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Los republicanos definen el ataque al Capitolio como “un discurso político legítimo”

Liz Cheney y Adam Kinzinger, en una foto de archivo.
Liz Cheney y Adam Kinzinger, en una foto de archivo.ANDREW HARNIK (AFP)

Para el Comité Nacional Republicano, la insurrección que se vivió en el Congreso de EE UU el 6 de enero de 2021 y los eventos que lo provocaron forman parte de “un discurso político legítimo”. Con esas tres palabras, el que fuera el partido de Abraham Lincoln ha dado por bueno el asalto a la democracia norteamericana que costó la vida a cinco personas y que ahora un comité de la Cámara de Representantes investiga. En ese comité, alentado por la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, tan solo participan dos congresistas republicanos, Liz Cheney y Adam Kinzinger.

Así lo han declarado este viernes en su reunión de invierno en Salt Lake City, en Utah. En un acto sin precedentes, el RNC (siglas en inglés del Comité Nacional Republicano) censuraba este viernes y reprendía a los dos políticos antes mencionados ya que, en su opinión, estaban participando en “la persecución de ciudadanos corrientes involucrados en un discurso político legítimo”. No solo es la primera vez en la historia que el Partido Republicano reprende a uno de sus miembros en activo en el Congreso, sino que además lo hace por partida doble.

Con un Partido Republicano en crisis, el que fuera número dos de Trump ha desafiado abiertamente este viernes a Trump al decir que “se equivoca” al afirmar que él podría haber anulado los resultados de las elecciones de 2020 cuando presidía la confirmación en el Congreso de la victoria de Joe Biden. Pence ha calificado semejante presunción de “anti americana”. El exvicepresidente salía así al paso de los comentarios que hizo Trump el pasado domingo, cuando insistió en que Pence podría haber “anulado” las elecciones presidenciales, mientras presidía el recuento de votos del colegio electoral por parte del Congreso. De forma reiterada, el expresidente ha declarado su frustración porque Pence no usó su papel para tratar de rechazar los votos electorales de varios estados que ganó Biden pero las palabras del domingo han sido las más explícitas, de forma pública, hechas hasta ahora.

Durante la reunión de invierno del Comité Nacional Republicano, que tiene lugar en Salt Lake City (Utah), sin previo debate y aprobada de viva voz, se pasó la resolución que amonesta a Cheney y Kinzinger. La medida es estrictamente simbólica ya que el partido no tiene la autoridad para decidir quién se sienta o no en el Congreso. Pero aunque así sea, lo que ha quedado patente este viernes es el consenso para blanquear y minimizar el ataque de un grupo de seguidores del entonces todavía presidente Donald Trump para revertir el resultado de las elecciones, que había dado la victoria al demócrata Joe Biden. Lo que hasta ahora eran murmullos queda oficialmente por escrito, dando por válido el asalto y las acciones que lo precedieron.

En una declaración previa a la aprobación de la resolución, Cheney dijo que la medida punitiva marcaba “un día triste para el partido de Lincoln”. “Si el precio de estar dispuesto a decir la verdad y llegar al fondo de lo que sucedió el 6 de enero y asegurarme de que los responsables rindan cuentas merece una censura, es entonces cuando definitivamente voy a seguir defendiendo aquello que creo que es lo correcto”, dijo.

Algo está sucediendo en el Partido Republicano para que Liz Cheney, de 55 años y quien se define como una “conservadora republicana”, fuera primero repudiada y apartada de la presidencia de la Conferencia Republicana en el Congreso —el tercer cargo en importancia en la Cámara de Representantes de EE UU— y ahora reprobada. Cheney pertenece al ala dura del partido y en su ADN está grabada la visión del mundo de un halcón, como su padre, Dick Cheney, vicepresidente con George W. Bush. Representante por Wyoming desde que ganó el escaño en 2016, dio su aprobación entusiasta cuando Trump consideró la posibilidad, a los cinco días de iniciar su mandato, de recuperar la técnica del waterboarding (ahogamiento simulado) a sospechosos de terrorismo.

Adam Kinzinger, 43 años, es un veterano de las Fuerzas Armadas que, aunque ahora resulte sorprendente, llegó al Congreso en 2011 como una de las jóvenes promesas del Tea Party, el grupo de republicanos antiestablishment que puede considerarse la génesis del populismo trumpista y sus devaneos con las teorías conspirativas. Sin embargo, una vez incorporado a la maquinaria de Washington, el congresista, representante de un distrito en los suburbios de Chicago, se fraguó un perfil político más tradicional y, con el tiempo, se hizo crítico de Trump.

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