Los lectores rechazan cotos vedados

Dirigentes catalanes indultados, tras abandonar la prisión el pasado 23 de junio.
Dirigentes catalanes indultados, tras abandonar la prisión el pasado 23 de junio.Kike Rincón / Europa Press

EL PAÍS rompió un tabú el pasado febrero. Desde ese mes, los lectores pueden opinar en los foros de participación del periódico sobre los editoriales del diario, una zona sagrada vedada hasta entonces al examen público. Cayó un muro infranqueable durante cuatro décadas, pero los lectores quieren derribar otros relevantes, como los espacios de los habituales columnistas, intocables aún en esos foros. Ha llegado el momento de plantearse si hay que eliminar esas puertas al mar.

Demoler esas barreras es una vieja pretensión de algunos. El lector Joan Colom ha exigido en reiterados mensajes que los textos de opinión, y no solo las noticias y las informaciones, queden abiertos al debate en la web. Por eso recibió con alegría la apertura de febrero. “Es todo un paso en la buena dirección”, escribió. Lo mismo dijeron otros que, como Francisco Vida, felicitaron al diario.

En febrero también se abrieron a comentarios las tribunas de opinión, pero no las columnas de las firmas más reconocidas. Colom se quejó: “Queda camino por andar. La mayoría de las plumas de EL PAÍS siguen siendo incomentables. Deben poseer los derechos divinos de las palabras de santo”. Luis Castro exige igualmente una explicación y se pregunta: “¿Por qué se pueden comentar las noticias y no esos artículos de opinión?”

En efecto, la dirección del periódico analiza desde hace tiempo con el área de Opinión qué otras zonas deben abrirse a los cientos de comentarios diarios de los lectores. Las restricciones tienen menos sentido desde hace un año, cuando el acceso a esos foros es exclusivo para suscriptores. Gracias a esa medida se redujo notablemente el número de insultos, exabruptos y descalificaciones, así como el activismo militante de ultraderechistas, homófobos o negacionistas.

Sin embargo, los lectores apremian para que el periódico gestione mejor el área y eleve la calidad de los debates. Eso sostiene Jesús Sarmiento, quien denuncia una “degradación” en los intercambios y propone limitar el número de comentarios de un solo lector en cada pieza. Antonio Pulido va más lejos: “Tome medidas para que los foros no se conviertan en un lodazal, que van camino de ello.”

El periódico está obligado a mejorar esa gestión. Para elevar el nivel de los debates, sin duda, pero también para evitarse disgustos como el del pasado 23. Ese día, el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, publicó en el diario un artículo titulado El espíritu constitucional, en el que defendía la conveniencia de aprobar los indultos a los condenados por el procés.

Al tratarse de una tribuna, la sección de Opinión la revisó y abrió el texto a comentarios. Había una veintena de mañana. Alguno, subido de tono. Eran las 8.30 y la Redacción estaba casi vacía. Dos mandos del periódico comentaron las condiciones concretas de la pieza en el foro. Tenía activadas las opciones “Permitir comentarios” y “Mostrar comentarios”, aunque no se había exigido especial atención al equipo de Moderación.

La conversación derivó en un malentendido, porque el texto pasó de pronto a la doble y absurda opción de “Permitir comentarios” y “No mostrar comentarios”. Los lectores reaccionaron ante el despropósito. José Luis Pérez Lazcano, escribió: “¿Por qué han borrado los comentarios del artículo que publica Pedro Sánchez? Es un acto que desmerece a EL PAÍS”. Y una lectora: “¿Su misión es proteger a Pedro Sánchez de sus lectores?”

No fue fácil averiguar qué había pasado. Nadie sabía nada en Opinión, donde activaron de nuevo la opción de “Mostrar comentarios” —es incomprensible la existencia de la opción contraria— y la tribuna quedó de nuevo abierta al debate, aunque seguramente algunos lectores se quedaron privados de exponer su punto de vista sobre las tesis del presidente.

No todo es responsabilidad del periódico. También los lectores deberían cumplir las normas de participación del foro. La primera dice: “Para comentar en EL PAÍS, el autor deberá identificarse con nombre y primer apellido”. Pues bien, el foro está plagado de extravagantes pseudónimos como “Cabellera inexistente”, “Jeu Coloma Jeu”, “Cromapons Cromapons”, “Liverpool NumberNine”, “Fow Ler” o “Antonio Mepareceamí”.

El periódico hace la vista gorda pese al flagrante incumplimiento de sus normas, pero es obvio que esos anónimos no solo desvirtúan el debate, sino que molestan a muchos lectores como Francisco Vida: “Todos los artículos deben abrirse a comentarios; eso sí, firmados con nombres y apellidos reales, no escondidos tras la irresponsabilidad de seudónimos grotescos y pusilánimes”.

Sin puertas al mar y sin seudónimos, otro debate es posible. Saldrán ganando los lectores.

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