Marion Cotillard: “Soy actriz porque quiero comprender al ser humano”

Marion Cotillard recibe el premio Donostia de manos de Penélope Cruz durante la gala de inauguración de la 69ª edición del festival de San Sebastián.
Marion Cotillard recibe el premio Donostia de manos de Penélope Cruz durante la gala de inauguración de la 69ª edición del festival de San Sebastián.VINCENT WEST / Reuters

Cuando en 2008 Marion Cotillard (París, 45 años) ganó el Oscar a mejor actriz por La vida en rosa, lo hizo con una espina clavada en el corazón: ella no había cantado los temas de su personaje, Edith Piaf. En la sala de prensa, estatuilla en la mano y delante de periodistas de todo el mundo, cantó Non, je ne regrette rien en un baño de lágrimas. Cotillard ya era popular, había ganado el César por Un largo domingo de noviazgo, y aun así, los productores le negaron esa parte del personaje. La actriz decidió que nunca más le pasaría, como se puede ver ahora en Annette. Pero además, el premio de Hollywood la empoderó, como recordaba en San Sebastián en la rueda de prensa por su premio Donostia, un galardón que festeja su carrera. “El Oscar me abrió las puertas a un cine internacional. Yo crecí viendo muchas películas americanas cuando era joven sin ni siquiera soñar que podría trabajar allí. El premio me brindó acceso directo a esas cineastas”, recordaba. Y de paso le proporcionó un colchón creativo: podría combinar trabajos más populares, como Assassin’s Creed o Aliados, con cine de autor como De óxido y hueso, de Jacques Audiard, o Dos días, una noche, de los hermanos Dardenne con la que, por cierto, obtuvo otra candidatura al Oscar.

El Donostia lo recibió de manos de Penélope Cruz. Juntas trabajaron en Nine, la versión al cine de Rob Marshall del musical, y fue Cotillard quien le entregó el César de Honor a Cruz en 2018. En el escenario del Kursaal, la madrileña dijo de la francesa: “Tienes bondad, verdad y magia”. Sobre su trabajo en La vida en rosa, Cruz contó: “Voló muy alto, vimos a una actriz maravillosamente poseída por el espíritu de una figura legendaria”, ante el rostro de sorpresa de la francesa, que esperaba recibir el Donostia de manos del director del festival. Por eso su discurso fue más frío, y centrado en dar por inaugurado el Zinemaldia.

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En el festival de San Sebastián, la actriz ha recordado sus inicios, que transcurrieron en la televisión: “En aquel tiempo ya sentía que tenía mucha suerte por poder ir a un plató de cine o televisión. Considero que aquellos momentos y la gente con la que coincidí han sido fundamentales en mi desarrollo. Los deseos de una actriz son en realidad los deseos de otros, porque los realizadores se comunican a través de ti, tú proyectas lo que ellos quieren. También tengo recuerdos de la ansiedad que me atravesaba, y aún tengo, sufro, esa presión por estar a la altura de quienes me rodean”. Algunas cosas han mejorado: Cotillard ha podido compaginar vida privada y pública: “Vivimos una época diferente en comparación con los años cincuenta, cuando se fabricaban estrellas a las que se negaba la vida familiar. Hoy en cambio se puede, incluso se celebra y se ensalza que se haga. Para mí, la vida familiar amplifica el deseo de encarnar otros personajes. Cuanto más distinto de mí es el rol que abordo, más satisfacción encuentro en mi trabajo. Hoy disfruto del lujo de elegir, y de decidir si quiero hacer o no un proyecto, y entiendo que es un privilegio que nos separa a los actores de la gente que tiene que trabajar obligatoriamente todos los días”.

“Cuanto más distinto de mí es el rol que abordo, más satisfacción encuentro en mi trabajo

Cotillard es estrella en un país amante de sus estrellas: ella misma estuvo la semana pasada en el funeral de Estado de Jean-Paul Belmondo: “Belmondo formaba parte de la cultura francesa, y su personalidad hacía que el público lo adorase. Por eso era lógico honrarle”. Extendiéndose en la respuesta, encontró una respuesta a ese respeto en Francia al cine. “Francia es un país de cine”; explicó. “Allí nació, y hoy tenemos la suerte de vivir una gran riqueza cinematográfica y el apoyo de o Gobierno. Por otro lado, creo que es necesario cuestionar la cosas en la vida, y ese impulso es muy importante para los franceses en general. Ese cuestionamiento se puede hacer desde el cine, que además lo amplifica. Así que por un lado tenemos que el cine está en el ADN de Francia y por otro nuestro eterno cuestionamiento… Existe una conexión”.

Marion Cotillard, por la tarde, antes de la rueda de prensa del premio Donostia.
Marion Cotillard, por la tarde, antes de la rueda de prensa del premio Donostia.Daniel González / GTRES

Sobre su trabajo, aportó algunos detalles: “Yo admiraba de niña a Greta Garbo, la actriz favorita de mi madre. Y ese femenino/masculino que ella encarnaba me conmovía. Ese equilibrio aún me emociona, y creo que las personas que poseen ese equilibrio son las que nos harán avanzar en el futuro”. Más gente que admiró: “Pues Stéphane Audran [la actriz de El discreto encanto de la burguesía o El festín de Babette] y Peter Sellers. La imaginación es clave para construir personajes. Desarrollar la imaginación de un niño es fundamental, y tuve la suerte de que mis padres apostaran por ello. Soy actriz porque quiero comprender al ser humano. Todavía no lo he logrado. Pero sí sé que el proceso de explorar en mi interior y en otras personalidades acrecienta mi conocimiento“.

Documentales y activismo

La actriz presenta, junto a su premio, el documental Bigger Than Us, en el que participa como productora, y que retrata el mundo del activismo por todo el mundo. Preguntada sobre si esa labor deviene de una cierta responsabilidad social, Cotillard fue más lejos: “No sé si es responsabilidad o más bien necesidad. Ojalá no hubiera que luchar contra el sistema, contra las desigualdades, pero debo hacerlo. Uso el poder que tenemos los personajes públicos para poner el foco en, por ejemplo, esos activistas, o en problemas sociales. De alguna manera devuelves la repercusión mediática que recibes. Me gusta ayudar y apoyar a la gente. Y lo hago feliz. La responsabilidad me llega de otra manera, esa la vivo en el rodaje”. El formato fílmico lo ha decidido su gusto como espectadora: “Siempre me han fascinado los documentales, tanto los activistas como los referidos a artistas. En general, me gusta mucho aprender, y con ellos se aprende mucho”.

Antes de acabar, la actriz abordó una batalla en la que ha participado activamente en Francia: “La subordinación de la mujer, desde hace pocos años, ya no se puede mantener. Nunca se pudo soportar, pero con el MeToo ya ni se mantiene; me congratulo de vivir este momento. Hoy una mujer sabe que puede tener el respaldo de una comunidad de hombres y mujeres. Hoy ya hay acciones que no se toleran. La mujer está logrando una revolución merecida”.


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