Hubo un tiempo en que la prensa tenía acceso directo a los protagonistas. Muchas entrevistas se fraguaban al término de cada entrenamiento, coches y aparcamientos se convertían en cabinas de radio y despachos de periódico improvisados. Era habitual, al término de cada partido, observar las carreras de unos cuantos inalámbricos a la caza del goleador del partido, incluso del entrenador campeón de la Liga. Hubo un tiempo, y duró muchos años, en que los periodistas nos contaban la información porque tenían acceso sin cortapisas a la actualidad. Café para todos, sin filtraciones. ¡Qué tiempos!.
Un buen día la historia cambió. Los clubes comenzaron a poner reglas, muros. Se convirtieron en organizaciones multimedia con capacidad de gestionar ‘su información’. Así, podían ponerle filtros y condiciones a la verdad de cara a la opinión pública.
Algunas ciudades deportivas levanta(ba)n un edificio propio para su primer equipo, iniciando una política de aislamiento que no sólo sufrirían aficionados y caza-autógrafos. Había negocio.
A estas iniciativas se sumó la Liga. Ahora, con la reanudación de los entrenamientos, está prohibido el acceso de un fotógrafo si no pertenece al club en cuestión o a la Liga, que se acaba de convertir en agencia de distribución de contenidos, ampliando su radio de acción a la difusión audiovisual de entrenamientos. Generando empleo y riqueza dicen.
Antes los periodistas estaban al filo de la noticia. En cambio, los nuevos tiempos les empujan a seguir redes sociales para informar de si fulano se ha dejado barba… Restricciones que también afectan al consumidor, que exige finales con público mientras le limitan el acceso a la información si no es ‘oficial’. Es la ‘nueva’ lucha por el poder de la información. Es irónico, la controlan desde dentro (ex)periodistas
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