El anuncio del BCE y el rifirrafe cruzado con Trump se produjeron en el encuentro anual de debate de la institución, en la localidad de Sintra, vecina a Lisboa. El fin declarado es aupar la inflación hacia su objetivo oficial, fijado en 2003: que es en el entorno, pero por debajo, del 2%.
Draghi se mostró convencido de que, en el inmediato futuro, el riesgo deflacionario (aunque no usó esa terrible expresión, sino la de “inflación demasiado baja”), y con él, el estancamiento, seguirá acechando.
De hecho, el pronóstico del aumento de precios a cinco años visto capotó el martes a un fatal récord: será, dentro de un quinquenio, del 1,1%, según las cifras que manejan los banqueros centrales y que no salen de encuestas, sino de aquellos que se juegan el dinero en las condiciones medias incorporadas a los contratos swap: estos prevén pagos diferidos, por lo que incluyen el deterioro de la capacidad adquisitiva a causa del aumento de precios augurado. Es el mayor mercado del mundo.
Mario Draghi just announced more stimulus could come, which immediately dropped the Euro against the Dollar, making it unfairly easier for them to compete against the USA. They have been getting away with this for years, along with China and others.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) June 18, 2019
El razonamiento del BCE parte de que los riesgos ya han sido graves en 2018. Draghi señaló los desfavorables “factores geopolíticos”, al “creciente riesgo de proteccionismo” y a “las vulnerabilidades de los mercados emergentes”. Ninguno de esos nubarrones se ha “disipado”, certificó. Con lo que abrió la veda a inminentes medidas de expansión monetaria.
No solo la abrió, sino que además se apoyó en la propia historia reciente para acumular fuerzas en esta posible reedición de un paquete de estímulos: “Al igual que nuestro marco de políticas ha evolucionado para afrontar nuevos desafíos, puede hacerlo de nuevo”, razonó. Y avanzó que en las próximas semanas el consejo del BCE “deliberará sobre cómo adaptar nuestros instrumentos a la severidad del riesgo contra la estabilidad de precios”.
¿Cuáles? Simplemente, todos. Draghi se refirió en concreto a nuevos recortes de los tipos de interés (supondría ahondar en terreno negativo), a medidas que mitiguen los efectos colaterales desfavorables de los mismos y al programa estrella de la expansión cuantitativa, la compra de activos públicos y empresariales.
El presidente de EE UU, Donald Trump, replicó las palabras del presidente del BCE: “Mario Draghi acaba de anunciar que podría aumentar los estímulos, lo que inmediatamente ha hecho caer al euro frente al dólar, haciendo que sea injustamente más fácil para ellos competir contra EE UU”, escribió el mandatario en su cuenta de Twitter. “Se han estado saliendo con la suya en este aspecto durante años, junto a China y otros”, añadió.
El discurso de Draghi también tuvo un impacto en el rendimiento del bono español con vencimiento a 10 años, que caía hasta un nuevo mínimo histórico del 0,443% desde el 0,523% del comienzo de la sesión.
Entre los banqueros centrales, académicos y economistas reunidos en Sintra, las críticas al mensaje de Trump proliferaron. Unos lo interpretaban como una “nueva presión” sobre la reunión que este miércoles debe mantener la cúpula de la Reserva Federal. A la que, por cierto, paradójicamente, Trump siempre le ha pedido —a veces con malos modales, irrespetuosos con la independencia de su banco central— medidas que favorecieran la ya recalentada economía norteamericana, como las bajadas de tipos.
Otros detectaban un preanuncio de que el mandatario “endurecerá su posición antieuropea” cuando culmine este verano su discusión arancelaria con China.
En todo caso, Trump criticó a Draghi por adelantar para la eurozona lo que él desea que haga Jerome Powell para EE UU. Podría haber hallado carburante para su destemplada reacción en otro pasaje del discurso del italiano.
