Draymond Green revolcándose por el suelo para quitarle un balón a Jayson Tatum, Stephen Curry bailando y Klay Thompson intercambiando miradas y gestos de complicidad con él. Atacados por los celos, qué era eso de que sólo se hablara del subcampeón y no del campeón debían pensar, hartos de oír aquello otro de su supuesta involución y la evolución verde, los Warriors de toda la vida les recordaron con nervio a los Celtics en la primera reedición de las Finales del año pasado quién es el actual poseedor del anillo (123-107) con un ejercicio de pasión y precisión, un negocio redondo de la infinita sociedad de los ‘Splash Brothers’: 34 puntos para Thompson (14/26 en lanzamientos y 4/11 en triples) y 32 para Curry (12/21 en TC y 6/11 desde el perímetro, además de 7 asistencias).
“Hemos demostrado que podemos jugar a un alto nivel con los mejores de la liga”, decía el base al final. En una velada en la que retiraron el dorsal de Bill Russell, porque los Warriors son así de diferentes, ellos mismos se encargaron también de homenajear al señor de los anillos con un excelso encuentro.
Pero esta vez se sumó un chico nuevo en la oficina para que se hagan oír todavía más las nuevas generaciones, un niño ‘impertinente’ con Jayson Tatum que le dio la noche al potencial MVP. Jonathan Kuminga, número 7 del draft de 2021, apenas su segundo año en la NBA y 20 años recién cumplidos, no dejó más que anotar 18 puntos a Tatum forzando su peor partido de la temporada, con un escaso 6/21 en tiros de campo y un 2/9 en triples. Y encima, 14 puntos además de 5 rebotes y 3 asistencias. Jaylen Brown estuvo como suele -31 puntos con un 13/23 en lanzamientos pero un 3/9 desde el perímetro-, pero le faltó su otra mitad.
Pero no se puso a humanizar Kuminga al genio de los Celtics porque sí. “Defender a Tatum. Va a ser la mayor prueba a la que se ha enfrentado jamás”, anunciaba Steve Kerr en la previa. Pero sudar hasta la extenuación para hacer padecer a Jayson Tatum apenas es un juego para Kuminga. Después de todo, el ala-pívot, nacido y criado hasta los 14 años en la República Democrática del Congo, sabía que esta madrugada iba a jugar a baloncesto y podría estar de vuelta a casa sano y salvo.
“Cuando empecé a jugar tenía que caminar mucho rato para encontrar una pista para jugar, no hay gimnasios cerca como aquí. Y después tenías que asegurarte de llegar a casa a tiempo porque había muchas cosas por ahí, personas que te podían apuñalar para intentar matarte. Era un poco peligroso”, contaba a Franklyn Calle en el portal Slamonline Kuminga, quien emigró a Estados Unidos a la edad de 14 y en él se vierte ahora la mayor expectativa Su deseo se transmitió a todo los Warriors, que jugaron con el deseo y la pasión del que quiere recuperar lo perdido, ambición recogida por su superioridad en el rebote -53 frente a 39-. En días como hoy, es sobe todo cuando el conjunto de Joe Mazzulla añora a Robert Williams III y Al Horford, todavía sin reaparecer ‘Time Lord’ y de baja el dominicano por Covid-19.
El amanecer de los Warriors ya deslumbró a los Celtics, 33-25 en el primer cuarto. La energía y precisión de Golden State lucía en la bahía, fluyendo el balón a la velocidad de la luz con los ‘Splash Brothers’. Porque, cuando anda jugueteando Curry con su protector bucal es que él se lo está pasando bien y, sus compañeros, también. En lo que él se acomodaba, empezó tomando la palabra Klay junto a Jordan Poole -20 puntos pero un 5/16 en lanzamientos-, con toda clase de tiros porque los Warriors, incluso con una baja como la de Andrew Wiggins, le daban todas las facilidades.
Los de Steve Kerr sacaron mucho beneficio de los mano a mano en el perímetro. Si los Celtics toman también nota de ello en su aprendizaje, habrán asumido que, en el caso de los Warriors, no se puede dejar solo a sus grandes en el perímetro por mucho que no supongan una amenaza exterior preocupante, porque los de San Francisco siempre van un paso más allá. Looney o Green -11 puntos- entregaban el balón en mano al Thompson o Poole de turno y se generaba un 2×1 al salir del bloqueo porque nadie salía a su paso al no ir nadie con los grandes. Ello les otorgaba el lujo de poder elegir, o penetrar, o tirar desde la media distancia o el perímetro.
