Los toros salen del coma y desafían a la pandemia en la Maestranza de Sevilla

El pasado viernes se hizo la luz en la plaza de la Maestranza de Sevilla: el empresario Ramón Valencia presentó los carteles de la temporada, once corridas de toros, un espectáculo de rejoneo y dos novilladas, catorce festejos como catorce soles que vienen a iluminar la profunda oscuridad en que se debate la fiesta de los toros desde marzo del año pasado.

Bien por la empresa Pagés. Muy bien.

Nunca es tarde si la dicha es buena; en este caso se ha hecho esperar, pero estos carteles son la mejor noticia que podía ofrecer este 2021.

El paso al frente del empresario sevillano -un valor en sí mismo al estar suspendida la Feria de Abril- es un soplo de aire fresco, la constatación de que la fiesta está viva y dispuesta a recuperar una parte del tiempo perdido.

¿Habrá sido la Real Maestranza la que ha conminado al empresario a presentar el abono?

Es más importante que haya carteles, -empresario, toreros y ganaderos dispuestos-, que el hecho trascendental de que los festejos se puedan celebrar; si ello no es posible no será porque un empresario no haya trabajado para que se abran las puertas de la plaza y suenen los clarines. Si no celebran será porque circunstancias sanitarias, ajenas al toro, lo impidan.

Pero el mensaje más optimista que el señor Valencia ha comunicado al mundo es que los toros han abierto los ojos, han salido del coma y quieren plantar cara al virus en el albero de la plaza.

Una decisión sustancial la del empresario (vuelta al ruedo para Ramón Valencia) que, de alguna manera, lo redime de su reiterado silencio en la pasada temporada, cuando no abrió la boca ni mostró empeño, -conocido, al menos-, para que la Maestranza celebrara algún festejo a lo largo de todo el año.

¿Qué habrá sucedido para que la empresa Pagés haya tenido el valor de ‘desafiar’ al virus y a la propia Junta de Andalucía al presentar unos carteles sin la seguridad absoluta de que se puedan celebrar?

Responder a esa pregunta es imposible; y no solo porque Ramón Valencia sea un hombre reservado y críptico, que lo es, sino porque es miembro destacado de la patronal de los grandes empresarios taurinos, ANOET, que se caracteriza por su absoluta falta de transparencia y su muy escaso apego al riesgo.

Morante de la Puebla.
Morante de la Puebla. Efe

¿Qué ha sucedió para que el gerente sevillano se atreva a dar un triple salto sin red? Porque, ciertamente, conlleva una inversión económica que, sin duda, será tan elevada como la posibilidad de que el virus impida que la Maestranza pueda abrir sus puertas.

¿Será, acaso, que el gobierno autonómico le ha ofrecido fundadas esperanzas de que le permitirá vender el 50 por ciento del aforo, que el empresario considera condición inexcusable para que los festejos no sean una completa ruina?

¿O, quizá, ha sido la propia Real Maestranza de Caballería, propietaria del coso, la que le ha conminado a diseñar el abono?

No se olvide que la principal fuente de ingresos de la institución maestrante es la taquilla de la plaza, de la que recibe en torno al 25 por ciento de lo que factura cada festejo; téngase en cuenta que las relaciones entre los maestrantes y la empresa Pagés se rigen por un contrato en el que figura un número determinado de espectáculos que se deben celebrar si el tiempo y la autoridad no lo impiden.

¿En qué dificultosa situación quedaría Valencia si no presenta ahora carteles y la crisis sanitaria de abril o mayo permite la celebración de festejos? De momento, incumpliría el contrato con la propiedad de la plaza.

La pregunta, sin duda, quedará sin respuesta, pero ahí están los carteles como la prueba de la mejor disposición, y eso es lo más importante.

Los carteles apuestan por los toros y toreros de siempre, sin un atisbo de innovación

¿Y el abono?

Valencia ha apostado por lo tradicional, lo seguro, sin rendija alguna a la innovación ni el al riesgo; los mismos toros y toreros de siempre, con la excepción inevitable de Juan Ortega y el habitual maltrato a Paco Ureña. Y se nota, vaya si se nota, la mano de Matilla, -al que llaman el amo del toreo, ¡otro innovador…!-, que es apoderado de Morante -cuatro tardes-, Manzanares -tres tardes- y El Fandi y dueño de los toros de García Jiménez.

Pero no es este el momento de destripar los carteles cuando lo importante es que existan, aunque sean mejorables, que lo son.

Sí resulta incomprensible que la empresa haya decidido que aquellos abonados que no accedan a la renovación este año perderán su derecho para las temporadas venideras. Este es un abono especial, y no merecen tamaño desaire los mejores clientes de la empresa.

Así se lo he hecho saber la empresa Pagés en una carta en la que les ha avisado, además, que no se podrán vender dos abonos juntos -normal en las actuales circunstancias sanitarias- para mantener la necesaria seguridad entre los espectadores.

Una vez presentado el abono, todo depende del curso de la pandemia y de la decisión que adopte al respecto la Junta de Andalucía.

Y de algo más: de la presión que haga el mundo del toro.

Este viernes pasado no había nadie en la puerta de la plaza de la Maestranza.

¿Dónde estaban esos miles de empresarios, ganaderos, toreros, apoderados, mozos de espada, chóferes, mayorales, vaqueros, y tantos otros que viven de la fiesta de los toros?

Estaban en sus casas, a la espera de que otros les solucionen el problema de su sustento.

Es evidente que la salud es la prioridad, pero no estaría de más que el mundo del toro expresara su necesidad de que la fiesta se levante de la cama y comience a andar, aunque sea con las vacilaciones propias del enfermo que ha estado en coma muchos meses.

Por cierto, el pasado 14 de noviembre, el actor Dani Rovira grabó en el teatro Soho de Málaga un monólogo que se puede ver en Nexflit. La crisis sanitaria era en aquellos días más grave que en estos días, pero las imágenes muestran un patio de butacas abarrotado de espectadores. Y es un recinto cerrado.

Por otro lado, aún no se ha constatado un brote del virus en ninguno de los festejos que se celebraron en la temporada pasada.

De momento, los toros han salido del coma y, engallados, desafían al virus; quizá por ese gesto de valentía se podría concluir que mucho tendrían que cambiar las circunstancias para que los festejos anunciados en Sevilla no se celebren.

Si así fuera, ojalá, será por el esfuerzo y el empeño de Ramón Valencia y la Real Maestranza, y no por la solidaridad del mundo del toro. Y quien tenga oídos para oír, que oiga…


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