Un votante deposita su papeleta en Ordizia (Gipuzkoa) entre medidas sanitarias y de distancia social.Javier HernándezEl colegio parece un laberinto lleno de flechas en el suelo, vallas marcando el recorrido y precintos para acotar las sendas. Un laberinto decorado con coloridos carteles infantiles. Al fondo, un tobogán; junto a una pared, los triciclos. Solo que los menores no están invitados a esta fiesta. Los participantes deben llevar mascarilla y quienes lucen chalecos reflectantes no son monitores, sino los encargados de distribuir los turnos de voto ante las mesas electorales de Ordizia (Gipuzkoa). La expansión del coronavirus ha provocado un rebrote en uno de los bares de este municipio con 10.150 habitantes censados, por el que 73 personas permanecen recluidas, la mayoría en la localidad o los alrededores, y no pueden ejercer su derecho al sufragio este 12 de julio, día de las elecciones vascas.La organización de la jornada electoral no ha sido un juego de niños. El circuito distribuye el tráfico de votantes, separados escrupulosamente por marcas en el suelo, rumbo a las mesas que les corresponden. Pobre de aquel que se acerque demasiado, no respete turnos, no se proteja la nariz y la boca o no se eche gel higiénico en las manos: los jóvenes desplegados por el Ayuntamiento para garantizar estas medidas reprenden sin miramientos. También a quienes no salen por los lugares indicados. El alcalde, Adur Ezenarro (EH Bildu), critica al Gobierno vasco por permitir los comicios y destaca que su Consistorio ha trabajado duramente para “priorizar la salud”: los presidentes de las mesas quedan protegidos por una mampara aparte de por las mascarillas y la distancia. El regidor acudió desde primera hora al reconvertido frontón local para dar instrucciones a los vecinos e incluso medir la temperatura de los representantes de las mesas. Aquellos que acudan a las urnas, sostiene, lo harán con certezas. Pero no todo el pueblo puede votar, algo “increíble en pleno siglo XXI” según su alcalde, molesto con que la Junta Electoral rechazara el recurso de su partido contra la celebración electoral de este domingo lluvioso en la mañana de Ordizia. El alcalde de Ordizia, Adur Ezenarro, mide la temperatura de una integrante de una mesa electoral.FOTO: Javier Hernández | VÍDEO: ATLAS El agua le resulta indiferente a José María Pérez, que ha depositado su papeleta a primera hora vestido con pantalones cortos. “Estamos en verano”, argumenta. Razón no le falta, aunque la climatología y las circunstancias de unas autonómicas en pleno julio contrasten con una época estival convencional. Su amigo Jesús Alonso y él coinciden en que los confinados “deberían poder votar” de algún modo y ponen como ejemplo el voto por correo.Los paseantes cumplen escrupulosamente la orden de llevar mascarilla. Unas señoras comentan frente a una farmacia que se sienten “como un delincuente común” si se les ocurre ir sin ella. Varios agentes patrullan, caminando y en coche, para controlar que se cumpla la normativa y, como afirma uno de ellos, certificar que los aislados permanecen en sus casas. “De momento no hay problema”, señala un uniformado: sus compañeros y él visitan de vez en cuando los domicilios de estos 73 individuos y les piden que se asomen por la ventana o den señales de que siguen en sus hogares.El pensamiento general de aquellos que han depositado su papeleta es la solidaridad con quienes no han podido hacerlo, aunque comprenden que el contexto sanitario impida que lo hagan. El problema es que no puedan ejercer este derecho fundamental “de ningún modo”, tal y como dice Ignacio Ruiz, aunque matiza que “tampoco son tantos” los afectados. Uno de ellos es un sobrino suyo que, según él, tampoco tenía intención de ir a las urnas. A Ruiz también le extraña que no puedan votar de ningún modo, ni mandando “un notario” a sus domicilios. María Garmendia, una votante veterana, lamenta que los “tristes acontecimientos” hayan implicado esta problemática. “Me hubiera dado mucha pena quedarme sin votar”, asegura esta jubilada, a quien su familia no le ha tratado de impedir el sufragio. Ella admite “algo de miedo” pero quien vence en este conflicto es su deseo de “cumplir su deber”.Los perjudicados por este rebrote optan por la discreción. Uno de ellos, según explica su pareja a través del telefonillo del portal, prefiere no contestar. Misma respuesta entre los contagiados del entorno de una de las jóvenes que ayudan en el frontón, aunque esta admite que “todo el pueblo los conoce”. Javier García le pone una sonrisa a la situación, más por resignación que por disfrute. La casualidad ha querido que le haya tocado presidir una mesa en dos elecciones consecutivas. Admite sentirse “cómodo y seguro” gracias a la mampara, la mascarilla y la distancia de seguridad.La donostiarra Maite Leturia se contagió en Ordizia y no podrá votar en San Sebastián, donde se ha confinado, algo que considera “irresponsable y vergonzoso”. La mujer siente que los afectados parecen “apestados” y censura que los responsables sanitarios carecieran de un plan ante rebrotes.Los bares ejercen de termómetro, esta vez social, del ambiente en Ordizia. Los grupos, de diversas edades, aprovechan que sale el sol para ocupar las terrazas, tomarse unos vinos y unos pinchos. La variedad en las consumiciones se opone al tema monotemático de conversación: esta pandemia que ha provocado que en sus calles haya más carteles pidiendo precaución que panfletos electorales.