Los riesgos de criar niños narcisistas


Generalmente hablamos de vínculo y de apego como términos sinónimos, aunque no lo son… El apego es un mecanismo biológico que pone en marcha una serie de comportamientos que facilitan la construcción del vínculo entre el bebé y la madre a fin de garantizar la protección y los cuidados que el recién nacido requiere, mientras que el vínculo es el lazo afectivo que se construye entre dos personas y que en el caso del vínculo materno permite al bebé desarrollarse no solo psicológicamente, si no también físicamente.

El recién nacido viene al mundo programado para ser sensible a determinados estímulos que facilitan la construcción del vínculo materno, por ejemplo es más sensible a la voz femenina que a la masculina, a lo que tiene movimiento frente a lo estático, al rostro humano. El llanto es una herramienta para ser atendido, como lo es la sonrisa y el balbuceo. Es su “equipo” para relacionarse. Jamás el llanto de un bebé es manipulativo, es la expresión de una necesidad concreta aunque a veces no la sepamos detectar.

Y es aquí, en la calidad del vínculo materno, donde reside una gran parte de lo que seremos como adultos. Fue el psicólogo John Bowlby el primero en observar que aquellos niños que tenían trastornos de conducta habían sido deprivados parcial o totalmente del afecto sano y necesario de sus madres. Bowlbly los llamó “personalidades desprovistas de ternura”.

Hoy por hoy, ya sabemos que la calidad de las relaciones tempranas son determinantes en el desarrollo de la personalidad y de la salud mental, con especial relevancia de la figura materna.

Según sea la forma en que la madre se relaciona con el bebé hablamos de cuatro tipos de vínculos:

  1. Vinculo seguro: es fácilmente visible por el comportamiento del bebé. Cuando la madre se aleja o ausenta, el niño la reclama pero se deja calmar parcialmente por un extraño. Al regreso de su madre se deja consolar por esta y retoma el juego de forma tranquila y segura. Son madres sensibles, capaces de percibir con claridad un espectro amplio de emociones y responder a ellas de forma adecuada. Se involucran en la crianza y la disfrutan, expresan emociones positivas más que negativas no centrándose en las conductas inadecuadas, emocionalmente disponibles, contenedoras, capaces de equilibrar entre protección y autonomía, físicamente cercanas, con una vivencia de la maternidad serena, flexible, optimista, constructiva. Este tipo de vínculo genera una estructura de personalidad sociable, empática, con facilidad para la integración social, personas independientes con un gran potencial para la realización personal, capaces de regularse emocionalmente. Son personalidades resilientes, con herramientas para afrontar los reveses vitales. El vínculo seguro es un gran protector contra los trastornos psicológicos y el más potente de los generadores de felicidad en la vida adulta.
  2. Vínculo inseguro o evitativo: en ausencia de la madre el bebé se comporta como si no se hubiera ido. Cuando esta regresa no busca el contacto físico y no recupera la tranquilidad ni retoma el juego. Tiene una actitud vigilante sin manifestar expresión alguna de emoción. Se produce una inhibición prematura de las emociones. Se trataría en este tipo de vinculación de madres no disponibles, mujeres emocionalmente bloqueadas donde el niño tenderá a inhibir las emociones negativas. Son madres resentidas, irritables, en constante oposición a los deseos del niño al que regañan con frecuencia. Amenazan o recurren a la fuerza física para conseguir que la obedezcan, son controladoras y persiguen que sea el niño quien se adapte a ellas, son inflexibles, invasivas y humillantes que sin embargo velan por dar una imagen social perfecta. La aceptación del hijo depende de sus actos y de sus resultados. El pronóstico del adulto que emerge de este tipo de vinculación tiende hacia alguien antisocial, narcisista y con tendencia al consumo de drogas.
  3. Vinculo inseguro resistente: En ausencia de la madre el niño llora y no se deja consolar por el extraño. Al regreso de la madre, busca su consuelo agarrándose fuertemente a su cuerpo, pero no se deja consolar por ella. No retoma el juego y ya no confía en que su madre se quede. Se vuelve hipervigilante. Son madres que no responden nunca o casi nunca de forma adecuada a las emociones negativas, que se contagian del estrés o la ansiedad del niño, se exasperan, se desbordan con el llanto incontrolado, las rabietas, etc.…es decir, responden y actúan con el bebé en función de su propio estado de ánimo. Son madres con mayor distanciamiento físico y menos comunicación verbal, que no apoyan al niño cuando lo necesita e incluso le critican cuando llora o se enfada. Son madres rígidas, exigentes y muy controladoras que ejercen su maternidad con estrés, con excesiva preocupación y con percepción de incompetencia lo que deriva en el exceso de control, en una sobreprotección controladora que cercena la autonomía del niño. Este tipo de vinculación materna anuncia o pronostica adultos con trastornos de ansiedad, relaciones más pobres, expresiones sin causa aparente de mal humor, tristeza y rabia, desconfiados, dependientes de la crítica externa y con sentimientos de inferioridad.
  4. Vinculo Desorganizado: el niño muestra comportamientos ansiosos en ausencia de la madre. A su regreso, muestra estereotipias (balanceos, movimientos repetitivos sin un fin concreto), temor hacia a madre y señales de desorganización psíquica y emocional. Las madres ambivalentes son aquellas que en a veces son figura de apego y otras de peligro. Se comportan de forma ambigua y extrema, ofreciendo amor y maltrato sin coherencia ni casualidad alguna. Suelen ser madres con profundas heridas en su propia infancia que no han roto el círculo tóxico. Provocan en sus hijos una venenosa dependencia, un patrón relacional enfermo y una gran confusión. Este tipo de vinculación es la más patológica, siendo la causa de trastornos como el oposicionista desafiante, trastornos de comunicación, de relación y de conducta severos.

Pinceladas resumidas para ilustrar un concepto crucial para quienes criamos personas y tenemos en la mano posibilitar (u obstaculizar) adultos que construyan, que encuentren su camino, que sean y hagan felices. En nuestra experiencia en consulta, la mayoría de los padres tienen como objetivo primero y último el que “sus hijos se conviertan en adultos felices”. Nosotros, los padres, ponemos los cimientos de que este deseo se convierta o no en realidad.

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