María Vieito, la oncóloga que nos hace sentir únicos

“No nos conformamos cuando un fármaco funciona con un paciente. El paso siguiente es saber por qué no lo ha hecho en otros casos para eliminar ese mecanismo de resistencia”. María Vieito es oncóloga e investigadora clínica en la Unidad de Investigación de Terapia Molecular del Cáncer-CaixaResearch, en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. En ella, se desarrollan más de un centenar de ensayos clínicos con fármacos innovadores, muchos de ellos terapias personalizadas, cuyo éxito o fracaso depende de las alteraciones genéticas que han causado el tumor. La clave está en seleccionar el ensayo más adecuado para cada paciente, algo que pasa por poder acceder a técnicas avanzadas de diagnóstico molecular.

Un proceso tan complejo como la propia biología humana y en el que está centrado el Grupo de Diagnóstico Molecular con el que colabora Vieito dentro de su hospital: “Estamos descubriendo que debemos tener en cuenta cada vez muchos más factores. Cada persona es un mundo. Dos personas pueden tener un tumor del mismo tipo y haberlo adquirido por mecanismos completamente diferentes”, comenta. Para ello, una vez que los pacientes son valorados, se realiza un perfil molecular de su tumor.

Cuando se halla una alteración, se intenta identificar un ensayo clínico con fármacos diseñados para atacarla. Pero eso no siempre es posible: “Desgraciadamente, hoy no tenemos tratamientos que ataquen a todas las mutaciones, aunque el número de ellas que podemos tratar aumenta cada año”, puntualiza. Otra ventaja es que muchos tratamientos personalizados están teniendo eficacia fuera del tumor en el que se descubrieron por primera vez: “Vemos cada vez más tratamientos en los que, si tienes la mutación correcta, van a funcionar independientemente de si tu tumor se ha originado en el pulmón, la mama o en cualquier otro órgano”, precisa.

La financiación como clave

Extraer este material genético y analizarlo es fundamental para saber si un paciente encaja o no dentro de un ensayo clínico. Y, para ello, la financiación es fundamental. En el caso de la Unidad de Investigación de Terapia Molecular del Cáncer del Vall d’Hebron, el apoyo de la Fundación La Caixa ha sido clave, al destinar más de siete millones de euros a proyectos pioneros para avanzar en estos tratamientos y poner así a disposición de los pacientes, desde 2015, estos análisis moleculares, cuyo costo fuera de la sanidad pública sería de miles de euros: “Ha sido muy importante que pudiéramos contar con estos recursos. Sin esa inversión habría sido imposible que se hicieran muchos ensayos clínicos, porque simplemente no hubiéramos encontrado a los pacientes adecuados”, comenta la doctora.

Siempre me han apasionado los mecanismos que hay detrás de una enfermedad. El cáncer es probablemente la más compleja y, además, me ha tocado muy de cerca

María Vieito, oncóloga

Las administraciones públicas han empezado a incluir técnicas de este tipo en su cartera de servicios, pero Vieito opina que: “En comparación con otros países de nuestro entorno, se ha hecho tarde, y de manera descentralizada, por lo que se ha creado una situación de desigualdad en el acceso a la medicina personalizada”. Y eso, a pesar de que, según el Índice de medicina personalizada de precisión, impulsado por la farmacéutica Roche, España está entre los países europeos con mejores condiciones para integrar en el futuro esta medicina personalizada. La digitalización de la sanidad, el avance del big data biomédico, las infraestructuras de nuestro sistema y el acceso de los pacientes con cáncer a recibir terapias hacen que nos situemos a la cabeza en Europa.

De qué depende la participación de un paciente

Vieito quería dedicarse a la oncología desde que conoció el trabajo de laboratorio en su etapa universitaria. “Siempre me ha apasionado saber el porqué de las cosas, los mecanismos que hay detrás de una enfermedad. El cáncer es probablemente la enfermedad más compleja que existe y, además, me ha tocado muy de cerca; le suele ocurrir a muchos otros oncólogos”, reconoce. Desde el año 2016 compagina su labor en la Unidad de Desarrollo Clínico de Fármacos, donde trata a pacientes con cualquier tipo de tumor, con la atención a personas con tumores cerebrales.

Fue uno de esos días cuando conoció a Begoña Compañon, a la que le detectaron un tumor de parótida hace 10 años. En una de sus visitas recurrentes al Instituto de Oncología del Vall d’Hebron, le confirmaron que se había extendido al pulmón. El análisis molecular fue la clave: “Begoña encajó con uno de nuestros ensayos clínicos. En ese momento no sabíamos si iba a funcionar, era una de las primeras pacientes del mundo, pero sí que vimos que tenía la alteración correcta, una que se encuentra en menos de 1 de cada 100 pacientes. Había que intentarlo”, recuerda.

