El Athletic firmó un mal partido en Valladolid, especialmente en la primera parte, y aún así no mereció perder por ocasiones. Tras empatar contra el Alavés se presentaba otra oportunidad de oro para dejar casi atada la séptima plaza y por eso sorprendió ver cómo el equipo salía con menor intensidad que su rival. Una cuestión totalmente criticable.
Sin embargo, aquí voy a romper una lanza en favor de los leones. El Athletic se jugaba su pasaporte europeo, sí, pero el equipo pucelano se jugaba la vida en Primera División. El ser o no ser. Cuando estás en esa situación, todo lo demás no importa.
En una liga tan igualada cualquier detalle decide un partido. En este caso fue la intensidad y el hambre del rival. Así de claro. Los equipos de abajo en las últimas jornadas sacan un plus extra de motivación. Lo comprobamos durante el bienio negro. Se puede entender o no, pero es así.
La realidad es que restan dos jornadas para el final y los leones, en teoría, deben sacar cuatro puntos porque los inmediatos perseguidores, Real Sociedad y Espanyol, a tres puntos, tienen el golaverage ganado. Una victoria ante el Celta puede despejar el panorama clasificatorio.
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