Mientras Stephen Curry siguió aprovechando las dificultades de Boston para ‘descubrir’ qué defensa es mejor para callarle. En lo que siguen pensando, él va ejecutando. Aleccionados por el fracaso de los 2×1 en la última parte de la serie de las Finales, Boston volvió al ‘drop’ de los primeros partidos por el título -flotarle tras su salida de la pantalla en el bloqueo directo-, aun sabiendo que invitar a tirar al señor de los triples es algo como tenderle la alfombra. En la segunda parte, pese a lo que había hecho con un grande como Hauser -uno de esos triples lejanos suyos sobre la bocina al final del primer cuarto-, fue defendido con cambios y 2×1. Como si nada: 15 tantos en la segunda mitad tras los 17 de la primera.
Pero lo nuevo, lo inesperado, lo chocante se encontraba al otro lado de la cancha, aunque también iba a llegar al aro de los Celtics con sus 14 puntos. Kuminga empezó a actuar sobre Tatum, poco buscado al principio por Boston, que focalizó su ataque en Jaylen Brown y Marcus Smart. Brown, líder de la NBA en la media distancia con un tremendo 56%, es ahora mismo casi infalible en ese rango y basta con concederle un poco de espacio para que loe ejecute, hasta imponiéndose a la defensa de Draymond Green con ese recurso.
Poco acertado Smart -13 puntos con un 4/12 en TC-, Boston, que siempre lo acaba encontrando, tuvo que encomendarse a un ‘extra’ para anotar. Lo halló en el siempre fiable Malcolm Brogdon -16 tantos y un 6/10 en lanzamientos-, aprovechándose de la atracción generada por Brown y Tatum para penetrar. Como señala el analista Víctor Arrufat en su análisis de los Celtics, la atención generada por jugadores como Tatum le permite abrir a sus compañeros el camino al aro con bloqueos fantasma como así fue en más de una jugada con Brogdon. El renacido Blake Griffin también aportó lo suyo desde el poste y tras rebote (13 tantos).
La superioridad de los Warriors era evidente pero el mejor ataque de la historia de la NBA tiene tal cantidad de talento que hasta en días espesos produce y el descanso dejaba todo abierto (68-63).
Pero Boston se estrelló ante la confirmación de Kuminga en la segunda parte. Tatum trató de asumir todos los focos pero el interior, tanto si empezaba la jugada defendiéndole como si se quedaba con su marca en el cambio, le agobió y se quedó en 8 puntos en toda la segunda mitad -ninguno en el último cuarto-. Kuminga, en el perímetro y donde fuera, no le dejó pasar y le forzó malos tiros, echándose con fiereza sobre el ‘0’ en el momento de cambiar en el pick and roll. El chico se lo hizo casi todo a los Warriors, ya que muchos puntos nacieron de las transiciones y hasta entonó algo como un grito de victoria final sobre los Celtics y Tatum con un mate ante su mismísima presencia. Boston pareció resurgir antes de la pausa pero murió antes de tiempo (95-83 al final del tercer cuarto).
Kevon Looney, tan esencial en estos Warriors pese a estar su nombre a la sombra del de los Curry, Thompson, Green y Poole, tapó cualquier grieta en las penetraciones con su intimidación bajo el aro y blindó también el perímetro exaltando su versatilidad defensiva, acabando con 7 puntos y 15 capturas. Los Warriors redujeron a los Celtics también por el rebote, los dobles esfuerzos, su rapidez para ejecutar las rotaciones defensivas, representativas todas esas acciones de un deseo y pasión que permanece a pesar de todo lo que ya han sido Curry, Thompson, Green y compañía. Pero, esta vez, otro heredero como Jonathan Kuminga vino a decir que ya está listo. Las que lo hacen, lo hacen para bien, pero hay muchas cosas que siguen sin cambiar en la Bahía. Y parece que tardarán en hacerlo.