“Tanto el ahorro como la amortización son brutales. Este año, gracias a los 3.000 euros ahorrados en luz para el motor de la piscina, los ascensores, el garaje y la iluminación, invertiremos en otras partidas”. Francisco Aliaga está exultante. La comunidad de 79 vecinos que preside, en la urbanización Sierra Mar de Estepona (Málaga), ha instalado 30 placas fotovoltaicas para generar la electricidad que consumen las zonas comunes de sus cuatro edificios. A esos paneles sumó otros 12 para su propio piso. El resultado: una notable bajada de la factura, que es doble en el caso de Aliaga. “Lo tengo todo cubierto en casa, solo pago los gastos fijos”, explica.
Las instalaciones para consumo propio se multiplicaron en 2021, sumando algo más de 1,2 gigavatios (GW) de potencia, más del doble que en el año precedente y el equivalente a un reactor nuclear al uso. Con ese estirón, España ya tiene 2,7 gigas en los tejados, según los datos de la patronal de las empresas fotovoltaicas (UNEF). Con el recibo de la luz disparado, más de 80.000 ciudadanos y empresas invirtieron al abrigo de la recuperación económica para que las placas ocupen sus tejados y así romper con la dinámica alcista. Y mucho tendrían que torcerse las cosas para que en 2022 no se bata un nuevo récord.
La madurez de la tecnología —el coste de producción de los paneles es hoy la décima parte que una década atrás—, el fin de buena parte de las trabas normativas y administrativas, y una factura de la luz que ha estallado, más que duplicando su importe para los usuarios del mercado regulado —y haciendo mella, poco a poco, también en el libre, a medida que las comercializadoras van renegociando los contratos—, han provocado lo más parecido a una explosión del autoconsumo. El encarecimiento de los metales necesarios para la fabricación de las placas, que ronda el 15% en el último año, no ha sido suficiente para frenar esta tendencia.
“El hecho de que los precios de la luz se hayan vuelto locos en la segunda mitad del año pasado ha sido el catalizador final. Ha sido una campaña publicitaria masiva y gratuita”, apunta Carlos García, fundador de la comercializadora Ecovatios. “Los datos son espectaculares. Es una explosión a nivel mundial, pero también en España. Y no es una moda pasajera: es una solución a un problema que tiene la gente, que es la necesidad de consumo eléctrico”, completa Pedro Barroso, ingeniero industrial especializado en temas de autoconsumo.
Francisco Aliaga, en la comunidad de vecinos de Estepona que preside.Garcia-Santos (El Pais)
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El potencial que ofrece España solo admite un adjetivo: enorme. Es uno de los países del mundo con más horas de sol y, a pesar de que el porcentaje de población que vive en casas unifamiliares es menor al de otras latitudes europeas, la superficie de tejados disponible se eleva hasta los 1.760 kilómetros cuadrados. Son 25 millones las instalaciones que podrían ponerse en funcionamiento, según el Observatorio de la Sostenibilidad, con datos del Sistema de Información sobre Ocupación del Suelo del Gobierno.
Si esa transformación se llevara a cabo de forma masiva en la próxima década, el sistema pasaría de basarse en una energía centralizada (con grandes compañías y basadas en el consumo) a una energía distribuida (con millones de pequeñas instalaciones y enfocada al ahorro). Además, de darse el vuelco, algunos de los 3.000 megaparques de renovables proyectados ahora en el paisaje rural serían menos necesarios y su superficie podría mantenerse con cultivos o masa forestal.
“Tenemos que recuperar el tiempo perdido, pero vamos en la buena dirección”, esboza el director general de la UNEF, José Donoso. En la misma línea, Ismael Morales, de la Fundación Renovables, ve “completamente factible” que en 2030 el 10% de la demanda se cubra con autoconsumo. Y que en 2040 se pueda alcanzar el 20%, “incluso sin ayudas oficiales: tenemos un potencial espectacular de solar y, si eliminan barreras administrativas, se puede llegar sin problema a los dos gigas al año de nuevas instalaciones. Ese debe ser nuestro objetivo”.
Más informaciónEscasa compensación por los excedentes
El recibo de la luz de Jesús López en su casa de Rota (Cádiz) ha pasado este año de 130 euros a solo 40 gracias a las ocho placas que cubren parte de su tejado. “Incluso aunque no ahorrara nada, les dejaré esto a mis hijos”, comenta satisfecho tras haberse gastado 3.200 euros y lograr una subvención de la Junta andaluza de 2.300. Produce 20 kilovatios al día, y durante cinco años tendrá el IBI de su casa reducido al 50% por el Ayuntamiento gaditano, una política que han seguido otros consistorios a lo largo y ancho de la Península. “Al que tenga un chalé le saldrá gratis la instalación”, comenta jocoso este ingeniero de marina civil jubilado.
