Marc Márquez: “Tengo que tragarme el orgullo”


Marc Márquez (Cervera, Lleida; 28 años) no está acostumbrado a que le den el papel de actor secundario. Y se rebela. Algunos días. Como Los figurantes de la obra teatral de José Sanchis Sinisterra. Busca actuaciones estelares en escenarios conocidos, como hizo en Sachsenring o Austin, mientras se pelea con su otro yo, el que asume que después de tres operaciones en el húmero derecho y de pasar un año sin montarse a una MotoGP no es hoy ni el chico ni el piloto que era. Ahora, séptimo del Mundial, lo busca encima de su Honda. Este domingo (a las 14.00, en DAZN) lo hará en el circuito de Misano.

Pregunta. ¿Duerme bien?

Respuesta. Después de las carreras duermo mal, durante dos o tres días y especialmente el día después de la carrera. El resto de días ya descanso bien. Yo era de los que dormía del tirón, pero desde la lesión y hasta este verano me he estado despertando tres, cuatro o cinco veces por noche, incómodo, cambio de posición, me pongo un cojín debajo del brazo para poder descansar…

P. ¿A qué sabe ahora la victoria?

R. Lo dije en Austin, cuando estábamos celebrando con el equipo dentro del box: ¡Esto parece un Mundial! Es diferente. Ganar antes no es que fuera rutina, pero lo vivíamos como: vale, hemos ganado; la siguiente. Ahora es más: buah, hemos ganado, celebremos, porque no sabemos cuándo llegará la siguiente. Es más especial. Pero también porque hemos sabido entender en qué momento estamos. Y cada fin de semana los objetivos deben ser más realistas.

P. En su último triunfo, en Austin, dio mucha importancia a poder hacer la carrera que había planeado, ¿por qué?

R. Antes me adaptaba mucho a lo que requería cada situación; ahora me siento más cómodo si soy yo el que gestiona la carrera. Como es tan imprevisible cómo me encontraré en una carrera, cuando me siento bien tengo que atacar; y cuando me siento mal, me tengo que reservar. Cuando estás delante, eso lo puedes hacer: puedes gestionarte como quieres, no como demandan los rivales.

A la que me embalo un poco, no me salen las cosas

P. ¿Cómo afecta el estado de su brazo derecho a su estilo de pilotaje?

R. Una de las cosas que quiero mejorar es que siento demasiada diferencia entre cómo percibo lo que hago en las curvas a la derecha y en las que son a la izquierda. Y eso no es culpa de la Honda. Es por mi posición en la moto. Hay demasiada diferencia entre un lado y otro. Pilotar así sigue siendo difícil para mí. A la que quiero ser natural, cometo errores, me caigo, me salgo de la trazada…

P. ¿Cómo de frustrante es no poder pilotar como quiere?

R. Es frustrante hasta que lo entiendes. Era muy frustrante al principio de la temporada. Y eso me hacía, también, caerme más, porque buscaba ir más de lo que podía. Enseguida me di cuenta de que cuando no se puede, no se puede. A la que me embalo un poco, no me salen las cosas. En Silverstone me embalé un poco demasiado y ya no me salió el adelantamiento como yo lo preveía [se coló en una curva y tiró a Jorge Martín, a quien pidió perdón]. Y no es porque no lo sepa hacer, sino porque intenté hacer algo que ahora no me sale. Por eso tengo que entender la situación en la que estoy y ser realista. Y tragarme el orgullo. Cuando no se puede, hay que aceptarlo.

P. Kevin Schwantz cree que una lesión como la suya es algo que siempre tienes en la cabeza.

R. Mentalmente, la lesión no me frena en absoluto. Cuando estoy en carrera no pienso en si me duele más o menos. Soy el primero que intenta evitar hablar de este tema en el box. Cuando mi equipo me pregunta, respondo, pero intento seguir a la mía. No compito pensando que estoy lesionado. Pero la molestia directa, el dolor, es lo que te hace pensar y te impide pilotar igual. Tampoco es lo mismo afrontar un fin de semana pensando solo en la moto, en la puesta a punto, en hacer un montón de vueltas… que hacerlo pensando que tienes que hacer dos vueltas lanzadas en el primer libre y tres en el segundo porque tienes que reservarte físicamente para el día siguiente.

P. “Salgo a Malasia hoy y lo primero que hago es mirar el cielo. Si lo veo muy nublado, esa curva no la hago igual”, confesaba hace unos años en referencia a la caída que le tuvo cinco meses sin subirse a la moto en 2012. ¿Le pasó lo mismo este año en Jerez cuando volvió a la curva tres?

R. Me pasó, sí. Cuando el jueves hacía unas vueltas con la bici por el circuito, me vino a la cabeza. No lo negaré. Me acordé de la caída, me quedé mirando el sitio en el que acabé. Y luego, el viernes, durante el primer libre con la moto no pasé por aquel punto como siempre. Pero a base de hacer vueltas y más vueltas conseguí olvidarlo. Si tienes miedo, cortas gas. Y eso a mí no me pasa. Una de las cosas que hice al volver a Jerez fue asumir que pensaba en el accidente. Pero le pedí a mi equipo que revisara la telemetría y la comparara con los otros pilotos de Honda: resultó que yo era el que pasaba por aquella curva más rápido.

P. Después de su primera victoria tras la lesión, en Sachsenring, se derrumbó al llegar al box y frente a las cámaras. “Ha sido duro”, dijo. ¿Qué fue lo peor?

