“¿Las restricciones siguen iguales? No me había enterado. Es un rollo, cada vez que vengo aquí tengo que coger un taxi o dejar el coche en las afueras”. Carmen López, de 54 años, muestra en la calle de Gravina, en el barrio de Chueca, el descontento porque las restricciones en el centro de la capital sigan prácticamente igual este miércoles. Ella pensaba que, por fin, se había acabado Madrid Central. Lo que no sabía es que sí, pero no. Es el día del estreno de Distrito Centro, el perímetro de la almendra central en el que el tráfico rodado está limitado, y que coincide con lo que hasta ahora se llamaba Madrid Central, la zona de bajas emisiones que la exalcaldesa Manuela Carmena implantó en 2018 para limitar la circulación de coches en el centro de la ciudad y luchar contra la contaminación. López, que vive en Retiro, tiene un piso en las inmediaciones, pero al no estar empadronada en él, no puede llegar en su vehículo. Como ella, la gran mayoría de los vecinos consultados para este reportaje desconocen que las reglas han cambiado, pero muy poco.
La nueva ordenanza de movilidad del Ayuntamiento de Madrid, aprobada el pasado 13 de septiembre, ha pasado prácticamente inadvertida para los vecinos y comerciantes del centro de la capital. Además, todavía cuentan con una tregua, porque no habrá multas de las cámaras de seguridad hasta dentro de dos meses, nada más que una comunicación de la infracción. Eso sí, los agentes de movilidad pueden sancionar a quién pillen eludiendo la ordenanza. A excepción del nombre y de la señalización — en fase de sustitución — la ordenanza mantiene el mismo perímetro y la mayoría de las restricciones: como en Madrid Central, está prohibido el acceso prácticamente en todo el distrito centro a los vehículos con clasificación ambiental A y tampoco pueden atravesarla los vehículos con etiquetas B y C, que solo podrán entrar si estacionan en un aparcamiento. El Área de Medio Ambiente y Movilidad ha establecido un operativo de vigilancia especial en 15 puntos de la ciudad, como en la glorieta de San Bernardo, el límite norte de la zona de bajas emisiones, donde este miércoles por la mañana las autoridades sancionaban y no dejaban pasar a los coches sin permiso.
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En la Ronda de Atocha ya no quedan señales de Madrid Central. Sin embargo, tampoco hay trazas de Distrito Centro. Es un punto neurálgico para el tráfico rodado de la ciudad, y una de las vías de acceso a la zona de bajas emisiones. La señalización que anunciaba las restricciones está tapada por bolsas de plástico negras, a la espera de ser remplazada por los carteles con el nuevo nombre.
Carlos García espera en la acera en frente del bar El Brillante a que algún pasajero se suba a su taxi. Sabe que es el primer día de algo nuevo para los conductores de la ciudad, aunque no entiende exactamente por qué ha cambiado la normativa: “No cambia nada, realmente es lo mismo, lo único que han hecho ha sido cambiar el nombre. En vez de llamarse Distrito Central, o Madrid Centro, ahora se va a llamar Madrid 360″. García confunde el nombre de la zona del centro, Distrito Centro, con el de la nueva normativa, Madrid 360, que afecta a más barrios de la ciudad. Y también critica la sustitución de las marquesinas y de las pinturas blancas del asfalto, que le cuestan a las arcas municipales, 185.000 euros, lo que ha sido uno de los aspectos más polémicos de la ordenanza de Almeida. “Está haciendo lo mismo que reprochaba a Carmena”, añade García. “La pintura, los carteles, las obras… es solo un desembolso para los contribuyentes”.
En realidad, no todo es igual en Distrito Centro. Con Madrid Central, los comerciantes con coches sin etiqueta ambiental, conocidos como vehículos A, no podían circular. Con la nueva ordenanza, sí podrán acceder con hasta tres vehículos por local, independientemente de la etiqueta que tengan, a partir del 22 de diciembre. Esto significa una mayor circulación de coches en el centro de la capital. El área de Movilidad asegura que 15.000 comerciantes han sido afectados en estos tres años de Madrid Central. Entre ellos, Elsa Valverde y Mercedes Rodríguez, que trabajan en la floristería más antigua de Madrid. El Jardín del Ángel se encuentra a solo 100 metros de calle de Atocha, y las restricciones de movilidad han afectado este icónico comercio. “Hay proveedores que no pueden llegar aquí, otros que nos piden un sobreprecio en las plantas”, explica Rodríguez. Han escuchado en estos días que algo iba a cambiar, pero no tuvieron el tiempo de enterarse de las novedades de la normativa.
En la charcutería Palacio Márquez, en el barrio de Lavapiés, carniceros y clientes hablan de Distrito Centro. “Es la primera vez que lo oigo”, dice uno. “¿Cómo es que se llama?”, pregunta otro. “Madrid 360″, sentencia un tercero. Gerardo Palacio, dueño de este comercio al lado del mercado de Antón Martín, nunca consideró Madrid Central una amenaza para su actividad: “Me gusta que exista, hay mucha contaminación en las grandes ciudades y hay que hacer algo. Los coches… se pueden dejar en los aparcamientos”.
José Troya es un cliente habitual, vive a solo dos manzanas, en la calle del Olivar. Tenía un coche antiguo, que en 2018 tuvo que cambiar porque no respetaba la normativa. Él encuentra razonables las restricciones a la movilidad. “Hay que pensar en común, esto es el centro de la ciudad, no hace falta tener que llegar con el coche hasta casa”, concluye.
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