En la historia de la NBA solo ha habido tres jugadores que hayan ganado el MVP en tres temporadas seguidas. Bill Russell (1960-63), Wilt Chamberlain (1965-68) y Larry Bird (1983-86). Los nombres, tanto como las ausencias de la lista, hablan de la dificultad del reto al que se enfrenta Nikola Jokic, pero el momento del pívot serbio da como mínimo para considerarlo entre los favoritos al premio. En la victoria de los Denver Nuggets ante los Suns (126-97), Jokic firmó 21 puntos (10/15 en tiros), 18 rebotes y 9 asistencias.
Los Suns no tenían a sus tres mejores jugadores –Devin Booker, Chris Paul, DeAndre Ayton– y solo 24 horas antes habían sorprendido a los Warriors. Pero la candidatura de Nikola Jokic al MVP va más allá de una gran noche ante un equipo cansado y diezmado. El pívot serbio está promediando un triple-doble en el último mes (26.6 puntos, 12.3 rebotes y 10.6 asistencias) como faro y director de un ataque que ya es el más eficiente de la NBA.
Y al rendimiento individual lo acompañan los resultados: con la victoria sobre Phoenix, los Nuggets han ganado 13 de sus últimos 15 partidos y sostienen el pulso con los Memphis Grizzlies por el primer puesto de la Conferencia Oeste (28-13).
Con Jamal Murray cada vez más cerca de su mejor forma tras superar una grave lesión de rodilla, la progresión de Michael Porter Jr. y el nivel de Aaron Gordon, tienen uno de los quintetos más potentes de la NBA, y en un Oeste tan abierto, se perfilan como candidatos a las Finales.
Phoenix apenas fue rival para los Nuggets, que antes del descanso ya habían encarrilado el triunfo gracias al empuje de Bones Hyland desde el banquillo (21 puntos). Con la vuelta de los titulares, Denver zanjó el partido en el tercer cuarto, donde la diferencia llegó a alcanzar los 31 puntos. Con la victoria en la mano, Jokic no necesitó siquiera jugar el último periodo.