Márquez vuelve a ser Márquez en el GP de Las Américas


Marc Márquez volvió a colocarse el sombrero de cowboy, tradición con la que se honra al ganador en el Circuito de las Américas, un trazado repleto y ruidoso este domingo, vivo, como viva se despierta (y anochece) siempre Austin, acompañada del quejido de una guitarra en un bar cualquiera del centro. Bailó el español al son de uno de sus circuitos preferidos. No podía haber mejor escenario para reencontrarse con la victoria. Necesita de aliados este año para ganar. El cuerpo se le agarrota algunos domingos, tan esclavo de ese húmero que se va recuperando como puede, sin apenas descanso, después de tres operaciones, a cada cual más compleja. Y la moto, esa que estuvo todo un año sin sus mimos y sus cuidados, sin sus retoques y su pilotaje, le acompaña solo en ocasiones especiales. En los circuitos más afines. Esos en los que abundan las curvas a la izquierda y cuentan más las frenadas que las aceleraciones, ahí donde echa en falta un mejor agarre de su Honda.

Tras vencer en Sachsenring justo antes de que diera inicio el verano, en pleno junio, no había lugar más propicio para vovler a ganar que Austin, otro trazado levógiro, que también le vio dominar siempre las carreras.

Márquez volvió a aparentar ser el Márquez de siempre. Tercero en la parrilla, bordó la salida y, desde el interior, consiguió ponerse por delante de Fabio Quartararo y de Pecco Bagnaia, los dos hombres que se están jugando el título. No era un movimiento fácil. Esa primera curva de Austin es como una pesadilla. Empinada y muy cerrada. Pero la dibujó a la perfección. Fue, probablemente, la maniobra más exigente en el momento más delicado de su carrera. Porque empezó a trazar las curvas del colorido circuito tejano casi de memoria, y clavó el plan: hacer los tres primeros giros a una velocidad adecuada, no demasiado veloz, y en cuanto cayera el neumático, con el depósito algo más ligero, “empujar a tope”.

Pasadas cinco vueltas logró sacarle siete décimas a Quartararo, que fueron nueve al siguiente giro y se convirtieron en segundo y medio a los siete giros y merced a una vuelta rápida que dejó al pelotón en otra pelea, la del podio, la del Mundial. Y adiós. Si te he visto, no me acuerdo. Porque él este domingo corría solo para él mismo.

Para darse una alegría. Para demostrarse que todavía puede mandar y ganar a su antojo. Para entender, además, que con los pocos cambios que ha experimentado su Honda desde el pasado test en Misano, dos semanas atrás, ya tiene mucho camino ganado. De modo que el futuro se le advierte más divertido, con una moto más competitiva y más amiga, que le acompañe en su recuperación. Y en su regreso en 2022.

Mientras tanto, el campeonato mira a otros dos pilotos. Magníficos ambos. Competitivos. Dulces los dos al manillar. Y así, trazando con finos golpes de muñeca las 20 curvas de este largo trazado, llegó Quartararo a la meta cuatro segundos después que Márquez. A otros cuatro llegó Bagnaia, que no pudo esta vez imponerse al francés, que tendrá su primera bola de partido dentro de tres semanas en Misano. Pero buscó Pecco todos los interiores posibles a lomos de la Ducati para llegar tan cerca de este como fuera posible. Para ello tuvo que hacer una exhibición de ese pilotaje dulce que enamora a los ducatistas, tan poco acostumbrados a ver a uno de los suyos aprovechar la velocidad en plena inclinación. Se las vio con Rins y con Martín. Solo se ahorró el adelantamiento a su compañero de equipo, Jack Miller, a quien empezó a complicársele seguir el ritmo de Martín; por eso, cuando vio que el que seguía de cerca era Pecco, le abrió la puerta.

Fue finalmente cuarto Alex Rins, y quinto Martín, que pagó muy caro un susto con la Desmosedici: perdió el control de la moto, se salió de la pista y se saltó la chicane. Fue penalizado con una vuelta larga, lo que le hizo perder unos tres segundos más y le dejó por detrás de la Suzuki tras una carrera magistral.

Circuito peligroso

Fueron en aquellas últimas vueltas cuando más sufrieron los pilotos, que se quedaron sin armas para asimilar tanto bache como había en esta pista después de más de 15 vueltas límite. Aseguran los pilotos (y los testigos) que el circuito de las barras y las estrellas está lleno de grietas y de baches. Que acusa los movimientos de un subsuelo inestable y muy vivo.

Ofrece el Circuito de las Américas toda una gama de grises. Se van intercalando por sectores. Ahora más claro, ahora más intenso. Desde la distancia, el ojo no percibe la calidad del asfalto, tampoco la existencia de hasta tres tipos de superficies distintas, ni la mal llevada madurez de la pista, que se estrenó con MotoGP en 2013, el año del debut de Márquez, que logró acumular seis triunfos consecutivos y desde entonces solo falló en 2019. Fue uno de los menos alzó la voz este fin de semana, cuando muchos de sus rivales han denunciado la peligrosidad de una pista a la que, aseguran, no volverán si no se asfalta de nuevo para salvar todas esas imperfecciones.

A esa pista impracticable en la que se vivió un accidente múltiple por la mañana, en la carrera de Moto3 -tres pilotos implicados en una caída espantosa, ningún herido; el causante, Deniz Öncü fue sancionado con dos carreras de suspensión- se enfrentaban los pilotos este domingo, una pista larga, con más curvas que ningún otro trazado del Mundial y tan irregular que complica todavía más las frenadas. Cuesta parar la moto. Y mantener un ritmo constante, con vueltas idénticas, como acostumbran los pilotos más finos del momento, como Bagnaia o Quartararo, se antojaba un deseo imposible. Resistir a la carrera ya sería todo un éxito. Y lo hicieron. Ninguno mejor que Márquez.

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