Un mural de una mujer con la cara tachada tras un acto de vandalismo, en Kabul el pasado septiembre.

Los talibanes piden a las televisiones afganas que no emitan películas en las que salgan mujeres

Un mural de una mujer con la cara tachada tras un acto de vandalismo, en Kabul el pasado septiembre.
Un mural de una mujer con la cara tachada tras un acto de vandalismo, en Kabul el pasado septiembre.Juan Carlos

El régimen talibán ha empezado a hacer explícitas sus restricciones a la libertad de expresión que hasta ahora había asegurado respetar “dentro del marco de la ley islámica” (sharía). Entre las directrices que el Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio ha enviado a las televisiones afganas destacan que no emitan películas que incluyan actrices, que los hombres aparezcan vestidos de cuello a rodillas y que las periodistas de los informativos lleven el velo islámico.

En una circular enviada a los medios de comunicación el pasado domingo, el ministerio les pide que no difundan “contenido contrario a la ley islámica o los valores afganos” y que “no promocionen la cultura extranjera y la inmoralidad”. En concreto, exige a las cadenas de televisión que “eviten mostrar películas inmorales” y “telenovelas y series rosas en las que intervengan mujeres”.

Quedan prohibidos los programas de televisión que incluyan “actores en el papel del Profeta o sus compañeros”. También aquellos en que los hombres “estén expuestos de forma indecente”, es decir, que muestren sin cubrir alguna parte de su cuerpo entre el cuello y las rodillas.

Pero, una vez más, son las mujeres las que cargan con la mayor parte de las limitaciones. La prohibición de que se emitan películas con actrices no solo reduce el repertorio al mínimo, sino que hace desaparecer las figuras femeninas de la ficción, como si no existieran en la realidad. Significativamente, el Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio sustituyó el pasado septiembre al Ministerio de la Mujer y ocupó su sede en el centro de Kabul.

Además, requiere que las periodistas “respeten el hiyabcuando aparecen en antena. No está claro si esta precisión significa que va a exigírseles algo más que el pañuelo que utiliza la mayoría, ya que desde que los talibanes tomaron el poder no hay una sola presentadora de televisión que muestre el cabello. Tampoco se sabe si intentan prohibir la sátira con el requisito de que “no se produzcan programas que insulten a una persona”.

Contribuyendo a la confusión, el portavoz del Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio, Hakif Mohajir, ha declarado a los medios que le pedían aclaraciones que “no se trata de normas, sino de directrices religiosas”. Los afectados temen lo peor.

Desde su llegada al poder el pasado agosto, los fundamentalistas han ido avanzando su agenda poco a poco sin llegar a tomar medidas drásticas que pudieran provocar una reacción frontal de los afganos. Periodistas y responsables de medios han navegado en la ambigüedad de un sistema que se hacía visible sin anunciarse, como la visita de responsables talibanes a los estudios de televisión “para ser entrevistados”.

Durante de su anterior Gobierno (1996-2001), los talibanes llegaron al extremo de prohibir la televisión y el cine, convirtiendo el acto de disponer de un receptor o un reproductor de vídeo en un delito susceptible de flagelación. También prohibieron que las mujeres salieran a la calle sin cubrirse con el burka y sin la compañía de un varón. Sin embargo, en su regreso al poder han intentado utilizar a su favor el poder de la comunicación, en particular, las redes sociales, y se han mostrado algo menos estrictos con las mujeres (pueden salir a la calle por su cuenta, pero no se les ha permitido volver al trabajo).

En su primera conferencia de prensa, el portavoz talibán Zabihullah Mujahid dio la bienvenida a los periodistas extranjeros y aseguró a los afganos que podrían ejercer su trabajo con libertad “dentro del marco de la ley islámica”. Pocos días después, la realidad desmentía sus palabras cuando los milicianos disolvían a la fuerza las primeras manifestaciones de mujeres y detenían y golpeaban a varios reporteros que habían acudido a informar de ellas. Numerosos periodistas, sobre todo mujeres, han abandonado el país desde entonces. O tratan de hacerlo agobiados por la creciente censura a sus actividades.

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