“Manifestarse ahora frente a las sinagogas es puro antisemitismo”

Felix Klein, en una rueda de prensa en noviembre en Berlín.
Felix Klein, en una rueda de prensa en noviembre en Berlín.picture alliance / GETTY IMAGES

Quema de banderas de Israel, el ataque a pedradas contra una sinagoga en Bonn… Alemania ha registrado en los últimos días varios incidentes en las manifestaciones convocadas por todo el país en solidaridad con los palestinos que el diplomático Felix Klein califica sin ambages de “puro antisemitismo”. “Cuando atacan las sinagogas, o incluso cuando las eligen como lugar para manifestarse, están haciendo responsables a los judíos de Alemania de lo que ocurre en Oriente Próximo, cuando ellos no tienen nada que ver con los actos del Gobierno israelí”, asegura este jurista, de 53 años, que desde 2018 ocupa el puesto de comisionado del Gobierno alemán contra el antisemitismo. Los actos de hostilidad hacia los judíos han puesto en alerta a las autoridades, que han condenado estos episodios y han anunciado que actuarán con contundencia para impedirlos.

El antisemitismo, una cuestión tremendamente sensible en Alemania, está creciendo y encontrando hueco en internet y las redes sociales, explica Klein durante una entrevista el jueves con EL PAÍS en su despacho del Ministerio del Interior. Tiene dos caras, explica: el relacionado con Israel, el más común, y un “antisemitismo secundario” que banaliza los crímenes cometidos por los nazis.

“La tolerancia debe tener límites, la democracia tiene que defenderse”

Comisionado del Gobierno alemán contra el antisemitismo

Ejemplos de este segundo tipo se han visto en los últimos meses en las manifestaciones contra las medidas del Gobierno para frenar la covid-19 en Alemania. Algunos de los autodenominados Querdenker —el movimiento de protesta contra las restricciones que aúna a negacionistas, conspiranoicos, antivacunas y miembros de la extrema derecha— se han comparado con Sophie Scholl, mártir de la resistencia alemana contra Hitler, o han acudido a las marchas luciendo estrellas de David como las que los nazis obligaban a llevar a los judíos para diferenciarlos.

“Afrontamos un problema tremendo. Por nuestra historia tenemos que estar muy atentos. La lucha contra el antisemitismo en Alemania es algo muy especial, más que en cualquier otro lugar. Somos el país que inventó el Holocausto. No inventamos el antisemitismo, por supuesto, pero en este país hemos visto sus consecuencias más extremas”, subraya Klein. “El antisemitismo apenas desapareció después de 1945. Siempre estuvo ahí, pero durante demasiado tiempo se percibió como un fenómeno que solo ocurre en los márgenes de la sociedad, en el extremismo de derechas o el de izquierdas”, añade.

Con las redes sociales, en un contexto de embrutecimiento del discurso político, los mensajes de odio a los judíos se lanzan sin filtros, alerta Klein. Y no son refutados como ocurría antes si alguien hacía un comentario antisemita en un restaurante o un autobús.

Es complicado poner coto al discurso del odio a los judíos, incluso en Alemania, donde no solo la negación, sino la distorsión del Holocausto, se considera un delito, explica el comisionado. Un ejemplo de ello es Attila Hildmann, un cocinero mediático que cosechó cierto éxito con sus recetas veganas hace unos años y que durante la pandemia resurgió como negacionista, conspiranoico y antisemita furibundo con decenas de miles de seguidores en sus redes sociales. Cuando la justicia quiso reaccionar, fue tarde. Hildmann huyó a Turquía en marzo pasado. “Es una pena que esté huido, pero vemos que la presión del Estado funciona”, asegura Klein.

“Tenemos que defender nuestra democracia con todos los medios a nuestra disposición”. En su opinión, queda mucho por hacer en cuanto a la sensibilización y a saber reconocer lo que es antisemitismo. Pone otro ejemplo, el del ataque a un restaurante judío en Chemnitz en 2018, en plena oleada xenófoba en el Este del país, que fue “un caso clarísimo de delito de odio pero que se investigó inicialmente como ataque a una propiedad privada”.

“Espero que ahora cuando los manifestantes se concentren delante de las sinagogas o de símbolos judíos, los policías y fiscales lo consideren delitos antisemitas. Podrían hacerlo en la puerta de Brandeburgo o en [el bulevar] Unter den Linden. Es perfectamente lícito protestar por lo que está ocurriendo en Gaza y contra el Gobierno israelí. Es libertad de expresión y de manifestación, por supuesto, pero los organizadores deben conocer los límites y no permitir actos antisemitas como la quema de banderas israelíes”, asegura. La ley alemana castiga con cárcel y multas la quema de todas las banderas extranjeras desde 2020. Es una de las iniciativas que el jurista ha impulsado desde su cargo, creado en 2018 por los acuerdos para formar el Gobierno de coalición entre los conservadores de Angela Merkel y los socialdemócratas. Klein no pertenece a ningún partido.

Aumento de delitos

El auge del antisemitismo en Alemania se traduce en las estadísticas. Los delitos de odio contra los judíos aumentaron un 15,7% en 2020, hasta un total de 2.351 casos. La gran mayoría, destaca Klein, los cometen individuos de la ultraderecha. “La tolerancia debe tener límites”, sentencia el comisionado. “Lo hemos aprendido de nuestra historia. La república de Weimar no pudo defenderse. Los enemigos de la democracia derrocaron el sistema político con los medios de ese sistema político, que fue demasiado tolerante. La democracia tiene que defenderse”, reitera.

Klein pide a las ciudades que prohíban el uso de la estrella de David en las manifestaciones de los negacionistas de la pandemia, como ya ha hecho Múnich. Asegura que el consenso de los partidos para luchar contra el antisemitismo es total, pero cuando se le pregunta por la ultraderechista Alternativa para Alemania, que relaciona el antisemitismo con los inmigrantes musulmanes, contesta: “Lo que dicen no es cierto. Toleran la trivialización de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. Claro que hay antisemitismo en las comunidades musulmanas, pero no tenemos que señalar a un solo grupo. En Alemania no es un problema importado”.


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