Lucas Pérez no es ‘riquiño’ para Abelardo


En un entorno cada vez más cerrado como el de los clubs de fútbol, sorprenden fusilamientos tan públicos como el que sufrió Lucas Pérez tras el partido de su equipo, el Alavés, contra el Atlético, que vio desde casa. En la rueda de prensa le preguntaron al técnico, Abelardo, por la ausencia en la convocatoria de uno de sus futbolistas más determinantes, y el mejor pagado de la plantilla. Después de sumar un punto de los últimos 18, y dos por detrás de la línea roja del descenso, el entrenador asturiano no estaba para fruslerías: “Mi foco está en mis jugadores. En el Alavés mi idea es el valor, el coraje, el compromiso y darlo todo por este club. Y quien no quiera hacerlo no merece entrar en este equipo”, zanjó.

Aunque el equipo precise un futbolista de sus características, que la campaña pasada anotó 11 goles antes del confinamiento, siete en jornadas consecutivas, Lucas está fuera. El rendimiento del delantero coruñés llamó la atención del Barcelona, que barajó incorporarlo en el proceso en el que se decantó por Braithwaite. Poco antes el Villarreal había preguntado por Lucas, pero el Alavés le remitió a la cláusula de rescisión de 20 millones de euros.

La luna de miel se torció con el desconfinamiento. No marcó en sus ocho partidos tras el regreso y el equipo entró en una dinámica nefasta que le complicó una permanencia que parecía atada. Esta campaña suma cuatro goles, tres de ellos de penalti. Desde el regreso de Abelardo al equipo en enero, empezó a conocer el banquillo, y en las últimas semanas estuvo en el centro de los rumores sobre una grave fractura en el vestuario, incluso con ramificaciones alejadas de la pelota.

“El ambiente es fantástico. Me parece mal que se le dé importancia a rumores falsos y que puedan tener más fuerza que la verdad”, dijo Abelardo el sábado, horas después de que el club emitiese un comunicado en el que anunciaba acciones legales contra la publicación de “informaciones absolutamente interesadas, infundadas y falsas, que en muchos casos exceden del ámbito profesional afectando a aspectos de carácter personal”.

Fuentes conocedoras de las entretelas de la caseta alavesista confirman las disensiones, que se extenderían incluso a discrepancias entre los pesos pesados del plantel. También apuntan a que en los últimos días se han sucedido las conversaciones para liquidar las disputas e ir todos a una en los 10 partidos que restan. El objetivo es evitar el descenso a Segunda justo en el año del centenario del club, una hecatombe que afectaría a los futbolistas con contrato para campañas venideras. Al frente de esa faena no sólo trabaja Abelardo, sino también un renombrado coach deportivo y empresarial, Joseba del Carmen, antiguo ertzaina que también colabora con el golfista Jon Rahm.

Las palabras de Abelardo apuntan a que Lucas Pérez, a quien resta un año de contrato, no encaja en esa labor de reconstrucción. Para el futbolista es una encrucijada. Camino de los 33 años, llegó en el verano de 2019 a Vitoria después de que el Alavés pagase 2,5 millones al West Ham United. Allí zanjó Lucas su fallida aventura en el fútbol inglés, iniciada tres años antes con un traspaso al Arsenal de 20 millones después de dos deslumbrantes campañas en el Deportivo. Nada había sido fácil para él, un chico criado por sus abuelos, un fuguillas de barrio que deslumbraba en el fútbol base, pero que no recibió la llamada del club de su corazón hasta que con 26 años le rescató del fútbol griego, adonde había llegado tras un desigual periplo por las canteras de Alavés, Atlético y Rayo, y varios años picando piedra en la liga ucraniana.

El día de su estreno de blanquiazul, en Riazor, marcó y lo celebró con una patada en una valla. Ahí sí había coraje. Se convirtió en el ídolo que siempre soñó. Su salida a la Premier le valió un contrato que le aseguraba 12 millones de euros netos en cuatro temporadas y que hizo valer hasta que dejó el West Ham para trasladarse a Vitoria.

Expansivo, cariñoso, pero también con un punto de rebeldía que no todos entienden, Lucas Pérez es, en lo futbolístico, un cañón en la delantera. Incisivo, concreto, pillo, con mucha calle y una zurda privilegiada. “Ahora eres rico”, le dijo una vecina cuando salía de un partido en Riazor. “No soy rico, soy riquiño”, le replicó. En Galicia ser riquiño es ser agradable, adorable. No parece que sea como le ve ahora Abelardo.

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