Europeísta militante, Mário Centeno (Olhão, 55 años) tiene ese don portugués que le permite gestionar cargos con la eficacia con la que se desenvuelve entre varios idiomas. Doctorado en Economía del Trabajo en la Universidad de Harvard, presidió entre 2017 y 2020 el Eurogrupo y fue el ministro de Finanzas que logró un superávit presupuestario en 2019 para un Gobierno socialista apuntalado por comunistas y Bloco de Esquerda. La prensa internacional le bautizó como el Ronaldo de las finanzas. Desde julio de 2020 es gobernador del Banco de Portugal.
Pregunta. 2021 no fue como se esperaba. El virus siguió condicionando la economía y la sociedad. ¿Qué espera para 2022?
Respuesta. No debemos estar tan desilusionados con 2021. Aunque no conseguimos proteger la economía de forma total a pesar de la vacunación, en Portugal alcanzamos los niveles de empleo anteriores a la pandemia y la recuperación de los sectores no afectados por ella. En nuestras previsiones para Portugal en 2022, el gran dinamismo viene de los sectores que todavía no han logrado recuperarse, como el turismo, los servicios, la restauración y la hostelería, que tienen que ser apoyados hasta que podamos eliminar todos los impactos de la pandemia. No podemos penalizarlos en nombre de una crisis que no es estructural.
P. El turismo ayudó en la crisis anterior, ahora agrandó la debacle. ¿Debe Portugal ampliar el modelo económico?
R. No considero que el turismo tenga un peso excesivo. En Portugal ha habido una inversión fuerte en la mejora de su calidad. Hoy ya no es solo playa, tenemos campo, ciudades, gastronomía y cultura, es una inversión productiva muy racional que el país no debe marginar, pero debemos mantener la tendencia de diversificación. El peso de las exportaciones y de la inversión en el PIB de Portugal creció un 7% en los últimos cinco años, mientras que el consumo privado y público cayó dos puntos porcentuales. Si continuamos esta tendencia, estamos haciendo lo que es importante para una economía pequeña, abierta e integrada en la zona euro. La gran transformación económica y financiera de Portugal en los últimos años ha sido la reducción de la deuda pública en 16 puntos porcentuales del PIB, el doble de la zona euro, y la reducción de la deuda privada de familias y empresas en 80 puntos porcentuales del PIB desde 2014 a 2019. Portugal hoy se financia con tasas de interés más bajas que España, algo inimaginable hace tres años.
P. ¿Los fondos europeos pueden ayudar a esa diversificación?
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R. El futuro dependerá mucho del éxito en la transición climática y digital y ahí, los fondos europeos son cruciales. Si en esta coyuntura entendemos lo que significa para Europa tener fondos financiados con deuda común, que pensábamos que nunca sería emitida en la Comisión Europea, para mí es el mayor momento de integración europea después del euro. Conseguimos aprobar antes de la crisis el primer instrumento presupuestario para la zona euro, que fue muy útil luego en la negociación política en contexto pandémico para definir los fondos de la Next Generation y las actuaciones sobre la deuda. Esos mecanismos financieros permiten al país enfrentar los desafíos de transformación climática, que va a condicionar nuestro futuro. El éxito tiene consecuencias nacionales, pero también para Europa.
P. ¿Teme el regreso de los halcones a la política europea?
R. 2020 fue el primer momento en que las políticas monetarias y presupuestarias en Europa actuaron de forma coordinada. Y como la crisis no era estructural, tampoco hubo recelos de riesgo moral, que siempre existen en Europa de que unos se comportan bien y otros no tan bien. Felizmente, conseguimos unirnos, al contrario de 2008 y 2011. Esto también crea un ambiente distinto en los debates en el Banco Central Europeo de reconocimiento de Europa como un todo. En 2021 dimos un papel relevante a la cuestión climática y la financiación verde en la estrategia de política monetaria. El BCE no puede estar ausente de ese debate. Es previsible que las energías fósiles tengan un aumento de precio que luego se estabilizará, pero también que esas energías sean sustituidas por nuevas tecnologías que promoverán un efecto contrario en la estructura de precios. El BCE tiene que saber leer estas transiciones y mantener una actitud poco guerrera y de halcón frente a las necesidades de la economía europea.