Ocho meses después de que las placas entrasen en operación, López ha cambiado de compañía comercializadora porque Endesa le pagaba solo 0,05 euros por el kilovatio que vertía a la red en las horas en la que la generación superaba su consumo. A la vez, le cobraba 0,145 euros por el kilovatio que consumía, tres veces más. “Me ha hecho la vida imposible y la ley le permite retrasar todos los plazos para cambiarme de compañía. En vez de mandarle la energía que me sobraba, prefería poner mi casa a 23 grados”, dice ahora, después de cambiar de compañía tras superar las pegas administrativas.
Esa sigue siendo una de las quejas más recurrentes de quienes se lanzan al autoconsumo: el bajo precio que muchas eléctricas abonan por los excedentes. La ley, dice Donoso, es clara: se tiene que pagar el precio de mercado de la luz en cada franja horaria. “El problema está en que algunas comercializadoras y las distribuidoras no están aplicándola o, al menos, arrastran los pies”, añade. La desproporción escama especialmente ahora, cuando el mercado mayorista marca valores históricamente altos.
La escasez de instaladores es el otro cuello de botella que frena la eclosión definitiva del sector. “Es un tema que nos preocupa. Estamos sufriendo los efectos de que se haya maltratado la FP”, desliza Manel Romero, cofundador de la firma catalana SUD Renovables. “Ingenieros no nos cuesta tanto encontrar, pero instaladores sí. Ahora, con el crecimiento del residencial, nos estamos frenando en salir a vender porque tememos no poder atender todas las obras por falta de personal”. Raúl Brezo, fundador y gerente de otra empresa pionera en el sector, la leonesa Kyreon, apunta en la misma dirección: “Falta mucha formación y mano de obra especializada. A cualquiera que sepa montar placas, no le va a faltar trabajo. Ni ahora, ni en los próximos años”, dice al otro lado del teléfono.
Una revolución con retraso
Con años de demora respecto a los países líderes, el auge del autoconsumo no ha hecho sino comenzar. No hay más que echar un vistazo a los tejados de Italia, Alemania u Holanda —los que llevan la voz cantante en este ámbito— para observar el tiempo perdido. Frente a los 2,7 gigas españoles, repartidos por las cubiertas de 180.000 hogares y empresas, Alemania, indiscutible continental en este ámbito, suma 44. Italia ya va por los 17. Y Países Bajos, con poco más de la tercera parte de la población española, tiene casi el cuádruple: 10. Fuera de Europa, la estela a seguir es Australia, que el año pasado superó los tres millones de hogares —uno de cada cuatro, que se dice pronto— con placas propias.
“Estamos como Alemania o Italia hace 12 o 15 años”, aquilata García, de Ecovatios y distribuidor también de SunPower, uno de los mayores fabricantes de paneles del mundo. Con todo, la imagen de instaladores trabajando en la cubierta de casas, fábricas, supermercados y hoteles, entre otros, se va convirtiendo en moneda de cambio cada vez más común en España, paradójicamente uno de los países europeos con mejor recurso solar pero cuyos ciudadanos vivieron de espaldas al astro durante demasiado tiempo.
De los 1,2 gigas de nuevas instalaciones en 2021, algo más de cuatro de cada diez se instalaron en el sector industrial, tres de cada diez en viviendas y el resto, en el sector comercial. Aunque la lógica del autoconsumo es aún mayor en los sectores secundario y terciario, donde la curva de consumo es mucho más estable y apenas hay necesidad de volcar excedentes a la red, las tornas están empezando a cambiar: en un solo año, 2021, el peso de las instalaciones domésticas sobre el total pasó del 19% al 32%. “El reparto se seguirá equilibrando un poco en los próximos años”, vaticina Donoso. “Pero seguirá creciendo también en industria y en servicios”.
Tras derogar en 2018 el popularmente conocido como impuesto al sol, el Gobierno defiende que su reciente impulso legislativo multiplicará las placas solares en los tejados a mayor ritmo a partir de ahora, hasta alcanzar los nueve gigas de potencia en 2030, o incluso los 14 gigas con un escenario favorable. El pasado junio aprobó derivar a las comunidades del Plan de Recuperación 600 millones, ampliables a 1.320 millones, para autoconsumo y climatización de edificios.
El sector insiste en que, a diferencia de hace unos años, la muleta de las subvenciones ya no es necesaria. Pero, a la vez, admite que la nueva partida de subvenciones procedentes de los fondos europeos de recuperación —que durará un par de años— permitirá a España estabilizarse en una banda de entre uno y dos gigas nuevos cada año de aquí al final de la década.
