Tras una fractura en el húmero derecho, tres operaciones y un año de desconexión, Marc Márquez no pudo en todo el curso pasado clasificarse más que una sola vez en la primera línea de la parrilla. Fue en Austin, su circuito fetiche, en el segundo tramo de la temporada, donde logró su segunda victoria del año. Ganó también la siguiente carrera, en Misano. Y volvió a encerrarse en casa tras otro accidente que le causó diploplía, un problema de visión doble. Aquello no solo le alejó de las carreras hasta este domingo, cuando volverá a competir en la primera cita de la temporada en Qatar (a las 16.00, en DAZN), sino que también frenó el trabajo de recuperación en ese dañado brazo derecho. Su estado físico era la gran incógnita de este fin de semana. Pero a juzgar por sus palabras después de clasificarse tercero en el circuito de Losail no tiene por qué ser un impedimento para la carrera inaugural del campeonato del mundo, cuyo cetro aspira a recuperar el piloto del equipo Repsol Honda dos años después.
Así lo asegura. Sin esconderse. A pesar de que la igualdad es máxima en la parrilla de MotoGP. Y lo hace porque, por fin, se siente bien. Porque sabe que no es el piloto más rápido de la parrilla en Qatar –un circuito que, por otro lado, nunca se le dio especialmente bien y donde solo cuenta una victoria en MotoGP, en 2014–, pero también que está para pelear, al menos, por el podio. Se confiesa “muy contento”. Y explica que se ha levantado, un día más, sin dolor en el cuerpo después de intensificar los estiramientos. “Esto el año pasado era una pesadilla. Poder pilotar durante todo el fin de semana sin pensar en tu condición física es un gran cambio”, afirma. Se le nota. No podía ocultar su sonrisa a su llegada al parque cerrado.
En el circuito de Losail, donde el polvo del desierto, la humedad y los drásticos cambios de temperatura complican la comprensión del rendimiento de motos y pilotos, vuelan las Ducati, impulsadas por un motor estratosférico, sorprenden las Suzuki, tan dulces en el paso por curva como competentes en la recta, se afianza la Honda, la más amigable de los últimos años, y la Yamaha sigue acusando la escasa potencia de su propulsor, principal queja del campeón del mundo Fabio Quartararo.
El francés, que se vio obligado a jugarse el tipo en la repesca, no pudo más que clasificarse 11º. Su ritmo para la carrera, a pesar de todo, es bueno. Como lo es el de las dos Suzuki, de Alex Rins y Joan Mir, que también acusaron el rendimiento de su máquina a una vuelta y saldrán décimo y octavo, respectivamente, después de unos magníficos entrenos previos. Nadie tiene, sin embargo, la explosividad de Jorge Martín (Pramac Ducati) en este trazado en el que ya sorprendió como novato hace exactamente un año. Se llevó la pole el madrileño después de pelearla con Marc Márquez, que se siente competitivo y a quien se ve disfrutón encima de la moto. Los dos, igual de listos, aprovecharon los rebufos de la recta de meta para rematar una buena vuelta que les dejara bien posicionados para este domingo.
El de Honda cayó al tercer puesto al final de la sesión, sorprendido por un genial giro de Enea Bastianini (Gresini Racing), otro de los que dio la campanada el curso pasado y que pilota una de las ocho Ducati que forman en parrilla. Una barbaridad que, aunque este sábado deje a sus pilotos oficiales algo rezagados –especialmente a Bagnaia, noveno; no tanto a Miller, finalmente cuarto–, tendrá, seguro, un efecto positivo sobre su rendimiento a lo largo de la temporada.
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