El peso de llevar consigo un apellido famoso no supone un problema para Marina Carmona (Madrid, 28 años). Tanto su sangre como la de su hermana Lucía son producto de la fusión perfecta entre dos raíces distintas, las de Antonio Carmona y Mariola Orellana, que combinan el don flamenco y el trabajo duro. “Tengo la cabeza fría de mi madre y el arte de mi padre”, declara la madrileña, que dará un concierto el 2 de diciembre en la Sala Vesta de Madrid y ya ha presentado su tercera canción, Sin equipaje, tras volver de estudiar en Miami (Estados Unidos). La joven llega sola al lugar de la entrevista, enfundada en una chaqueta roja demasiado fina para una tarde fría de octubre, a juzgar por cómo se abraza a sí misma, y luciendo una larga melena. Confiesa que salir del país supuso para ella un punto de inflexión. “Vivir allí fue un proceso de cambio donde murió una Marina y nació otra”, asegura, comparándose a sí misma con la figura metafórica de la mariposa, como la que lleva tatuada en uno de sus costados. “Creo que todas vivimos una metamorfosis desde que somos un ovillo hasta que despegamos con nuestras propias alas. Y de repente empiezas a ver cosas maravillosas”.
Criarse en el seno de una familia con tanta tradición ha ayudado a la hija mayor de los Carmona a encontrarse a sí misma e impulsar su carrera. “La música ha estado toda la vida en mi casa y he vivido millones de juergas bajo mi habitación, pero de pequeña no sabía que acabaría dedicándome a esto”, confiesa. Cuenta que se ha apoyado en la sabiduría de su linaje para trabajar junto a ellos tanto dentro como fuera del estudio, y así colaborar con grandes artistas como C Tangana y Lin Cortés. No reniega de la influencia flamenca, pero tampoco de tocar otros géneros. De momento se define como una “chica de pop”. “Lo que intento ahora es que se vea que el flamenco forma parte de mí y que lo tengo en mi garganta, cante lo que cante”, afirma, con un brillo especial en sus ojos cada vez que menciona sus raíces. “Mi familia me mete caña, sobre todo mi madre”, confiesa. Marina Carmona asegura que es de ella quien ha aprendido a ser tan “hormiguita”, lo que le ha llevado a estar nominada a un premio de la cadena Radiolé. El primero de tantos, y por el que está tremendamente agradecida: “Ni siquiera sé si lo merezco todavía”, confiesa entre risas, consciente de que su camino solo acaba de empezar.
Lo que sí tiene claro la nieta del guitarrista flamenco Juan Habichuela es que lo suyo es cantar al amor, a pesar de que “últimamente” lo tiene “un poquito atravesado”, aunque prefiere bromear y achacarlo a la posición de Mercurio retrógrado que a otro tipo de razones. Se define como una chica tradicional en lo que respecta a encontrar pareja. “Vivimos en una generación en la que el amor se está volviendo una cosa muy, muy fría. Yo, por ejemplo, no soy una chica de Tinder. Aunque esas plataformas ahora mismo nos dan facilidades, yo soy de la antigua”, relata. “A mí me encanta el romance, un hombre conquistador, los valientes, y yo creo que están”, defiende, “lo que pasa es que hay que tener el radar bien ubicado”, algo que considera que no es tan sencillo. A pesar de su entrega al amor en el ámbito de la música, la madrileña cree que se la tacha erróneamente de ser “demasiado dulce”. “Hay muchas opiniones distintas sobre mí. Otros dicen que parezco borde al principio, y se llevan la impresión que no es. La realidad es que tiendo a ser muy sufrida”, confiesa. Como ella misma asegura, es “un corazón con patas”. Se describe como una persona transparente, pero con un gran mundo interior. “Debería de ser un poquito más cañera a veces y menos buena, pero lo saco cantando”, asevera Carmona, que utiliza sus canciones como “puerta de escape”.
La música es su forma de expresarse, como para tantos otros artistas. Es tan importante en su vida que, si hubiera podido, habría llevado su pasión al siguiente nivel. “Si no hubiera estudiado educación, me habría encantado hacer musicoterapia. Es un lenguaje universal y la mejor manera de conectarnos”, declara. “Yo te sé explicar mejor cómo estoy a través de una canción que contándotelo”, dice, reafirmando que son sus propios sentimientos los que plasma en los trabajos que publica. Unos sentimientos que muchas veces se han visto resentidos por las consecuencias de vivir en un entorno rodeado por mil ojos que la juzgan y que opinan sin conocerla personalmente.
“Siempre he intentado huir de la prensa del corazón”, asevera con decisión, recordando algunas de sus propias experiencias. “Tuve un momento de trauma una vez, cuando mis padres tuvieron una pequeña crisis de pareja sin importancia, pero que terminó saliendo en todas partes. De repente no podía ni encender la televisión, porque aparecían en todos lados. Hablaban de ellos hasta en el cole. La prensa estuvo en mi casa, yo tenía 17 años y para mí fue una situación muy rara”, rememora disgustada. “En ese momento intenté cuidar de mi hermana de Lucía, porque era más pequeña, pero yo llegué a sentir un poco de vértigo, sobre todo porque la gente decía cosas que no eran verdad”. La cantante recuerda también el momento en el que, hace unos años, su padre fue operado por una infección en los ganglios de la garganta por la que su vida corrió peligro. “Yo agradezco muchísimo a la prensa que haya estado ahí, en el hospital, pero estábamos en un momento tan extraño que también nos resultó muy incómodo. Pero bueno, forma parte de ser un personaje público”, asume.
Desde las redes, Carmona también asegura que la gente “mete el dedo en la llaga y hace daño”. Su principal preocupación es su familia, aunque confiesa que hay personas que dicen cosas “tan fuertes” de ella que a veces le gustaría que la conocieran un poco más a fondo para evadir prejuicios. Defiende ser alguien que intenta proyectar una imagen “lo más natural posible”, algo que ha conseguido durante la conversación, tras la que llega a ofrecer amablemente a la entrevistadora una cerveza y una charla informal en el futuro.
Source link