Hoy, quinto y último partido ante el Bayern en el Palau. El Barça de Jasikevicius está a tres partidos de ganar la Euroliga pero, cualquier tropiezo en una de las tres finales, sería un mazazo a la moral y al proyecto. Hoy sólo se ganará el encuentro de desempate si los cracks están acertados y el equipo pone los cinco sentidos como los pondrá la afición. Si se logra el billete para Belgrado, en la Final Four espera un Madrid que con la plantilla más corta está rindiendo mejor y que piensa que algún día importante tocará ganarle al Barça de Saras.
Si se superan estos dos partidos a todo o nada, quizá se repetirá la final de Euroleague del año pasado contra el Efes de Larkin, Micic y esos ex del Barça que siempre hacen el partido de su vida (Moerman y Singleton). Pero hoy sólo existe el Bayern de Múnich. Si el de fútbol se cargó el ciclo de Messi, el de baloncesto -un equipo montado por el hijo de Pesic– busca dar la campanada del siglo. Y lo hará en un Palau que hace dos semanas que ha estrenado iluminación y video-marcador. Por fin, hay definición de imagen en el marcador. Bravo. En cambio, la iluminación es desigual dependiendo de la zona del parquet y proyecta unas sombras que no las habíamos visto en 50 años.
Por cierto, el homenaje al medio siglo de baloncesto del domingo fue, en el descanso, insípido y tristón con el aplauso a las viejas glorias. Cada leyenda merecía más. Y, error de bulto, se olvidaron de las dos ligas ganadas por el Barça femenino. Ni una sola mujer en la pista. Otra sombra.