washington, Buenos Aires, Paris o México D.F”. Una década después, en 1955, la capital cubana llegó a tener 138 cines —la mayor cantidad de su historia—, de los que hoy apenas 22 siguen funcionando.

'Mañana', diasec con baritado y bastidor de aluminio de 2021.
‘Mañana’, diasec con baritado y bastidor de aluminio de 2021.

Aunque han desaparecido muchos, La Habana conserva en pie cerca de 80 de esos inmuebles, de los cuales buena parte se encuentran abandonados o en estado ruinoso. Otros contienen dentro de su cascarón videotecas, videoclubes o salas de ensayo de grupos teatrales, y también algunas de estas viejas salas son utilizadas como tiendas de muebles, floristerías, comercios de dólares o sedes de agrupaciones danzarías y de asociaciones de artes marciales. El artista interviene fotografías actuales de estas emblemáticas salas e introduce mensajes de contenido político o poético, y ese contraste nos habla del pasado, pero también del presente y del probable futuro. En A palo limpio, su último performance filmado, Rodríguez colabora con el cineasta Pavel Giraud y el jazzista cubano Michael Olivera para convertir una marcha militar en una endiablada timba cubana, obra que, dice, habla de “timba y represión”. Todo junto, de los satélites a los huracanes, pasando por el espacio intergaláctico y la denuncia al poder, hasta caer sin paracaídas en un devastado cine de barrio de La Habana.


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