Luis Gerardo Moro, líder de los Jesuitas en México: “Los ‘abrazos, no balazos’ ya son una frase trillada”

Luis Gerardo Moro, líder de los Jesuitas en México: “Los ‘abrazos, no balazos’ ya son una frase trillada”


El provincial jesuita de México, Luis Gerardo Moro.

El padre Luis Gerardo Moro (Puebla, 50 años) acaba de volver de unos días de dolor en la sierra Tarahumara. El provincial de los Jesuitas en México, líder de la orden en el país, viajó la semana pasada a esta región apartada del Estado de Chihuahua para reconocer los cadáveres de los misioneros Javier Campos y Joaquín Mora, asesinados por un líder del narco local dentro de su iglesia. Tras recuperar los cadáveres, los sacerdotes fueron enterrados este lunes en el pueblo de Cerocahui entre ritos católicos y rarámuris.

De vuelta en Ciudad de México, el provincial afirma que la orden no abandonará la sierra Tarahumara, donde tienen centros culturales, clínicas y proyectos de defensa de los derechos humanos. Sin embargo, Moro llama a las autoridades a revisar su estrategia de seguridad ante una ola de violencia que no se detiene y que, con el asesinato múltiple en la iglesia, “traspasó las barreras”. “Esta fórmula de ‘abrazos no balazos’ ya es una frase trillada, que más que prestarse al diálogo parece que produce rechazo”, dice, con voz tranquila, en entrevista telefónica con .

Pregunta. ¿Cómo vio a la comunidad de Cerocahui tras los asesinatos?

Respuesta. Los días inmediatos fueron momentos de dolor, tristeza, sobre todo para la comunidad rarámuri de Cerocahui. El asesinato de los dos padres y de esta otra persona dentro del templo trastocó el orden cósmico de la cultura rarámuri. Conforme avanzaron los días, la presencia de más seguridad y la certidumbre de que los cuerpos serían traídos a la parroquia fueron devolviendo los ánimos. La decisión de realizar un acto de purificación del templo, de velar los cuerpos conforme a la costumbre rarámuri, ha sido una fuente de consolación para la comunidad. Se vivieron momentos de esperanza.

P. ¿Esperanza? ¿Cree que esto marca un antes y un después?

R. Si algo lograron Javier, Joaquín y Pedro, el guía de turistas, fue visibilizar Cerocahui, una población en el olvido. Hay esperanza en que las cosas puedan cambiar, en que las autoridades tomen en serio lo que están pidiendo las comunidades indígenas de la sierra. También queremos apostar a que esto traiga un poco más de seguridad. La violencia o el narco no van a acabar, pero por lo menos este suceso va a hacer que lo que ocurre en la sierra capte más la atención.

P. Ustedes han hablado de la expansión del narco en la zona. ¿Cómo complica eso el trabajo de los misioneros?

R. Ha habido un distanciamiento pactado; ellos no se meten con nosotros y nosotros obviamente tampoco nos vamos a meter con ellos. Están muy definidos nuestros roles. En otros lugares, sí ha habido jesuitas amenazados por decir una palabra de más, por atender a una persona de más. De pronto, no sabes si denunciar porque esa persona que recibe la denuncia quizás forma parte de esos grupos. Esto lo saben los misioneros y creo que también el Gobierno.

P. ¿Han pensado en abandonar la misión de Cerocahui tras los asesinatos?

R. Nunca pensamos en abandonar la sierra. No forma parte de nuestro carisma. No solamente no nos salimos, sino que nos vamos a meter más. Creemos que podemos ayudar también en esos procesos de paz, de exigencia al Gobierno. Nuestra labor no se verá afectada, lo vemos con cierto optimismo. Más aún, yo quería que el padre y el diácono que presenciaron todo salieran del lugar por lo menos una semana a descansar, a que se atendieran psicológicamente. Les propuse eso y la respuesta fue “no, el pueblo nos necesita y no lo podemos abandonar”. Ante un momento así, no queda más que aplaudir la labor de esos hombres.

