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Macron advierte en Beirut de que sin reformas no habrá ayuda internacional a Líbano



Líbano cumple 100 años este martes mientras intenta renacer de las cenizas del desgobierno sectario, la corrupción endémica y la miseria. Horas antes de la llegada a Beirut de Emmanuel Macron, presidente de la antigua metrópoli colonial, para la conmemoración del centenario, el jefe del Estado, el cristiano Michel Aoun, ha designado este lunes como primer ministro al diplomático suní Mustafá Adib, embajador en Berlín desde 2013. Una mayoría del rompecabezas de partidos confesionales y étnicos –con los chiíes de Hezbolá a la cabeza–, ha dado su aval a este tecnócrata a fin de que pilote la reconstrucción tras la explosión que el 4 de agosto devastó el centro de la capital libanesa. Es la condición que impuso Macron en su anterior visita a la todavía humeante zona cero de la deflagración para canalizar la ayuda internacional.Como tercer primer ministro en apenas 10 meses, Adib afronta el hercúleo empeño de reenderezar un sistema que creció torcido bajo la tutela de Damasco al término de una guerra civil interminable (1975-1990). Sucede al también técnico Hassan Diab –quien dimitió tras la tragedia que se cobró al menos 190 muertos y 6.500 heridos y dejó sin hogar a unas 300.000 personas– y a su mentor, Said Hariri, que en octubre tiró la toalla en medio de la mayor ola de protestas sociales en la historia reciente de Líbano. Ha sido investido por 90 de los 120 diputados del Parlamento como solución de urgencia ante la demanda de El Elíseo de contar con un interlocutor en Beirut.Nada más ser designado, ha prometido configurar un Gabinete de “expertos” con competencias para desarrollar las reformas pendientes desde hace mucho tiempo, informa France Presse. “Es necesario formar Gobierno en un tiempo récord (en contra de la atávica parsimonia de la clase política libanesa) para ponerse manos a la obra”, ha adelantado. La primera misión de su agenda será fraguar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para salvar al país del naufragio económico.Nacido hace 48 años en la ciudad de Trípoli, al norte de Líbano, Adib está casado con una ciudadana francesa y es padre de cinco hijos. Sin apenas experiencia política –fue asesor y jefe del gabinete interno del exprimer ministro Najib Mikati–, su perfil de profesor universitario y alto funcionario le ha permitido sortear el veto que Hezbolá, primera fuerza parlamentaria, había interpuesto a otros candidatos de la comunidad musulmana suní, a la que corresponde el cargo según el reparto de poder pactado tras la guerra civil. Muchos de los jóvenes que han secundado las protestas en los últimos meses han decretado ya en las redes sociales que el nombramiento de Adib viene a ser “más de lo mismo”.Como cuota suní, ha recibido también la bendición del cristiano Aoun y del druso Walid Yumblat. Durante el fin de semana, repetidas llamadas desde El Elíseo a los dirigentes libaneses han acelerado la decisión de los partidos, de acuerdo con fuentes de la Presidencia francesa citadas por Efe, ante la exigencia de inmediata formación de un Gobierno “limpio, eficaz y capaz de poner en marcha las reformas”.“Si abandonamos Líbano en manos de las potencias regionales (en alusión a Irán y Arabia Saudí), habrá otra guerra civil”, había advertido en la prensa francesa Macron, quien encabezó el 9 de agosto una teleconferencia internacional de donantes que ha comprometido más de 250 millones de euros en apoyo a la reconstrucción de las zonas devastadas por la explosión de un almacén con 2.750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut.En medio de la crisis sanitaria de la pandemia, la tasa de paro declarado se eleva al 30% y la mitad de los 4,5 millones de libaneses viven bajo el umbral de la pobreza. El suministro de electricidad solo está garantizado unas horas al día, la inflación se sitúa en el 60% anual, la deuda pública supera el 170% de Producto Interior Bruto y la libra libanesa se ha devaluado un 80% desde el pasado octubre.En este cuadro de caos y ruina, los retos que aguardan al nuevo primer ministro se presentan insalvables mientras se mantenga el actual arbitraje sectario. Como ha dejado escrito la corresponsal de EL PAÍS en Beirut, Natalia Sancha, la trágica explosión ha supuesto un punto de no retorno en Líbano, cuyos ciudadanos la consideran fruto de la negligencia y la desidia del sistema político al completo.


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