Los monstruos discretos del siglo XX

El escritor Primo Levi, que logró regresar el infierno de Auschwitz y pasó el resto de su vida dando lecciones de lucidez sobre nuestra especie, solía decir que el peligro no lo constituían los monstruos –después de todo, tampoco eran muy numerosos–, sino esos hombres comunes que engrasaron la maquinaria del nazismo. La cita ilumina Final Account, lacerante documental presentado ayer fuera de competición, proyecto póstumo del director británico Luke Holland, que falleció en julio tras dedicar 12 años a este trabajo. La película reúne entrevistas con la última generación de alemanes que formaron parte del Tercer Reich. Viejos oficiales de las SS, soldados que combatieron en el frente y ciudadanos de a pie que fueron testigos o cómplices de las atrocidades de Hitler –y que, en muchos casos, siguen honrando su memoria–pasean por un documental de contornos sencillos, que quiere advertir del peligro de que algo parecido pueda reproducirse de nuevo.

En la sección a concurso, otra película propuso ayer un ejercicio similar. Quo vadis, Aida?, de la directora bosnia Jasmila Zbanic, recuerda la matanza de Srebrenica, donde más de 8.000 personas fueron asesinadas en 1995 por el ejército serbio y bajo el control riguroso de las fuerzas holandesas de las Naciones Unidas, que no hicieron nada para evitarlo. La protagonista es una maestra bosnia que ejerce de intérprete para los cascos azules e intenta salvar a su marido y sus hijos de un final inevitable. Pese a algún maniqueísmo puntual, Zbanic rueda (y monta) con brío, sabe capturar detalles que otros relatos pasarían por alto –ese militar holandés sufriendo un ataque de ansiedad, la insoportable convivencia de víctimas y verdugos en el más absoluto silencio– y se beneficia del excelente trabajo de la actriz Jasna Djuricic, cuyo nombre ya suena a premio por su retrato de una madre coraje que ayer logró humedecer de lágrimas más de una mascarilla.


Source link