Jesús López, en su terraza de Rota (Cádiz)“El mercado impondrá los cambios”
Los expertos aplauden la voluntad del Gobierno, pero censuran su lentitud. “El mercado impondrá los cambios al estar la luz a precio de oro. La gente está reaccionando y este es el gran problema de las eléctricas, porque será el fin de su modelo convencional de negocio, con competencia cerrada y basado en producir energía y venderla”, augura Javier García Breva, asesor de modelos energéticos y exdirector del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE). “Con las renovables el modelo se ha hecho trizas. El problema de fondo es la competencia y abrirla a millones de consumidores abaratará los precios de la energía. Estados Unidos no tiene estos problemas porque hay miles de compañías energéticas”, añade.
La clave del éxito es, a ojos de García Breva, situar al edificio autosuficiente e inteligente en el centro como productor de energía para la vivienda, la oficina y el coche eléctrico, tal y como recomendó en noviembre la Comisión Europea. Bruselas sugiere incluir la rehabilitación de edificios y los agregadores [figura que facilita la participación de los consumidores en el mercado para que obtengan retribuciones] en la subasta de renovables, un concepto revolucionario para este experto. “El Gobierno está muy lejos de ese planteamiento y en España aún se ve la rehabilitación como puertas, ventanas y calderas de gas más eficientes”, critica sobre la estrategia del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana.
Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad, coincide en el retraso crónico respecto a la trasposición de las directivas europeas, aunque concede que el Gobierno está “en la senda adecuada”: “Llevamos una década de retraso, por decirlo suave. El gran despliegue de parques sobre el campo debería hacerse sobre zonas urbanas, las pérdidas de energía se eliminarían y la gente viviría de su propia energía. Con los precios actuales no se puede esperar ni un día más”.
Sobre que el edificio -la casa y la oficina- sea el centro del autoconsumo, García Breva critica: “En España hay un interés mayor para poner los puntos de recarga en gasolineras y autovías, cuando la recarga rápida es carísima. Y, sobre todo, es anacrónico que el código técnico de la edificación no recoja aún la inclusión de los puntos de recarga en los edificios para obligar a los arquitectos”. Además, el autoconsumo colectivo no debe superar los 500 metros de distancia entre la instalación y el punto de consumo. Una limitación que perjudica especialmente a las empresas de los polígonos industriales a la hora de compartir la energía producida y repartirla. Como frena, también —y de qué manera—, que tres comunidades autónomas (Murcia, Cantabria y País Vasco) sigan exigiendo licencia de obras para la instalación de placas residenciales. El viento sopla a favor, pero para que la brisa se torne en huracán aún quedan trabas por levantar.
Planta fotovoltaica de la Comunidad de Regantes del Valle Inferior en Brenes (Sevilla). PACO PUENTES (EL PAÍS)No solo en casas y fábricas: el campo y los supermercados se suman al cambio
Los hogares han sido los últimos en sumarse a la fiebre del autoconsumo como una forma de ahorro en tiempos de precios de la luz disparados. Pero no son, ni mucho menos, los únicos. Los supermercados también quieren aprovechar los miles de metros cuadrados de sus tejados y cubiertas de aparcamientos, y la mejor prueba de este interés es la cadena alemana ALDI, que el año pasado colocó placas fotovoltaicas en 100 de sus 350 establecimientos para producir 88 megavatios al año.
También los hoteles, como el que Diana Pizarro dirige en la capital, el Sercotel Madrid Aeropuerto, con 81 habitaciones. Hace justo un año decidió pegarle un gran bocado a su factura de la luz con una instalación de 60 paneles fotovoltaicos: de los 35.000 euros bajó a 30.000 euros. “A pleno rendimiento, con más clientes y ocupación, el impacto en las cuentas puede ser mayor y podríamos ahorrar más”, relata. Las placas en la azotea han dado al hotel 25 megavatios de consumo en su año de uso, solo destinados a la electricidad del establecimiento, y que les permitirá reducir el IBI municipal.
El campo es otro de los sectores que más ha aprovechado el tirón de las placas y la Comunidad de regantes del valle inferior del Guadalquivir, con 2.000 regantes, montó en 2019 una planta solar con 17.880 paneles que producen 11,5 megavatios. “Fue una decisión acertadísima porque con los precios de la luz, el 44% es de autoconsumo y el 56% lo vertemos a la red”, explica Pilar González, secretaria del organismo. Con una inversión inicial de 5,5 millones, la planta proporciona la energía para mover el agua mediante 51 bombas por una red de tuberías a través de más de 500 kilómetros, y que riegan 18.945 hectáreas de 10 municipios. “Pensábamos amortizar la inversión en 10 ó 12 años, pero al precio que tiene la energía, es muy probable que podamos amortizarla antes”, avanza su presidente, Borja Roca. Las cifras avalan su optimismo: el recibo de la luz era hace tres años de 1,3 millones al año y ahora se ha reducido a 700.000 euros. Mientras, el excedente de energía vendido les hizo ganar 780.000 euros en 2021.
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