Aquel en que comparaba la gran apertura comercial del área euro (51% del PIB) con el relativo aislacionismo norteamericano (27%): “Eso significa que el impacto de los tipos negativos sobre la inflación o las condiciones financieras a través del tipo de cambio es más potente”. Atención: aludió al tipo de cambio (la bestia negra, interpretable como un deseo de desleal depreciación competitiva); y no lo hizo con un término despectivo, sino más bien favorable o, al menos, neutral: “Potente”.
Pero claro, quizá esa radiografía era una asignatura demasiado sofisticada para que la afrontase el actual inquilino de la Casa Blanca. Así que propinó al italiano una ráfaga de tuits. De este tenor: “¡Los mercados europeos suben por los comentarios (injustos respecto a EE UU) hechos hoy por Mario D.!”. “¡El Dax alemán sube por los comentarios sobre los estímulos de Mario Draghi. Muy injusto con EE UU!”. O “los funcionarios del BCE ven el recorte de tipos como herramienta esencial de cualquier nuevo estímulo”.
Draghi no se amilanó ante estos ataques singulares. En un debate, por la tarde, con otros banqueros centrales, rechazó las insinuaciones sobre una supuesta manipulación de los tipos de cambio en beneficio de la zona euro. “Nuestro mandato es la estabilidad de los precios (…), no tenemos objetivo de tipo de cambio”, explicó. Reafirmó su predisposición a nuevos estímulos. Y precisó que estos no se plantean “si las cosas continúan así”, sino por algo más exigente: “En ausencia de progresos” que nos alejen de la deflación. Cuestión de grado y de intensidad: pero cuestión al fin y al cabo.
No contento con ello, reiteró que la revisión es aplicable a “todos los instrumentos disponibles”, sean bajadas de tipos de interés o incrementos de los programas de compras. Eso sí —precisó por dos veces—: “No apuntamos al tipo de cambio”. Nada de proteccionismos europeos (devaluaciones, depreciaciones) contra el proteccionismo trumpista.
Salió en tromba, en su apoyo y contra Trump, el veterano exvicepresidente de la Reserva Federal Stanley Fischer: “Si este hombre consigue un segundo mandato, convertirá a EE UU en un país tercermundista”, alertó.
Un legado expansivo frente a la guerrilla de los ‘halcones’
A punto de cumplir los ocho años de presidente —en octubre—, Mario Draghi lanzó el martes su testamento en favor de una política monetaria expansiva futura que se inspire en sus dos mandatos.
Porque ha sido efectiva, sostuvo, gracias a los nuevos instrumentos desplegados, para salvar la crisis del euro y pautar la recuperación posterior.
Lo hizo con una elegante pero inequívoca regañina a los halcones, representados en la sala por el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, su probable sucesor si Berlín no logra imponer para la Comisión a su eurodiputado Manfred Weber.
Draghi reivindicó el programa OMT de compra de bonos a los vulnerables lanzado en 2012 en aplicación de sus famosas palabras (“Haré todo lo que sea necesario para salvar al euro”). No fue siquiera necesario ejecutarlo para evitar el desplome a Italia y España.
Pero “algunos lo cuestionaron”, recordó el banquero central “incluso por la vía legal”. Se refería a que el representante del Bundesbank obstaculizó ese programa desde el consejo del BCE, y luego apoyó el recurso a los tribunales que plantearon otros actores.
El Tribunal de Justicia de la UE validó el programa. Y así contribuyó a ensanchar el escaso instrumental del que disponía Fráncfort, limitado al manejo de los tipos de interés y a las rondas de liquidez bancaria.
El mismo tribunal validó recientemente la expansión cuantitativa, también cuestionada en Alemania. Lo que “no solo afirmó que el programa de compra de activos era un instrumento legal de la política monetaria” (susceptible de multiplicarse ahora), sino que reconoció al BCE la “flexibilidad incorporada a nuestro mandato” en el Tratado, sentenció.