El silencio abraza al visitante desde el instante en el que pone el primer pie en el aeropuerto de Haneda. “Son unos Juegos Fujitsu”, se bromea dentro de un grupo de expedicionarios que acaba de aterrizar en Tokio y que, al igual que el resto del convoy olímpico que ha ido desembarcando a lo largo de los últimos días en la capital japonesa, debe seguir a rajatabla el estricto protocolo sanitario. No hay excepción. Todo son filtros y más filtros, una interminable telaraña burocrática que en uno de los pasos acaba interceptando a una integrante del equipo británico, brazos en jarra, resignada y con cara de chica buena ante los oficiales: gazapillo en el formulario, luego stop. Frenazo. Más horas de cola.
Más información
Así van subiendo la persiana estos Juegos tan asépticos y tan anómalos, tan sumamente paradójicos. La mayor festividad deportiva, la gran fiesta popular de los atletas y el punto de encuentro para el aficionado de todo el mundo, transcurrirá entre el vacío, la profundidad y la ausencia. Es el Tokio de los contrastes, el de las luces centelleantes que delimitan la bahía y el fundido a negro que generan las restricciones. Por primera vez en la historia, no habrá público en las gradas ni alboroto en la Villa Olímpica, donde imperan esta vez el mutismo, la vida monacal y el recogimiento. Allí, los deportistas miran desde las ventanas y reflexionan. Lost in translation, versión 2021.
“Todo es diferente, mucho más frío. Cambia por completo”, retrata la tenista Carla Suárez, representante de un deporte en el que el silencio acentúa la sensación de soledad como pocos. “Lo oyes todo, es como si fuera un entrenamiento. Van a ser unos Juegos extraños, porque el deportista se nutre del apoyo del aficionado y de las emociones que se generan en los estadios”, añade la canaria, mientras el mundo se dispone a presenciar un espectáculo completamente novedoso, sin los aplausos ni el jolgorio en directo; desfilando los deportistas exclusivamente para las cámaras y celebrando hacia una grada vacía; aires surrealistas, porque ellos mismos se pondrán las medallas.
Va a ser una cita de calidad y la paciencia tendrá premio
MARTÍN FIZ, FONDISTA
“Para mí, ese chute psicológico que te aporta el aficionado es lo mejor. A mí lo que me gusta es correr con gente a los dos lados de la calle, que te jaleen, porque siempre hay momentos en los que te dejas ir un poco, y ese aliento es lo que te hace estar alerta y decir: ‘¡Eh! Que hay que seguir’. El público te ayuda a mantener la concentración”, cuenta el maratoniano Martín Fiz, que participó en tres citas olímpicas y cambiaría el diploma olímpico que obtuvo en Atlanta (1996) y Sídney (2000) por una última intentona de medalla en Tokio. “Sin dudarlo. Unos Juegos sin público no son lo mismo, pero creo que siempre ofrecen un aliciente sin comparación al deportista”, esgrime el vitoriano, campeón mundial y europeo.
Los especialistas debaten ahora sobre cómo procesarán los protagonistas la anomalía y cuál será su respuesta anímica. “Creo que los que tengan más calma lo harán mejor, mientras que aquellos que sean demasiado intensos pueden pagarlo. Van a ser los Juegos de la paciencia, de quién se adapta mejor a las circunstancias. Aquellos que no sepan gestionar bien las restricciones pueden venirse abajo”, prosigue Fiz, cuya explicación encuentra el contrapunto de Ruth Beitia, oro en salto hace cinco años en Río: “En el fondo, el deportista ya tiene interiorizadas una serie de rutinas diarias muy marcadas, y no suele salirse mucho de ahí. Creo que hay mucho mito en torno a la Villa Olímpica, y en realidad todo el mundo suele estar muy enfocado en lo que debe hacer”.
En cualquier caso, ambos coinciden en que en las dos próximas semanas pueden caer varios récords. “Van a ser unos Juegos de calidad, de marcas”, anticipa el vasco, de 58 años. “Estamos en unos tiempos atípicos, pero están batiéndose grandes registros. Tengo la sensación de que la pandemia ha hecho que los atletas tengan todavía más ganas de competir. Han trabajado mucho para llegar hasta aquí y nada va a enturbiarlo”, le sigue la cántabra, de 42.
El control del componente emocional será fundamental en medio de un escenario muy distinto. Así lo advierte Carlos Rey, psicólogo deportivo de UPAD, centro de psicólogos de Madrid. “El hecho de que no haya público y de quitar ese ingrediente festivo, ese intercambio multicultural tan típico de los Juegos, va a producir un impacto en la motivación. A nivel de psicología grupal hay un proceso de facilitación social, que se refiere al sentirse observado o rodeado de otras personas; no es lo mismo reírte tu solo en casa con un meme que hacerlo junto a tus amigos”, precisa; “y también existen otros procesos como los de holgazanería social, que afecta a deportes de tipo colectivo, aunque no están tan ligados como el primero a la presencia de los espectadores”.
La pandemia ha hecho que se tengan más ganas de competir
RUTH BEITIA, SALTADORA
Apuntado el matiz negativo, Rey introduce a continuación la variable positiva: “La ausencia de público puede favorecer la concentración y la atención de los deportistas, porque ese factor externo que es el aficionado a veces juega a favor, pero otras en contra. En este sentido, puede ayudarles a controlar las revoluciones y al ajuste emocional. En la Liga de fútbol, por ejemplo, el hecho de jugar en casa ha perdido su trascendencia habitual”. Y se suma Beitia: “En contra de lo que se pueda pensar, yo creo que esa reafirmación que solemos hacer los atletas, los golpecitos y esos ánimos que nos damos justo antes de ejecutar, va a ser aún más efectiva. Muchos de ellos agradecen el que no haya sonidos para concentrarse; no hay nada más bonito que ese instante en el que estás a punto de arrancar y todo el mundo se calla, cuando puedes masticar el silencio”.
El psicólogo Rey se adhiere a la teoría de que en esta edición puede dispararse el rendimiento, “puesto que el deportista de élite está bastante acostumbrado a vivir en ese tipo de rutinas muy sacrificadas, y más en estos últimos tiempos. De por sí, viven en una especie de guetos, los centros de alto rendimiento, así que están acostumbrados a dedicarse en cuerpo y alma a su actividad. La concentración puede ser una baza importante en estos Juegos Olímpicos. Al haber menos factores ambientales que puedan suponer una fuente de distracción, el rendimiento también puede dispararse”, concluye.
Todo es diferente, mucho más frío. Parece un entrenamiento
CARLA SUÁREZ, TENISTA
En paralelo, Fiz todavía fantasea y dice que disfrutó “como un enano” con aquella experiencia del 92, cuando comía en el comedor de la Villa Olímpica junto a ídolos como el baloncestista Larry Bird o el pertiguista Serguéi Bubka, y aunque señala que el desfile inaugural no será tan especial como otras veces, prevé una atractiva subida del telón en clave televisiva: “En este sentido, ya sabemos que los asiáticos suelen ir un poco más allá, así que son capaces de sorprendernos”.
Y pese a todo el escepticismo del preámbulo, Suárez lo tiene claro: “Las condiciones son las que son, de modo que hay que ser positivos y agradecer el hecho de que podamos competir aquí. Unos Juegos son unos Juegos. ¿Que tenemos que colgarnos nosotras mismas las medallas? Me parece exagerado, pero ojalá: si hay que hacerlo se hace, ¿eh?”.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter especial sobre los Juegos de Tokio
Source link