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Macron y el ejemplo de Nixon con China



El presidente francés, Emmanuel Macron, es uno de esos líderes que quieren cambiar el curso de la historia. Tras haber dado un vuelco a la política francesa, ha logrado colocar a sus candidatos preferidos al frente de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo, y ahora trata de mejorar la relación de Europa con Rusia.

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Funcionarios franceses comparan la estrategia de Macron respecto a Rusia con la apertura hacia China realizada por el presidente estadounidense Richard Nixon en 1972. Pero la apertura diplomática de Macron parece justo la contraria a la de Nixon. En lugar de cortejar a China para contener a los soviéticos, Macron quiere “facilitar y aclarar las relaciones de Europa con Rusia” con el fin de impedir que Rusia coquetee con China. De esta manera, espera asegurar el control de Europa sobre su propio futuro.
Macron ha hecho su apuesta por una nueva arquitectura de seguridad de una forma típicamente grandiosa, mirándose en el espejo del proyecto del urbanista George-Eugène Haussmann para rediseñar París en el siglo XIX. Su primera medida fue hablar con Putin en el Fuerte de Brégançon, en la Costa Azul francesa, antes de la celebración de la cumbre del G7 en Biarritz el pasado agosto. Sin embargo, desde entonces, los ministros franceses encargados de realizar el plan lo han revertido. En vez de empezar con una agenda de arriba abajo, están tratando de construir la seguridad europea de abajo arriba, y al mismo tiempo tratan de mejorar relaciones con Rusia paso a paso. La hoja de ruta francesa se centra en cinco áreas clave: desarme, diálogo sobre seguridad, gestión de crisis, valores y proyectos comunes.
A finales de agosto, Macron pronunció un discurso en el que esbozó su visión de un sistema de “círculos concéntricos” que abarca varios grados de integración europea y eurasiática. Un acuerdo de esa naturaleza debería asegurar las fronteras de la OTAN y de los Estados miembros de la UE, permitir una relación más productiva con la Unión Económica Euroasiática liderada por Rusia y ofrecer mecanismos de gestión de conflictos regionales, sobre todo el de Ucrania.

A muchos países del centro y del este de Europa les preocupa convertirse en ciudadanos de segunda

El momento elegido para la presentación de la iniciativa tiene sentido. Al igual que el propio Macron, el recientemente elegido presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, creó un partido político de la nada, y llegó al poder con la promesa de acabar con un desacreditado ancien régime. En concreto, Zelenski ha convertido la resolución de la situación de seguridad en Ucrania en una prioridad absoluta.
Macron considera que la gravitación rusa hacia China es, al menos en parte, resultado de una mala gestión de Occidente. No es ingenuo respecto al Kremlin y su agresividad territorial e interferencia electoral. Pero cualquier país en condiciones de plantear ese tipo de amenazas para Europa —cree él— debe ser confrontado en el cara a cara. Como me explicó un funcionario francés: “Lo que vale para Irán y Corea del Norte también vale para Rusia. No podremos influir en ella y llevarla hacia un comportamiento más responsable si simplemente nos escondemos detrás de un muro de sanciones”.
Lo que hace más urgentes los esfuerzos de Macron es el presidente estadounidense, Donald Trump, quien ha confirmado las sospechas de la Francia gaullista sobre la poca fiabilidad de Estados Unidos como garante de la seguridad europea. Mientras Estados Unidos eleve el listón de su conflicto con China, resultará inevitable que preste menos atención a Europa y al vecindario que la rodea (la ex Unión Soviética, Oriente Próximo y el norte de África). Peor aún, los franceses temen que Trump pueda buscar un gran pacto con Rusia, dejando a la UE cercada entre EE UU y China.
La gran preocupación de Macron es la misma Europa. La UE nunca se convertirá en un actor global del siglo XXI si sigue dividida y acorralada por otras potencias. Según la visión de Macron, la reformulación de la relación de Europa con Rusia es el primer paso para garantizar la soberanía europea. “Si no tienes una silla en la gran mesa del poder —me dice un funcionario francés— es porque estás en el menú”. Ciertamente, los franceses entienden el respaldo de otros europeos a las sanciones impuestas a Rusia después de que esta se anexionara Crimea e incursionara en el este de Ucrania; pero temen la inconsistencia en una política más amplia de seguridad para Europa.

La iniciativa francesa debe construir una plataforma creíble de aproximación común a la seguridad

Lo ideal sería que la UE buscara una estrategia de aproximación dual con Rusia, combinando las sanciones con la política de disuasión de la OTAN, mediante un compromiso. La queja francesa es que no existen canales significativos para ese tipo de compromiso, y que las sanciones no afrontan la amenaza general que supone Rusia. “¿Qué le sucedería a la unidad europea —se preguntan los funcionarios franceses— si Moscú hiciera algún movimiento en Ucrania o en Siria y algunos Estados miembros decidieran bloquear la renovación de las sanciones?”. Lo más probable es que significara el fin de la política de la UE sobre Rusia.
Aun así, la iniciativa de Macron plantea muchos interrogantes. Está por ver que Putin tenga algún interés en resolver el conflicto de Ucrania. Incluso, si Europa fuera capaz de alejar a Rusia de China, no está claro que la Administración de Trump lo apoyara y permitiera materializarse la iniciativa europea.
Pero la cuestión más importante está en el lado europeo. A muchos países del centro y del este de Europa les preocupa convertirse en ciudadanos de segunda clase con la estrategia de Macron de “círculos concéntricos”. Otros temen que Macron deje vendida a Ucrania forzándola a terminar el conflicto siguiendo las tesis de Rusia. Y no ayuda que Macron lanzara su iniciativa sin consultar a sus socios europeos, muchos de los cuales ya están inquietos ante el decreciente compromiso de EE UU con la seguridad de la Unión Europea. Funcionarios franceses recuerdan que Nixon no consultó a los aliados de EE UU antes de embarcarse en su misión a China. Pero la credibilidad de Nixon como un halcón en temas de seguridad era incuestionable, mientras que Francia es mirada con sospecha por quienes en Europa Central y del Este temen que sus intereses —también— sean sacrificados en un intento neogaullista de reclamar un puesto en el escenario mundial.
Para tener éxito, Macron deberá probar su compromiso con la soberanía y la seguridad no solo de Europa Central y del Este, sino también de países de la ex Unión Soviética como Ucrania, Georgia y Moldavia. También tendrá que perseguir una colaboración más profunda con los países nórdicos y bálticos, así como con las instituciones relevantes de la UE y con el alto representante para Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell. Sobre todo, la iniciativa de Macron debe construir una plataforma creíble de aproximación común a la seguridad. Si parece que favorece a algunos países frente a otros, tanto ella como su autor terminarán en el menú en vez de en los libros de Historia.
Mark Leonard es director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
© Project Syndicate, 2019
Traducción de Jorge Marirrodriga
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