Maite Mascort, codirectora de las excavaciones en Oxirrinco: “La lengua de oro era muy importante para una momia”



Maite Mascort, en la sede de la Sociedad Catalana de Egiptología con un ejemplar de la revista que editan.Vicens Gimenez (EL PAÍS)

Empieza a hablar Maite Mascort y la cafetería se llena de arena, tumbas, momias y hasta un peligroso escorpión verde (probablemente un Androctonus amoreuxi). La egiptóloga barcelonesa de 67 años codirige desde 2019 con su colega Esther Pons la misión arqueológica de la Universidad de Barcelona (UB) y el Instituto del Próximo Oriente Antiguo (IPOA) en el yacimiento de Oxirrinco, en El Bahnasa (el Egipto Medio). Pons excava en el sitio desde 1992, cuando empezó con Josep Padró, ya jubilado. La última campaña, que acabó el pasado diciembre, ha sido un éxito rotundo: encontraron una tumba de época saíta (hace unos 2.500 años) intacta, y tres momias con lengua de oro, literalmente.

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Pregunta: ¿Qué hay de nuevo por Oxirrinco, la ciudad del pez que se comió el pene de Osiris?

Respuesta: Excavamos en sectores nuevos, realizamos hallazgos relevantes y, bueno, se ha revisado lo del pez. Creemos que no se trata de que el oxirrinco, del que tomó nombre la ciudad helenística, simplemente engullera el falo del dios y se le venerara por eso, como sustitutivo. A mí me extrañaba que le faltara una pieza tan importante al dios muerto. Es algo mitológicamente más complejo: cuando Set descuartizó a su hermano y dispersó sus trozos, el pez que se tragó esa parte era una hembra y en su interior, con el semen, se regeneró y renació el miembro. Al pez se lo representa siempre con la corona hathorica, la propia de la diosa Hathor.

P. ¡Momias con lengua de oro!

R. Este año tres lenguas, ya sumamos 14. Una momia muy interesante del sector 26 tenía la lengua de oro sobre la de verdad, que se había conservado, muy acartonada eso sí.

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P. ¿Qué función tenían?

R. De protección. Protegían tanto el órgano como el habla. Preservar la capacidad de hablar del difunto para que se explicara en el Más Allá era muy importante. La práctica era habitual en el Egipto romano.

P. ¿Cómo se despertó su vocación de egiptóloga?

R. De niña, gracias a mi abuelo materno. Era oftalmólogo, pero le gustaba mucho la historia. Me llevaba de museos y a ver las ruinas de la Barcelona romana. “De mayor seré arqueóloga”, me dije. Entonces a los 12 años o así me regaló el libro sobre Tutankamón de Christiane Desroches Noblecourt.

P. Caray. Lo habitual era Dioses, tumbas y sabios de Ceram.

R. Era muy especial mi abuelo.

P. Qué mujer Desroches Noblecourt, miembro de la Resistencia contra los nazis, hablaba de tú a tú no sólo con Ramsés II sino con Malraux.

R. ¡Y con De Gaulle! Y fue decisiva en el salvamento de los templos de Nubia por la presa de Asuán. La conocí en el Valle de las Reinas.

P. Dónde sino. ¿Qué ha cambiado en la egiptología?

R. Todo es más científico, antes era más romántica, ahora puede parecer más fría. Se excava mucho y bien, con equipos interdisciplinares en los que hay especialistas en materias muy diferentes. Nosotros hemos tenido hasta un ictiólogo, para estudiar los peces.

P. ¿Le ha supuesto algún problema ser mujer?

R. Ninguno, ni aquí ni en Egipto. En Oxirrinco, los obreros nos han aceptado a Esther y a mí perfectamente. Hay muchas mujeres dirigiendo excavaciones en Egipto. ¿Qué hay que hacer? Lo mismo que los hombres, trabajar con seriedad y mantener el principio de autoridad.

P. ¿Qué se siente al entrar en una tumba inviolada?

R. Respeto. Y emoción y curiosidad. Y felicidad. Es una oportunidad científica única. Había una cámara pequeña, un sarcófago que casi ocupaba todo el espacio, unos nichos con los vasos canopos, para las vísceras, y los ushebtis, las figuritas funerarias, clavadas en la arena frente al sarcófago. Lo canónico es que haya 401: había 399.

P. ¿La momia bien?

R. Con las vendas muy negras por la resina y muy cuarteada por la humedad. Recuperamos todos los amuletos, incluido el escarabajo del corazón.

P. ¿Qué le pide al Año Tutankamón?

R. Además del centenario del descubrimiento de su tumba es el 200 aniversario del desciframiento de los jeroglíficos por Champollion. Le pediría que Tutankamón viva eternamente, pero es evidente que ya es así.

P. ¿Momentos de peligro allá en Oxirrinco?

R. Hay escorpiones y un par de cobras. Pero los obreros saben tratarlos y nos protegen. Uno me gritó: “¡Doctora Maite, quieta!”. Y apartó un escorpión muy raro, verde. Tenía muy mala pinta.

P. ¿Qué misterio de Egipto le gustaría que se resolviera?

R. La verdad, preferiría saber más de lo que pasó en Oxirrinco.

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