“¿Con esa carita, cómo escribes cosas tan feas?”. Siempre, en todas las presentaciones de sus libros, alguien le hace esa pregunta a Liliana Blum (Durango, 1974). Pelirroja, con cara de no haber roto un plato nunca, la mexicana canaliza a través de sus ficciones muchas de las violencias que asolan su país. Un día, cuando las estampas de cadáveres colgando de los puentes amenazaban con formar parte del paisaje cotidiano, secuestraron a su cuñada. “Ese día agarré a mis hijos y nos mudamos”. Desde entonces la violencia empapa toda su obra. La violencia estructural y la íntima; la social y la familiar. También permea su último libro de cuentos, Tristeza de los cítricos, que ahora publica Páginas de espuma.
De pequeña quería ser…
Pues primero, nada. Luego ya escritora, cuando llegué a la adolescencia.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
Como consejo no, pero como ejemplo, ser siempre honesta.
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
¿Cuánto tiempo?
“Mataría por haber escrito la trilogía de Oryx y Crake, de Margaret Atwood”
Mmm… una hora.
Pues con Johnny Depp, aunque esté ya feo y decadente. Le diría que dijera frases de Willy Wonka.
¿Algún sitio que le inspira?
No es que tenga un jardín muy bonito, porque he cambiado mucho de casa. Pero un lugar con césped y mis perras.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
No recuerdo exactamente cuándo, pero en las últimas dos semanas. Fue de dolor.
¿Cuál ha sido el mejor regalo que ha recibido?
¿Hay que decir que mis hijos?
No necesariamente.
Mejor, porque no los siento como un “regalo”. Pero las cosas materiales no son lo mío… Es un buen regalo que me hayan invitado a la Feria de Bogotá. Y publicar este libro en Páginas de espuma.
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
Es difícil que me hagan reír. Pero hay un autor uruguayo, Leo Maslíah. Tiene varios libros muy graciosos. Por ejemplo, El lado oscuro de la pelvis.
¿Qué libro mataría por haber escrito?
Depende de a quién matar… Mataría por haber escrito la trilogía de Oryx y Crake, de Margaret Atwood. Hay gente a la que mataría con menos problemas que a otros, claro…
¿Cuál es su gran experiencia?
Pues no es una experiencia bonita. Un día mi hijo, que no es muy ágil, llegaba a casa y se olvidó las llaves. Intentó trepar por la casa del vecino, que tiene unas rejas puntiagudas. Se cayó y quedó clavado del brazo. Yo no estaba. Lo encontré en el hospital y sufría tanto… Se le veían el hueso y los tendones.
En una fiesta de disfraces, ¿de qué se disfrazaría?
Pues de Pennywise [la forma de payaso del antagonista de It, de Stephen King]. Cuando hago novelas sigo los pasos de Stephen King, me enfrento a él. Es el único que me mantiene en vela y quiero saber cómo lo hace.
¿Dónde no querría vivir?
Lo siento, pero en el DF [Ciudad de México].
¿Qué la deja sin dormir?
Saber que voy a viajar, y si mis hijos tienen un problema.
“A López Obrador le diría que fuera más humilde y se dejara asesorar”
¿Y al dormir tiene algún sueño recurrente?
Pues hace mucho que no, pero que se me pierden los hijos pero cuando eran chiquitos. Sí, el que lo lea pensará que soy una madre mexicana obsesionada.
¿Cuál es su olor preferido?
Las mandarinas… Y el pan recién hecho.
¿Qué personaje del cine o la literatura se asemeja a usted?
Pues me dijeron que a Julianne Moore en Hannibal. Me gusta ese personaje, persiguiendo a Anthony Hopkins.
Respecto a su trabajo, ¿de qué está más orgullosa?
De mis dos últimos libros. Este y la novela [El monstruo pentápodo, de 2017].
¿Cómo ve el futuro mexicano?
Bien jodido. Me hace pensar en salir de allí si se reelige este presidente.
¿Y qué le diría a López Obrador si lo tuviera delante?
Piiii… [imita el pitido de censura]. Le diría: déjate asesorar por alguien que sepa de economía, y de todo lo demás. Sé más humilde. Y haz algo contra la violencia. Para eso tenemos un Ejército.
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