P. ¿Cómo avanza la búsqueda del asesino?

R. El Ejército nos ha dicho que las condiciones de la sierra dificultan la búsqueda. Además, la gente no quiere hablar porque significa comprometerse y no saben si va a haber represalias. Es una dificultad que se están encontrando las autoridades para localizarlo. Lo único que demandé al Gobierno el lunes es no dejar a la comunidad desprotegida, sobre todo en estos momentos en que todavía no se detiene al agresor. Mientras no se detenga a la persona o al grupo, están en riesgo.

P. Ustedes han pedido un cambio en la estrategia de seguridad del Gobierno. ¿Por qué?

R. Nosotros no queremos sumar a la polarización del país. Queremos construir la paz, que llegue a la sierra Tarahumara y a todo México. Si ello conlleva una revisión de la estrategia, adelante. Yo creo que toda estrategia puede ser revisada y, si es necesario, reformulada. No puede ser algo absoluto. Esta fórmula de ‘abrazos no balazos’ ya es una frase trillada, que más que prestarse al diálogo parece que produce rechazo. En los próximos días, vamos a definir nuestra postura sobre la seguridad. Hemos pensado que tal vez sea necesario presentársela al presidente antes de hacerla pública.

P. ¿Qué elementos de esta estrategia cree que sería necesario revisar?

R. Algo que ha fallado en la Tarahumara y en Chihuahua es la policía municipal. Hace poco, la gobernadora [Maru Campos] nos decía de viva voz que la policía de un municipio había renunciado y los había dejado sin agentes. Nosotros consideramos que a mayor confianza en la policía, mayor participación de las comunidades. Es muy importante la profesionalización de los agentes municipales en estas comunidades. Sabemos que muchas policías están coludidas, compradas, amenazadas, extorsionadas por las organizaciones delincuenciales.

P. El presidente ha rechazado las críticas y ha dicho que muchos de los religiosos no siguen el ejemplo del papa Francisco, y que están “apergollados” por la oligarquía. ¿Qué opina?

R. Yo soy el provincial de los Jesuitas y como dice el dicho “a quien le venga el saco que se lo ponga”. Nosotros nos hemos manejado en total libertad. Obviamente, somos jesuitas y obedecemos al Papa. No lo vemos como algo partidista. Hay gente que se nos ha acercado, que nos pide que tomemos la bandera de la paz. Nosotros ahora necesitamos decidir cuál es nuestra estrategia pastoral porque no buscamos más allá. Si el presidente dice eso que cada quien revise su conciencia. Nosotros somos muy claros en la visión que tenemos de México.

P. La ola de indignación por los asesinados ha sido impresionante. ¿Cree que ha habido una mayor premura para resolver este caso?

R. Que en México se encuentren cuerpos a los dos días… Se oye triste decirlo. Eran dos sacerdotes. Eso pega mucho. Te matan en un bar, en la calle… pero que se metan a un templo y allí te maten, traspasa las barreras. No los mataron por andar metidos en rollos o porque estaban dos bandas a balazos y se cruzaron por allí, sino que van y los matan dentro del templo. Eso causó mucha indignación y la respuesta mundial nos ha tenido conmovidos. Creo que eso también ayudó.

P. ¿Le gustaría ver esa misma reacción para los miles de desaparecidos que hay en el país?

R. No sería cristiano decir que, como ya encontramos los cuerpos y van a aprehender al agresor, ya se hizo justicia. Joaquín, Javier y Pedro representan a los miles de víctimas cuyos nombres no sabemos. Necesitamos que el Gobierno en sus tres niveles actúe para recuperar muchos otros cadáveres en todo México. ¿Cuántas familias están exigiendo los cuerpos de sus hijos, exigiendo la misma justicia que nosotros exigimos? No queremos que se vea que por ser los Jesuitas nosotros sí tenemos posibilidades que otros no tienen. Ya vimos que cuando hay voluntad se pueden hacer las cosas bien. Lo vimos en este caso. Estamos exigiendo que esa misma capacidad se tenga para las personas más sencillas que piden localizar a su hija o hijo.

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