Los vetos cruzados amenazan con perpetuar la inestabilidad en Cataluña


Ismael Peña López es el máximo responsable del dispositivo electoral de la Generalitat de Cataluña y el encargado de que las elecciones del 14 de febrero se puedan celebrar con un riesgo mínimo para la salud. Abrumado por las dificultades que entraña votar en plena pandemia, días atrás lanzaba en las redes sociales una petición que sonaba a súplica: “Queridos políticos: hacedlo bien porque no habrá repetición de elecciones. ¡Tiene que salir a la primera!”. La campaña, sin embargo, se acerca peligrosamente a su ecuador y el riesgo de que el 14-F engendre otro Gobierno débil es muy real e incluso nadie se atreve a descartar por completo una repetición de los comicios. Los vetos cruzados entre partidos para posteriores pactos crecen cada día que pasa.

La cifra mágica es 68. El Gobierno catalán necesita esta cantidad de diputados para asentarse sobre una mayoría absoluta y evitar la inestabilidad de los últimos años. Ningún partido se acerca en solitario a este objetivo, según las encuestas, y serán necesarios dos o incluso tres partidos para formar Gobierno.

Hasta la irrupción del socialista Salvador Illa en la campaña la fórmula que se apuntaba como más probable era una reedición de la coalición entre Junts y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) con apoyos externos de la CUP o de En Comú Podem. Sin embargo, a la creciente animadversión entre los dos principales socios independentistas se le suma ahora que ni el referente catalán de Podemos ni los anticapitalistas de la CUP ven claro un Gobierno con la neoconvergente Laura Borràs. Los primeros porque consideran que Junts sigue estando muy escorado a la derecha por más que los de Carles Puigdemont diluyan su programa. “Nuestras políticas son incompatibles con las de Junts”, resumió ayer Jessica Albiach.

La CUP también lucha por alejarse de la candidata de Puigdemont, hasta el punto de que su cabeza de lista, Dolors Sabater, aseguró ayer que no la investirá, por la investigación judicial que pesa sobre ella por fragmentación de contratos públicos y que la amenaza con una inhabilitación. Aunque la CUP rectificó con posterioridad a su candidata, los mensajes de los anticapitalistas van en la línea de no investir a ningún presidente que no se comprometa con la independencia a corto plazo, algo que ni siquiera los de Puigdemont están en disposición de hacer.

Más allá de las matemáticas puras, en ERC hay cierta división entre los que piensan que la relación con el partido del expresident fugado en Bélgica se puede recomponer —siempre que los republicanos lideren la futura coalición— y quienes abogan por un golpe de timón. Pero para poder elegir apoyarse en Junts o hacerlo en los comunes y socialistas ERC necesita un resultado claramente superior al de sus ahora socios. Si no, lo tendrán muy difícil para escapar de la presión de medios y opinadores independentistas que reclaman un Gobierno de unidad por la secesión.

La otra fórmula de Gobierno que se podría abrir paso es una encabezada por el PSC de Salvador Illa. Pero las encuestas más favorables no le otorgan más de 35 diputados, por lo que tendrá que emplearse a fondo en buscar apoyos. Su objetivo es contar con los comunes, que aspiran a entre seis y doce diputados. Pero le faltaría una veintena más de votos. ¿Podría Illa contar con ERC? A tenor de lo dicho ayer por el candidato republicano, Pere Aragonès, esto tampoco es una opción. Aragonès afirmó en la Cadena SER que “en ningún caso” apoyará a Illa si el socialista gana las elecciones (la víspera había precisado que no lo investiría ni con un voto favorable ni con una abstención). Horas más tarde, en el Congreso, la diputada republicana Montse Bassa llamó al independentismo a “evitar a toda costa” que el PSC esté en el Govern.

Frente constitucionalista

Otra cosa es qué pasará si quien logra el apoyo de los comunes es ERC. ¿Podrían contar los de Oriol Junqueras y Pere Aragonès con el apoyo de los socialistas? En el PSC no quieren ponerse en esta tesitura e Illa evita concretarlo. En ERC, sin embargo, dan por supuesto que podrían forzar al menos una abstención de los socialistas en la investidura y después ir trampeando con apoyos de Junts, de la CUP y también del PSC. “Si logramos un resultado claramente superior al de Junts [cosa que no garantizan las encuestas] sería fácil lograr el apoyo del PSC, especialmente si quieren continuar con nuestro apoyo en el Congreso de los Diputados”, afirman fuentes próximas a Junqueras.

La noche del 14-F las miradas estarán puestas en saber no sólo quién gana sino también si los independentistas mantienen o no la mayoría absoluta. Si lo hacen, Illa no tendrá opciones de pacto para hacerse con la presidencia. Si los independentistas suman menos de 68 diputados [el CIS les otorga entre 59 y 71], se abren posibilidades para los socialistas.

Los independentistas han especulado las últimas semanas con la posibilidad de que Illa se apoyase incluso en Vox si fuera necesario, a lo que el candidato socialista ha respondido con vehemencia: “Vox lo que quiere es mandarme a la cárcel”, ha recordado. Ciudadanos sí se ha ofrecido a Illa para formar un Gobierno constitucionalista, pero las malas expectativas electorales de los de Inés Arrimadas también lo dificultan. Ayer el PP puso condiciones para sumarse a un acuerdo: que Illa se plantee dejar paso a otro candidato: “No vamos a votar al peor ministro de Sanidad de la UE” apuntó el jefe de filas del PP catalán, Alejandro Fernández.

La CUP corrige a su candidata con los pactos

La candidata de la CUP, Dolors Sabater, fue corregida ayer por la cúpula del partido tras afirmar que la investigación judicial que afecta a Laura Borràs (Junts) a la presidencia de la Generalitat por trocear contratos de la administración pública sería un impedimento para investirla. La CUP matizó que su única línea roja es que el próximo gobierno catalán apueste decididamente por dejar atrás la parálisis de los últimos tres años. Información de Àngels Piñol.


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