Los rostros de las protestas en Perú: “Estaremos aquí hasta la batalla final”

Los rostros de las protestas en Perú: “Estaremos aquí hasta la batalla final”


De izquierda a derecha y de arriba a abajo, los manifestantes peruanos Johny Arce, Lizzy Díaz, Walter Velázquez, María Cornejo, Emiliano Yaranga y Florinda Taipe,César Campos

“Vengo por mi patria, por la injusticia que se le hace al Perú. Por las matanzas que no interesan. Para que se vayan del Congreso”. John Paul Jara, de 20 años, está sentado en su bicicleta en la plaza de San Martín de Lima. Nació en Cajamarca, pero vive en Lima desde hace siete años: “Estoy solo. Vivo en un cuarto pequeño. Leo a Neruda y a Bukowski. También escribo. Esto es mi último poema: Por culpa de la calle perdí a mi familia, por culpa de la calle estoy solo hoy en día. Perdido en la acera, nadie te auxilia. Te están matando, ríen de alegría”. Como él, miles de personas han salido a la calle en todo el país para protestar tras el último capítulo de la eterna crisis política peruana: el autogolpe fallido de Pedro Castillo el pasado 7 de diciembre.

Nadie sabe todavía qué pasó aquel día por la cabeza del entonces presidente. Johny Arce, de 38 años, dice que el mensaje televisado de Castillo le pareció “medio raro”. Lo vio temblar, sudar. Eso le lleva a pensar que a lo mejor lo drogaron o lo amenazaron. Quizás, dice, alguien le cambió “el papelito”, él lo leyó como si tal cosa y acabó dando un golpe de Estado sin querer. Lo que sea que pensó minutos antes de la intentona torpe que en tres horas lo llevó directo a la comisaría es un misterio. Lo que no lo es, es que Perú sufre desde entonces un caos político y social al que no se le ve solución a corto plazo.

Jhony Arce (a la izquierda y de pie) junto a otros manifestantes, en un parque de Lima, el 16 de diciembre de 2022.César Campos

Arce está en un parque del centro de Lima después de un camino de unas 20 horas por carretera desde Vizcatán del Ene con otros compañeros. Pensaron que si se quedaban sitiados por los militares y las protestas en su pueblo, quizás nadie le escucharía decir lo que “el Perú profundo quiere”. Dejó a una mujer y tres hijos, pero espera quedarse el tiempo necesario.

—¿Y eso cuánto es?

—Hasta la batalla final. Hasta acabar con este Congreso vende-patrias. El pueblo está jodido, nos han tenido abandonados toda la vida.

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La victoria en las urnas de Castillo se leyó entre amplios sectores como la primera oportunidad de vencer a la gran Lima y a sus élites políticas. El pueblo contra Goliat: Pedro Castillo contra Keiko Fujimori. Muchos exigen la liberación del maestro de escuela rural, acusado de rebelión. Otros ya lo dan por perdido, pero se niegan a aceptar al nuevo Gobierno y al Congreso. Quieren que se vayan todos y lo hagan ya. Exigen elecciones inmediatas.

Manifestantes encaran a la policía antidisturbios, durante una protesta en Lima (Perú), el 16 de diciembre de 2022.César Campos

Las protestas pacíficas se mezclan con grupos violentos. Hay tomas de aeropuertos y ataques contra sedes públicas o comisarías en las zonas del interior. Al menos 22 personas han muerto por enfrentamientos con las fuerzas del orden o el bloqueo de carreteras. La recién nombrada presidenta, Dina Boluarte, dice que no renunciará y pide diálogo. Asegura que reza por las familias de los muertos. El Congreso promete convocar elecciones, pero no se pone de acuerdo en la fecha. Como muy pronto se habla de diciembre de 2023, dentro de un año. En la calle esa idea suena a broma. Los congresistas alegan que son los tiempos que marca la ley y la Constitución. Eso también les hace reír. Nadie se cree que quieran irse.

