No podría haber caído mejor Marcelino García Toral en el Athletic Club. Tres partidos, un título. En concreto el de la Supercopa de España, después de vencer nada más y nada menos que a Real Madrid y Barça, los equipos punteros de España.
No es algo que le pille de nuevas al técnico asturiano. Hace dos años, cuando todavía era entrenador del Valencia, Marcelino frustró a Valverde, y casi sentenció, en la final de la Copa del Rey, que fue el fin del ciclo de un equipo que acababa de caer rendido en Anfield frente al Liverpool.
Marcelino es un estratega, es uno de esos entrenadores de método, muy valorado entre sus colegas por su conocimiento del rival y el estudio que hace. Y lo volvió a clavar. Obligó al Barça a jugar a un ritmo lento, no poder combinar por dentro y lo secó, casi sin oportunidades, intentando exprimir los robos. No tanto como el Valencia, donde tenía jugadores de más calidad en la transición, pero lo suficiente como para mantener pendiente a la zaga azulgrana.
Dobles presiones, asfixiando a Messi y tapando esos carriles interiores. La única debilidad, y que aceptó, fue dar alguna ventaja a Jordi Alba, que las dos que llegó más libre las aprovechó, pero que en el resto lo hizo muy marcado.
Al final, Marcelino se lleva otro gato al agua y se pone en el bolsillo a toda la afición del Athletic, que a pasado de verlas negras a celebrar un título como la Supercopa. Ni tan mal.
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