R. Pasó tanto tiempo y fue todo tan largo que fue muy duro. Y lo fue especialmente por la desazón esta de no saber qué pasará, de no tenerlo controlado; de ir a un sitio y que me dijeran que no sabían qué estaba pasando, que el hueso no soldaba y no sabían por qué; de ir a otro y que me dijeran que el brazo quedaría bien para hacer vida normal. ¡Arregládmelo!, pedía. Pero no, me decían, no se puede todavía, te tienes que esperar: un mes, dos meses, y yo seguía teniendo la misma sensación. Y no se podía volver a abrir el brazo así como así. Toda esa incertidumbre provoca ese sentimiento de desazón. Volver y además ver que existe realmente una limitación física también fue una decepción. Pensaba en volver y me hubiera gustado volver como después de las otras lesiones: vuelves, tienes un poco de molestia durante unas cuantas carreras, pero tiras, y sigues. Y punto. Pero estar todo un año así, volver a correr y ver que vas mejor una carrera, pero a la otra vuelves a dar un paso atrás. Y no sabes por qué. Todo eso pesa psicológicamente.

P. ¿Ya se ha deshecho de esa desazón?

R. Me la voy quitando de encima poco a poco, pero todavía está ahí. Porque no piloto como quiero. Y mi objetivo, aunque no llegue a pilotar como hacía antes, es pilotar de manera aceptable, sentirme yo, caerme y entender por qué. Ahora me caigo y es porque cometo errores de novato. A veces cambio mi posición encima de la moto sin darme cuenta porque estoy cansado. Nunca había pasado tantas horas en el fisio como este año y el pasado. Y ahí sigo, con el fisio, con infiltraciones para la inflamación, con calmantes para poder aguantar una carrera. Todo eso es una preocupación que no quiero tener en un fin de semana de carreras.

P. ¿Tiene inflamación después de un esfuerzo, todavía?

R. Sí, a la que hago un esfuerzo, si descanso tres días estoy bien. Perfecto para hacer vida normal. Pero a la que fuerzo un poco, ya sea en el gimnasio o en la moto, aparece el dolor. Y me cambia el carácter. Hoy estoy contento y me río porque no me duele, pero todos los días no estoy igual. Ahora ya no puedo ir tanto en moto: entre grandes premios, voy un día; si puedo, dos. Yo antes no me bajaba de la moto entre carrera y carrera.

No era capaz de aceptar que no estaba para ganar

P. Los ídolos también sufren. Pero tipos como usted nunca gustan de mostrar sus debilidades en público.

R. Evidentemente que no me gusta. Los puntos débiles, que te los encuentren. Para qué enseñarlos. Claro que hay ciertos momentos o situaciones que no puedes controlar. A mí me gusta controlar las emociones, llevarlas por dentro. Pero hay momentos en que explotas por algún lado. También es cierto que las situaciones difíciles, como las que he vivido este año, te ayudan a ser más fuerte. Una de mis flaquezas era no ser capaz de aceptar que no estaba para ganar, que no podía ir rápido encima de una moto. Este año lo estoy entendiendo. Y si en un entreno quedo el noveno, lo asumo; ya vendrán momentos mejores. Yo era de todo o nada. Ese era uno de mis puntos débiles. Estoy trabajando en él y espero que me sirva en el futuro.

P. ¿Un rival que se desmorona es un rival más fácil de vencer?

R. No, por explotar o mostrar tus emociones no eres menos rival. Si ha acabado una carrera con el resultado que sea y luego te desmoronas es porque controlas tus sentimientos encima de la moto, porque sabes diferenciar. En cambio, un rival que pierde los papeles en la pista, sí es menos rival. Porque es más fácil que vuelva a perder los papeles.

P. ¿Le dijo a Honda el año pasado que no le pagara íntegra su ficha al no haber competido prácticamente en todo el curso?

R. Sí. Hay unos contratos de por medio. Y si hubiéramos aplicado el contrato, me tendrían que haber reducido el sueldo. ¡Que no hice más que una carrera! Me sentí obligado a tener esa conversación. Pero me respetaron y les estoy muy agradecido.

P. ¿Le hace eso tener otra percepción de la gente con la que trabaja?

R. Evidentemente. Ha habido mucha gente que se pregunta por qué sigo en Honda, por qué no he cambiado de equipo. Pero a una fábrica y a un equipo no solo te atan la moto y el dinero, a mí también me ata lo sentimental. Y no es una estupidez. Para otros eres un número, pero yo aquí no me siento un número. Eso es muy difícil de encontrar en el mundo de la competición.

P. Le regaló el trofeo del GP de Aragón a la familia de Hugo Millán, fallecido este año.

R. Sabía que el niño había empezado a correr con mi número, el 93, sabía quién era, sigo las copas de promoción. Y estaba allí, en la parrilla de salida pensando en las palabras que me había dicho su madre: que era su ídolo, su referente, que solo me miraba a mí. Y eso me tocó. Durante el minuto de silencio, antes de la carrera, miré al podio. Me prometí a mí mismo que tenía que acabar allí arriba para dedicárselo a él y darle el trofeo a su madre. No lo sabía nadie.

P. La FIM y Dorna han decidido aumentar la edad mínima de competición.

R. Es muy duro cuando llegan noticias de que un chaval ha perdido su vida. Y difícil de aceptar. Más, cuando ocurre con niños. Era el momento de hacer algún cambio. Cierto que no soy la mejor persona para dar consejos, porque llegué al Mundial con 15 y a MotoGP con 20, pero no es necesario. Subir el límite hará que todos estén mejor preparados, que sean más maduros. Con 18 se cometen otro tipo de errores diferentes de los que cometes con 15. Son buenas noticias para el motociclismo. No pasa nada por hacer los pasos justos y llegar a MotoGP con 24 o 25 años; tienes, al menos, hasta los 35 para competir. Y si no vales, aunque sea duro decirlo, no vales. Muchos tienen que quedarse por el camino.

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