El rechazo al Congreso es lo único que une hoy a Perú. No solo a los que protestan, también a los que se quedan en sus casas. El 86% de los ciudadanos está en contra de los parlamentarios, que se ven como personas que responden a intereses personales o lobbies, sin ideología ni programa. La ausencia de partidos fuertes ha convertido la política en un lugar lleno de personajes advenedizos. El mismo Castillo fue uno de ellos. Sus aspiraciones políticas nunca habían salido de la sierra. El líder de Perú Libre, inhabilitado por corrupción, lo escogió como candidato con tan buen tino que lo convirtió en jefe del Estado, otro misterio.

“Yo quiero la libertad de mi presidente. Es un hombre bueno, íntegro, correcto, que piensa en la cholada [los mestizos, los indígenas]”, relata María Cornejo, de 77 años, que nunca en su vida había imaginado a alguien como Castillo en el poder. Por eso está en la calle, porque lo quiere de vuelta. Le da tanta pena verlo en la cárcel que lo llama “pobrecito”. Y se encoge de hombros si se le pregunta por el intento de golpe: “Tiene buen corazón, no le dejaron gobernar”.

Manifestantes marchan sobre una avenida en Lima, durante un protesta el 16 de diciembre de 2022.César Campos

A Castillo ni lo dejaron gobernar, ni él lo intentó tampoco. El hombre que llegó al poder con la bandera del cambio optó por adaptarse a la crisis política que arrastra Perú desde hace años en lugar de probar una revolución. El periodista César Hildebrandt asegura que su figura es irrescatable. “Tuvo la gran oportunidad de hacer un Gobierno de izquierdas, pudo ser nuestro Benito Juárez, y al final fue el hombre que permitió el saqueo del erario público y se rodeó de una serie de sabandijas. La epopeya del cambio se convirtió en un expediente judicial”, sentencia.

Llegó como el diferente y se fue convertido en lo mismo que sus predecesores. El país lleva seis presidentes en cuatro años, todos cercados por la corrupción. “Lo único que yo sí creo que hizo fue darle puestos a sus familiares y conocidos”, le excusa Leslie Trigo desde la Plaza San Martín donde protesta este viernes. Es cierto que el Congreso quiso sacárselo de encima desde el primer día. Le hicieron dos mociones de censura que superó, pero le atormentaban. El día 7 debía enfrentarse a la tercera. Todo apuntaba a que también la superaría, pero dijo basta. Optó por quitarse del medio él solo intentando quebrar el orden constitucional.

Para los castillistas, que su primera oportunidad en la vida se esfume de esa forma tan burda es inexplicable. Por eso en la calle muchos optan por hablar menos de él, al que tampoco entienden, y más del Congreso o de la nueva presidenta, a la que consideran una traidora. Este sábado, la mandataria dio un discurso a la nación en el que aseguró que ella protegió a Castillo mientras pudo y dijo que no renunciará a la presidencia hasta que haya nuevas elecciones. Se le veía nerviosa y cansada. Cada día desde que asumió el poder se suman nuevas muertes, la mayoría de jóvenes, por disparos del Ejército en las regiones. Dos ministros han renunciado ya por la represión policial y el estado de emergencia que rige en el país durante 30 días. Ella reiteró su apoyo a los militares.

Un manifestante levanta un cartel con los colores de la bandera peruana frente a policías antidisturbios, durante una protesta el 16 de diciembre de 2022.César Campos

En Junín murieron este viernes un menor y un chico de 23 años, no son los primeros. De allí es Emiliano Yaranga, de 51 años, que duerme estas noches al raso en Lima junto a otras 200 personas. Son de una comunidad cafetalera. Dice que el pueblo está harto, que les dicen terroristas cuando fueron ellos los que más sufrieron y se enfrentaron al terrorismo de Sendero Luminoso en los 80. Habla de dar una lucha pacífica contra el Congreso y los usurpadores de sus tierras. El discurso de ellos contra nosotros. El de Lima contra el “Perú profundo”.

Sentado en su bicicleta, John Paul mira la Plaza de San Martín que a últimas horas de la tarde empieza a llenarse de gente. Con su pelo rizado y su gorra calada dice que si está hoy aquí es porque quiere que “se arregle el Perú”. Ahora ha empezado a leer libros de ocultismo para ver si así puede “entender las cosas”. Quizás ahí encuentre más respuestas.

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