P. ¿No debe subir tipos con esta inflación? ¿Cuánto tiempo se puede considerar temporal?
R. El BCE se debe autolimitar menos en sus actuaciones de lo que algunas lecturas simples pueden anticipar. Hemos definido un objetivo de inflación del 2%, que permite que se pueda superar mientras en el horizonte a dos años esté en el 2%. Es la situación actual. Puede que este aumento no sea tan temporal, como tampoco la crisis, lo que dificulta la definición de lo que es temporal si lo medimos en trimestres o anualidades. Pero, desde el punto de vista de la política monetaria esto está resuelto porque tiene un horizonte marcado. Si la inflación en dos años está por debajo del 2%, no tenemos por qué reaccionar de forma anticipada a ese aumento. Lo que no quiere decir que no deseemos una normalización de la política monetaria, garantizar que se han creado las condiciones para que los programas de la compra de activos puedan reducir sus estímulos y que en una fase siguiente haya aumentos de tasas de interés. Las tasas próximas a cero no son cómodas ni para la política monetaria ni para el funcionamiento de la economía, desde que garanticemos la estabilidad financiera.
P. ¿Le preocupa más para el proyecto europeo la inestabilidad política de algunos países con fuerzas antisistema que las perturbaciones económicas?
R. Es una pregunta que se hace a los europeístas desde hace años. En 2016 se nos planteaba por el avance de partidos populistas en Francia y Holanda, donde finalmente ganaron opciones europeístas y volvió a ser así en Italia.
P. Tuvimos el Brexit.
R. El Brexit ha reforzado la noción de la importancia de trabajar en conjunto para los 27 que quedaron. La comunión de intereses se hizo más fuerte y ha vencido, elección tras elección, en todos los países. Un ejemplo es el nuevo Parlamento de Alemania. La forma en que Europa reaccionó a esta crisis ha reforzado nuestro europeísmo. En el Eurobarómetro por primera vez en una crisis el euro no ha perdido popularidad, más de un 75% de europeos lo consideran positivo. Durante la crisis soberana era menos del 60%. Tiene que ver con el hecho de que las instituciones europeas estuvieron a la altura de los desafíos, al contrario de otros momentos.
P. El sector financiero portugués viene de una drástica reestructuración. ¿Ya no le quita el sueño?¿Han perdido soberanía financiera?
R. Con el euro, el sistema financiero fue de las áreas que más rápidamente se integró en Europa, de tal manera que se perdió la noción de los riesgos. Las empresas comenzaron a tener acceso a crédito con tasas de interés más bajas y el sistema financiero no consiguió lidiar bien con la acumulación de riesgos. Hoy el sistema está más capitalizado y con nivel de riesgo más bajo. En este momento la tasa de Non Perfoming Loans (NPL, préstamos dudosos) está cerca del 4%. Esto quiere decir que el sistema está más robusto, pero es un proceso que debemos cuidar. Puede existir aún alguna consolidación del sistema bancario en Portugal. Es evidente que en un sistema financiero muy integrado con una supervisión única del BCE tenemos que prestar atención a la financiación de nuestra economía y si hay una pérdida de soberanía es otra dimensión de las múltiples de este equilibrio. En pandemia se demostró que hemos conseguido mantener los niveles adecuados de financiación de la economía. La presencia de un banco público grande y bien capitalizado [Caixa Geral de Depósitos] es un ancla que no existía en el pasado. La integración europea ha traído instituciones, por ejemplo, españolas, que tienen una presencia significativa y que están integradas en este objetivo de financiación de la economía.
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