Begoña Compañon junto a la doctora María Vieito en el Instituto Oncológico Vall d’Hebron en Barcelona.Fundación La Caixa

En el primer escáner las lesiones prácticamente habían desaparecido. Hoy, el tumor de Begoña ha dejado de verse por completo y su enfermedad ha pasado a ser crónica, que se maneja con una toma de medicación al día y visitas cada dos meses con su equipo: “La probabilidad de encontrar tratamientos tan efectivos como el suyo no es muy alta, pero si no hacemos el intento, será imposible saber si una mutación puede beneficiarse de un tratamiento concreto. Hay que seguir avanzando”, asegura la doctora.

Vieito vuelve a resaltar que, gracias al apoyo de la Fundación La Caixa, su unidad valora a centenares de pacientes cada año: “La demanda ha aumentado y hemos podido contratar a más personal, con lo que no hemos tenido que poner ninguna limitación a la hora de aceptar a todos los pacientes que lo deseen o hayan sido derivados por sus respectivos oncólogos”, enfatiza. Ese equipo, hoy, está formado por siete médicos y más de un centenar de personas incluidas enfermeras, farmacéuticos, coordinadores de investigación y resto de personal de apoyo, dedicados principalmente al desarrollo de nuevos fármacos.

Al recibir una petición para participar, evalúan minuciosamente cada caso porque “no sería ético ofrecer un tratamiento experimental si la enfermedad está ya controlada o hay tratamientos aprobados que se puedan intentar primero”, puntualiza la doctora. Si finalmente hay un ensayo clínico disponible en el que ese paciente pueda encajar y decide participar, la doctora les advierte de que, “si supiésemos que el tratamiento funciona, no sería un ensayo experimental. Siempre tenemos la esperanza de encontrar fármacos que ayuden a los pacientes, pero si vamos a ciegas la eficacia está alrededor del 10%, si hemos encontrado algo, la probabilidad aumenta bastante, pero nunca llega al 100%; no hay que dar falsas esperanzas”.

Además, según Vieito, el deber de un oncólogo también es dejarles claro que deben valorar los pros y contras de participar en un ensayo clínico: “Hay familias que recorren miles de kilómetros para estar aquí. Por eso se insiste en que tienen que valorar no solo el riesgo de que el tratamiento no les funcione o el riesgo de toxicidades, si no que, funcione o no, les vamos a robar horas y días para estar con los suyos y disfrutar de la vida”.

Un déficit de ayudas públicas

En Europa, el acceso a nuevos medicamentos durante sus primeras fases de desarrollo es muy desigual. Según los estudios presentados por el Congreso Virtual de la Sociedad Europea de Oncología Médica 2020, el gasto sanitario que cada país dedica a la investigación oncológica es diferente: Austria, Alemania y Suiza son los que más invierten; República Checa, Letonia y Polonia son los últimos del ranking. Según Vieito: “Hay un déficit de ayudas públicas para la investigación clínica básica. Los últimos avances contra el cáncer han surgido gracias a este tipo de investigación. Si no hay inversión, perderemos fuelle para desarrollar nuevos fármacos”.

Las palabras que pronunció en octubre Diana Morant, ministra de Ciencia e Innovación, arrojan cierta esperanza: el Gobierno destinará más de 500 millones de euros para la investigación de vanguardia, enfocada en avanzar en la medicina de precisión, incluida dentro de los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE): “No nos podemos quedar solo en la investigación científica, tenemos que producir también en España estas terapias”, precisó Morant.

Vieito reconoce que su trabajo tiene una parte buena y otra amarga. Confiesa que no hay nada más gratificante que encontrar un tratamiento que funcione para uno de sus pacientes. “Aunque no sea en la mayoría de los casos, ver que a un paciente un fármaco le va bien es algo excepcional. Soy su responsable, me encargo de administrarles la medicación que necesitan, de escucharlos, de atenderles en consulta. Es una relación muy especial. La parte mala es cuando te das cuenta de que para alguno de ellos ya es demasiado tarde”. Ese es el reto de la medicina de precisión: avanzar en la investigación para conseguir tratamientos individualizados con menos efectos secundarios y más probabilidades de éxito para que haya muchas más historias como la de Begoña.

Un compromiso firme con la investigación

La apuesta por la innovación, la transferencia de conocimiento y el descubrimiento de nuevos tratamientos y soluciones para los pacientes son los principales objetivos de Fundación La Caixa en el ámbito de la salud y la medicina. 

Desde hace tres décadas, la Fundación La Caixa ha permitido el impulso de proyectos innovadores en la rama de la biomedicina, colaborando activamente con hospitales, centros y universidades de España y Portugal. Desde su programa CaixaResearch, la Fundación ha participado en 630 proyectos y solo en 2020 invirtió en ellos 66 millones de euros. 

Su proyecto más innovador es el de CaixaResearch Institute, una iniciativa enfocada a distintos ámbitos de la salud humana. Se trata de un hub científico que potenciará la actividad investigadora promovida por la entidad, buscando sinergias con cuatro laboratorios de investigación: el Instituto de Salud Global de  Barcelona (ISGlobal), el Instituto de Investigación del Side (IrsiCaixa), el Instituto de Oncología de la Vall d’Hebron (VHIO) y el Barcelona Beta Brain Research (BBRC). 

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