Desde que Netflix estrenó la serie Por trece razones, en la que una adolescente graba en 13 cintas las causas por las que decide quitarse la vida, la polémica sobre su posible efecto contagio en los más jóvenes ha estado presente. Un reciente estudio alimenta los argumentos de los críticos: al mes siguiente de su estreno en Estados Unidos, el pasado 31 de marzo de 2017, los suicidios en la franja de edad de 10 a 17 años aumentaron un 28,9% en todo el país. Aunque los propios autores advierten de que no se puede establecer una relación causal, las expertas consultadas inciden en el peligro de que en los medios de comunicación se presente el suicidio en términos idealizados: es importante hablar del suicidio, sí, pero en términos de prevención y animando a quien piense en quitarse la vida a buscar ayuda.
El estudio, publicado el lunes en el Journal of American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, parte de los datos recogidos por el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, en sus siglas en inglés) entre 2013 y 2017: 180.655 muertes por suicidio en EE UU, divididos en franjas de edad. Una vez desestacionalizados (se producen más casos en primavera y otoño), comprobaron que la tasa de suicidios entre 10 y 17 años aumentó en abril de 2017 a 0,57 por 100.000 personas, un 28,9% más que la predicción creada en base a las cifras de los años anteriores.
Es la tasa más alta de cualquier mes de los cinco años estudiados. Después de este pico, se registran tasas significativamente más altas en junio y diciembre de 2017. La media antes del estreno de la serie era de 116,29 suicidios adolescentes al mes (0,35 por 100.000 personas), y la de los meses posteriores es de 149,56 casos al mes (0,45 por 100.000).
Los investigadores estiman que el estreno de Por trece razones, cuya tercera temporada está en fase de producción, se asocia con unos 195 suicidios adicionales en 2017 entre los 10 y los 17 años. No han encontrado un aumento en las demás franjas de edad, lo que, afirman, va en la línea de trabajos previos según los cuales “los más jóvenes pueden ser particularmente vulnerables al contagio del suicidio”.
Netflix ha respondido con un comunicado, según el cual están “analizando” el estudio, “ya que entra en conflicto con el publicado la semana pasada por la Universidad de Pensilvania”, que concluía que la serie podía reducir el riesgo de suicidio, aunque se refería a adultos de 18 a 29 años. “Es un tema sumamente importante para nosotros y hemos trabajado mucho para asegurarnos de que lo tratamos de una manera responsable”.
En contra de lo esperado por los autores, el aumento de suicidios no ha sido significativo entre las chicas, pese a que la protagonista de la serie es femenina, sino entre los varones. Aunque no saben la razón exacta, los investigadores explican que existe una “paradoja de género”: la tasa de suicidios consumados es más alta en hombres que en mujeres, mientras que sucede lo contrario cuando se habla de tentativas.
Fenómeno multifactorial
“No hay un beneficio de salud pública discernible asociado con la visualización de la serie, y está justificada la precaución con respecto a la exposición de niños y adolescentes”, concluyen los autores. Diana Díaz, directora del Teléfono ANAR, que atiende a menores con problemas, coincide: “Esta serie puede ser peligrosa porque impacta mucho y no todos los adolescentes están capacitados para interpretar el contenido, a nivel psicológico y emocional, y porque al final justifica el suicidio”. Según Díaz, algunos de los chavales que llaman al teléfono de la fundación comentan a los psicólogos que la serie les ha impresionado. “Existe el riesgo de que saquen como conclusión que está justificado que una persona se suicide para solucionar sus problemas”, advierte.
La psiquiatra Mercedes Navío insiste en que el suicidio es un “fenómeno complejo y multifactorial” y que no se puede extraer una relación de causa-efecto con un solo factor como puede ser una serie. Sí explica que puede producirse un efecto contagio: “Los adolescentes son especialmente vulnerables al ser más impulsivos, tener más tendencia a la idealización y porque a veces no tienen interiorizado el concepto de irreversibilidad de la muerte”, explica. “Tienen aún presente el pensamiento mágico, la fantasía de que el impacto de su acto no va a ser irreversible, que tendrá cierta notoriedad, heroísmo”.
Al teléfono gratuito de ANAR llegan en los últimos cinco años cada vez más llamadas relacionadas con ideas suicidas, alerta Díaz. “Entre 2009 y 2016, los casos de ideación o intento de suicidio se han multiplicado por seis, cuando antes apenas aparecían este tipo de consultas”, dice. En 2016, registraron 627 casos, 441 de chicas frente a 186 de chicos. De ellos, 43 eran de niños menores de 10 años.
Pese a este aumento de consultas, el suicidio infantil es infrecuente en España: 13 (un 0,35% del total) entre menores de 15 años en 2017, y 273 (un 7,42% del total) en la siguiente franja que recoge el INE, de 15 a 29 años, mucho más heterogénea. La Organización Mundial de la Salud estima que 62.000 adolescentes se suicidaron en 2016, siendo la tercera causa de muerte entre los 15 y los 19 años. En septiembre pasado, Sanidad anunció la puesta en marcha de una estrategia para prevenir el suicidio, basada en la publicidad y detección precoz.
Tanto Díaz como Navío coinciden en la importancia de hablar del suicidio. “Tiene que dejar de ser un tabú. Es importante que la sociedad, y los padres, sepan que sucede, para que pidan ayuda. Lo que no se puede es hablar de procedimientos o justificarlo”, afirma Díaz. Navío pide que se hable “en términos de prevención, sin un tratamiento sensacionalista ni emitir juicios morales, ni para denigrar ni para ensalzar a la persona que se suicida”. “Hay que dar un mensaje de esperanza”, dice.
“La estrategia de prevención es la más eficaz”
En el abordaje del suicidio, “las estrategias de prevención son las más eficaces”, explica la psiquiatra Mercedes Navío. Lo primero es detectar e intervenir en la población de riesgo: personas con patologías mentales, sobre todo depresión, o en riesgo de exclusión, como inmigrantes, por el sentimiento de desarraigo, o miembros de la comunidad LGTBI en medios hostiles.
Entre adolescentes, el factor de riesgo más importante es el acoso entre iguales, pues son “mucho más permeables a las críticas y dependientes de la aceptación del grupo”. También las adicciones, al alcohol y otras sustancias, que desinhiben y pueden dar paso de la idea suicida al acto. Diana Díaz, directora del Teléfono ANAR, aconseja a los padres estar atentos a señales como el aislamiento, la tristeza, las autolesiones o conductas más impulsivas de lo normal.
Según Navío, la mejor protección es la existencia de una “red socio-familiar efectiva”: “Es mucho más difícil que una persona, ante factores de riesgo, culmine la decisión si tiene una red de apoyo”.
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