Creo que fue en Vitoria. Lo que si sé es que se trataba de una Copa del Rey y que sucedió en una de aquellas comidas que organizaba la ACB para la prensa. Nuestro querido Eduard Portela nos dirigía la palabra en sus celebrados discursos sin fin. Por aquel entonces, empezaba a despuntar con los júniores un joven y larguirucho jugador del Barça llamado Pau Gasol. Yo lo había visto y me había impresionado su soltura, sus movimientos, su visión de juego, su buen tiro… Y fue entonces cuando dije: “Pau Gasol es un jugador NBA”. Y fue entonces cuando un periodista de Madrid se mofó de mí y me dijo lo que reza en el titular de este artículo: “Macho, ¡cómo os pasáis los catalanes!”. Hay que decir, en su descargo, que en aquella época -cambio de milenio- no había ni por asomo tantos europeos jugando en la mejor liga del mundo.
Luego aquel sagaz juntapalabras radiofónicas y algunos más de cuyo nombre prefiero no acordarme, fueron los primeros en apuntarse al carro del gasolismo, que dominaría nuestro baloncesto en los años posteriores. Marc llegaría poco después.
He seguido la carrera de Pau Gasol en la NBA desde el primer día. Recuerdo su debut en Memphis ante Detroit, un 1 de noviembre de 2001. Pau jugó 17 minutos y anotó 4 puntos y capturó 4 rebotes y, naturalmente, los Pistons ganaron con un Jerry Stackhouse superlativo. Al día siguiente, llevamos a Gasol a la orilla del Mississippí para hacerle un reportaje y mientras estábamos en el coche sonó su móvil. Era Nacho Rodríguez, su antiguo compañero en el Barça. Y Pau le comentó: “Fui de rookie, Nacho”.
Pero su entrenador confió en él. Y al cabo de pocos días, en Dallas, logró 27 puntos ante un tal Dirk Nowitzki y a partir de entonces todo fue in crescendo: novato del año, All Stars, anillos y una carrera larga y brillante, hasta el punto de convertirse en algo así como el Scottie Pippen de Kobe Bryant, su compañero del alma.
He seguido su carrera y ahora cierro el círculo. Estar presente el día que le retiren el número 16 del equipo con más seguidores del mundo, los Lakers, colma mis aspiraciones profesionales y me llena de orgullo. No descarto una lágrima cuando, en un pabellón semioscuro, vea la camiseta amarilla con el nombre de Pau subir lentamente al techo del Crypto.com. Algo habrá, aunque sea muy poquito, con mi rúbrica en todo este ceremonial; quiero creer.
Durante todos los años que he podido viajar al maravilloso mundo de la NBA he aprendido una cosa por encima de todo: el enorme respeto que tienen los americanos por sus veteranos. Algo en lo cual los europeos aún tenemos mucho que aprender. Para un jugador de cualquier liga en Estados Unidos el ceremonial de retirada del número no tiene parangón. Y Pau lo sabe perfectamente. Porque ahora su nombre estará para siempre al lado de Baylor, Chamberlain, West, Abdul-Jabbar, Worthy o el mejor jugador de todas los tiempos, Magic Johnson. Y esto, queridos lectores, no puede explicarse con palabras.
Cabe recordar que las dudas también venían del propio club. Recordemos que el estallido de Pau fue a raíz de la espantá de Ronny Seikaly, una figura venida a menos de la NBA, y que fue gracias a Joan Montes que Gasol pudo demostrar lo que valía. Y que aún así, el FC Barcelona le ofreció a Pau un contrato profesional para ser… el séptimo jugador en la escala de sueldos del equipo. ¡Qué gran visión la de aquel Barcelona! Y fue entonces cuando Pau decidió apuntarse al Draft, salir en tercera posición y de ahí… pasar a la eternidad.