EL PAÍS

Los primeros resultados de las elecciones municipales del Reino Unido vaticinan un fuerte varapalo a los conservadores

El espejismo Rishi Sunak, la idea que tenía el Partido Conservador de que el primer ministro podía enderezar las cosas, se ha quebrado. Los resultados de las elecciones municipales del Reino Unido, que han ido surgiendo a lo largo de este viernes, vaticinan el hundimiento del Partido Conservador. Los esfuerzos del primer ministro, en los primeros seis meses de su mandato, por enderezar la economía del país y dejar atrás los escándalos de la era de Boris Johnson, no han sido apreciados por los votantes, decididos a castigar a los tories después de más de una década en el poder. Quedan largas horas de recuento.

El Reino Unido se toma con calma el cierre de las urnas. Una vez cerrados los colegios electorales, las papeletas se trasladan a centros donde las agrupan y suman, lo que, en cierta medida, permite respetar las horas de sueño. Pero los partidos, evidentemente, no han pegado ojo en toda la noche. Y los conservadores, a medida que se publicaban los primeros resultados, comenzaban a prepararse para lo peor. En 2019, cuando el partido llegó a perder hasta 1.300 representantes locales, comenzó el principio del fin de la malograda primera ministra, Theresa May. En 1995, cuando perdieron más de 2.000 puestos, se abrieron las compuertas al tsunami Tony Blair y a una década de gobiernos laboristas.

Los principales analistas electorales, como el respetado John Curtice, se atrevína en seguida a pronosticar un resultado similar al segundo. Es decir, una victoria histórica del laborisma que, de celebrarse unas elecciones nacionales, se convertiría en una ventaja del 35% frente al 26% de los conservadores.

Solo el resultado final dará una imagen clara de la debacle tory. En los comicios de este jueves estaban en juego 8.058 puestos políticos locales (entre ayuntamientos, consejos municipales y de distrito). Solo cubren el área de Inglaterra. No ha votado ni Escocia ni Gales. Irlanda del Norte lo hará el próximo 18 de mayo. La irregularidad del área cubierta (aunque se hayan abierto las urnas en amplia parte del territorio), los intereses locales que mueven a los votantes, la personalidad de los candidatos y, finalmente, los buenos resultados que tradicionalmente suelen obtener los liberales demócratas o figuras independientes ponen muchos matices a cualquier lectura de las cifras que se pretenda trasladar a unas elecciones generales. Pero la tendencia que reflejan está clara: la voluntad de propinar un duro correctivo a los tories, que pueden enfrentarse a su peor derrota municipal de las últimas tres décadas.

“Siempre dijimos que iba a ser una noche difícil para el partido. Las encuestas independientes vaticinaban pérdidas de hasta 1.000 puestos”, ha admitido a primera hora de la mañana Greg Hands, el presidente del Partido Conservador, que se afanaba en señalar que las victorias logradas por la oposición laborista, que ha tenido que compartir sus avances con otras formaciones, no eran tan espectaculares.

Resultaba relevante, sin embargo, que Sunak reaccionara ante las cámaras. Lo normal es dejar que el recuento avance mucho más antes de lanzar a la opinión pública una conclusión. “El mensaje de los ciudadanos que he escuchado esta noche es que quieren que nos centremos en sus prioridades y que obtengamos resultados. Tenemos que reducir la inflación a la mitad [actualmente por encima del 10%], hacer crecer la economía, reducir la deuda, eliminar las listas de espera [en la sanidad pública] y frenar las pateras [inmigrantes irregulares que atraviesan el canal de la Mancha]. Todo eso es lo que preocupa a la gente, y en lo que el Gobierno se está concentrando”, ha asegurado el primer ministro en un comunicado que pretendía poner la venda antes de saber exactamente el tamaño y gravedad de la herida, aunque consciente del volumen de sangrado.

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SuscríbeteOptimismo entre los laboristas

El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, ha seleccionado el mejor terreno electoral para hacer su aparición pública: la localidad de Chatham, perteneciente al consejo municipal de Medway, en el condado de Kent (sureste de Inglaterra). Territorio conservador en la parte con más riqueza del país. La izquierda arrebata el poder a los conservadores después de más de dos décadas. “No solamente habéis llegado a la meta. Habéis derribado las puertas,”, jaleaba Starmer a los suyos. “No tengáis la menor duda. Nos encaminamos hacia una mayoría laborista en las próximas elecciones generales. Hemos ganado la confianza de los votantes, y ahora debemos cambiar este país”, ha prometido.

Las encuestas llevan más de un año otorgando a los laboristas una ventaja del 20% sobre los tories en unas hipotéticas elecciones generales, pero la llegada de Sunak parecía haber reducido esa diferencia. Su rigor presupuestario, que ayudó a recuperar la credibilidad económica del Reino Unido después de la desastrosa rebaja de impuestos de su predecesora, Liz Truss; sus esfuerzos por tender puentes con la UE y recomponer el conflicto en torno al encaje de Irlanda del Norte en la era post-Brexit; o su discurso de mano dura respecto a la inmigración, con la promesa incluida de expulsar a los irregulares que alcanzaran las costas inglesas, habían inflado los maltrechos ánimos de los conservadores.

No ha sido suficiente. La rabia de los votantes por las fiestas en el Downing Street de Johnson durante el confinamiento o el fanático giro neoliberal de Truss en medio de una profunda crisis del coste de la vida ha provocado un vuelco en las urnas. El sistema electoral mayoritario del Reino Unido, más la incorporación en unas elecciones generales de Escocia o Gales, obliga a la oposición laborista a obtener un resultado amplio si aspira a gobernar el país en solitario. Los resultados de estas elecciones locales, en la línea que señala el primer recuento, apuntan en esa dirección, pero quizá no con la suficiente holgura para que Starmer respire tranquilo. Pero está claro que es Sunak, no el líder laborista, quien debe comenzar a preocuparse.

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