María Jimena Duzán: “Aspiro a que no me maten, con eso estoy contenta”

La periodista María Jimena Duzán en su oficina en Bogotá, el pasado 22 de marzo.
La periodista María Jimena Duzán en su oficina en Bogotá, el pasado 22 de marzo.Camilo Rozo (EL PAÍS)

María Jimena no usa guion en sus programas, confiesa la gente de su equipo mientras observamos por la ventana una clásica tarde de lluvia bogotana. En ese momento, vemos a María Jimena Duzán (Bogotá, 1960) bajarse de un coche en la calle y correr a toda prisa hacia el edificio para no mojarse. En unos minutos descubriré por qué no necesita libreto. La periodista e investigadora, sentada en el sofá de su oficina, suelta un torbellino de ideas y conceptos que podrían alimentar el caos existencial en el que vivimos, pero resulta que, mágicamente, todo adquiere un sentido preciso. Mientras hace en el podcast su equipo verifica fechas, nombres, hitos. Rara vez se equivoca, dicen. Resulta que Duzán tiene Colombia en la cabeza.

Pregunta. ¡Heredó una columna cuando solo tenía 16 años!

Respuesta. Mi papá trabajaba en el periódico El Espectador y yo la continué. Fue una vergüenza, tengo que reconocerlo. Para superarlo le pedí expresamente al director, Guillermo Cano, que me enseñara a hacer periodismo. Quise ser una reportera total.

P. Pablo Escobar asesinó a Cano por revelar que era un narcotraficante, algo que hizo la unidad de investigación que usted integraba.

R. Eso le quitó la dignidad a Escobar como congresista. Poco después se fugó y empezó una guerra sangrienta que nunca imaginamos. Eramos chiquitos y no nos dábamos cuenta de lo que nos venía. Mataron a Cano y después pusieron una bomba en la sede del periódico. Nos tocó a todos irnos del país, todo se desmanteló.

P. Por esa época también mataron a su hermana.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.

Suscríbete

R. Se llamaba Silvia Duzán, la mataron mientras hacia un documental. Hay una generación entera de Colombia que fue desaparecida en esta guerra. Todos contra todos. Las guerrillas amenazaban un establecimiento feudal y este se armó y así nacieron los paramilitares. Nunca imaginamos que el monstruo iba a ser tan grande.

P. Una de sus tesis como investigadora es que Escobar cambió las élites del país.

R. Llegó al Congreso, es decir, los narcos entraron en política. Muchos de los que entraron con él ahí siguen. Han cambiado su pasado, sus nombres e intentan limpiar sus fortunas, pero son ellos. Por eso digo que Colombia es una mafiocracia. El problema no es el narcotráfico, como se cree habitualmente, sino la acumulación de capital que este hizo hace 30 años en las regiones y que creó las élites que ahora controlan el país.

P. Muchas de sus investigaciones se dirigen contra los Char, una familia de Barranquilla, ciudad de la costa famosa por su carnaval.

R. Eran lavadores de un cartel, según una investigación, y ahora están en política. Escobar consideraba que el poder del narco tenía que democratizar la burguesía colombiana, hacer que nuevos ricos ocuparan el poder. Ha ocurrido.

P. Odia la palabra reinventarse. Se la repiten ahora que empezó a hacer podcasts.

R. Me harté de escuchar que los periodistas, por la crisis de los medios, tenemos que reinventarnos. Me mama. El periodismo sigue siendo el mismo, solo que hay diferentes plataformas para contar las historias. Esto es un desafío. A mí me parece lo máximo.

P. ¿La realidad puede ser mejorada por las consecuencias del trabajo periodístico?

R. Trato de ser optimista, pero me cuesta serlo. Conoces tanto el monstruo que te preguntas para qué sirve esta vaina. Aunque cuando veo a Álex Char (fue precandidato presidencial sin éxito) sacar una votación tan mala me emociona. Con eso me basta, no quiero tumbar ministros. Lo que aspiro es a que no me maten, con eso estoy contenta. Y aspiro a construir cierta cultura y cierta reflexión en la sociedad.

P. Fue la sombra en Chile durante tres días del candidato de izquierdas, Gustavo Petro, el favorito a presidir Colombia este año. Después escribió un reportaje. ¿Quién es este hombre tan expuesto y a la vez tan misterioso?

R. Es un personaje hermético, al que le gusta bailar salsa. En la crónica conté que, mientras los políticos que rodeaban a Boric iban en tenis y muy informales, Petro llevaba unos zapatos Ferragamo y un cinturón Gucci. Él era más radical en lo económico que ellos. Titulé ese reportaje Petro ya no es mamerto, como se le dice aquí a los izquierdistas. Hasta hace poco ser de izquierdas era como ser lesbiana, la misma crítica feroz. Si gana, va a ser el primer presidente de izquierdas desde que Simón Bolívar se independizó de España. Y eso es un gran historia que contar.

P. Dígame, ¿por qué en Colombia, a pesar de todo esto que hemos hablado, se puede vivir sabroso?

R. Por el baile y por su diversidad. Por la guerra, los colombianos no conocen bien su territorio. Conocen más Miami que el Vichada. Ahora, después del acuerdo de paz, se puede viajar más. Ya era hora, carajo. Antes al sur solo iba con la guerrilla o el ejército. Ahora voy sola, a conocer y a entender. Y por la música, que me fascina. Para nosotros una manera de descansar es salir a bailar. Pensé que era así en todo el mundo, pero no. ¡Solo aquí!

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región

Contenido exclusivo para suscriptores

Lee sin límites


Source link