La prehistoriadora Marylène Patou-Mathis (París, 66 años) cuenta que siempre se ha sentido interesada en conocer los orígenes de los humanos, algo que considera fundamental para evitar cometer los mismos errores y así avanzar. Es directora de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas en Francia y conservadora de prehistoria en el Museo Nacional de Historia Natural en París, y ha escrito numerosos libros sobre este periodo. Además, es una de las expertas más reconocidas en neandertales. Cuando se adentraba en estas sociedades, Patou-Mathis observó que a esta especie se le consideraba inferior al Homo sapiens, pero que no era la única discriminación que se hacía sobre la sociedad de esta etapa. En su última obra, presentada en Madrid el pasado jueves, El hombre prehistórico es también una mujer (Lumen), esta especialista denuncia los estereotipos que relegan a la mujer prehistórica a un segundo lugar en la sociedad, otorgando el estatus y las tareas de caza solo a los hombres.
Pregunta. La prehistoria como ciencia apareció en la mitad del siglo XIX, una época en la que había muchos prejuicios sobre la mujer e incluso eran consideradas inferiores a los hombres. ¿Cómo influyó estos prejuicios en las investigaciones?
Respuesta. La prehistoria apareció como disciplina en la Europa occidental del siglo XIX, una sociedad que era patriarcal. Los primeros prehistoriadores, que eran solo hombres, pensaron que en ese periodo ocurría lo mismo que en su sociedad, es decir, que las mujeres eran inferiores a los hombres.
P. No hay evidencias de que el hombre tuviera un mayor estatus que la mujer en la prehistoria.
R. No, no hay pruebas en absoluto. Siempre hemos caído en el prejuicio, en la idea preconcebida de que había diferencias, pero no hay pruebas científicas que lo respalde.
P. En su último libro comenta el rol de la mujer en las religiones mayoritarias, ¿cree que el papel que estas tenían en dichas religiones intervino en la percepción de este género en la prehistoria?
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R. Los prehistoriadores del siglo XIX estaban muy influidos por la religión. Fue difícil pasar del creacionismo al evolucionismo con la teoría de Charles Darwin en 1859. En ese siglo se desarrolla esta ciencia y sobre todo la antropología, que también participó en subestimar a la mujer. En estos estudios, los investigadores escribieron que las mujeres eran inferiores a los hombres. Evidentemente, estaban influidos por dos cosas: la religión y la ciencia. Incluso los investigadores ateos también se apoyaban en el discurso médico y el discurso social, y como su sociedad era patriarcal, también tenían un alegato parecido.
P. ¿Esta influencia continua en la actualidad?
R. En ciertas religiones del mundo vemos que hay muchas dificultades… Cuesta mucho transmitir y que se acepte la idea de la evolución en determinados lugares. Incluso ahora, mis colegas estadounidenses tienen problemas. La influencia de la religión es algo muy potente. Por tanto, en algunos países sí.
P. Ya en la antigüedad, el papel y los derechos que tenía la mujer han ido variando, incluso han perdido espacio público en la sociedad. ¿Ocurrió algo parecido en la prehistoria, un periodo muy alargado en el tiempo?
R. Sí, yo creo que sí. No en todos los lugares, pero había algunas sociedades neolíticas donde ya se muestra que hubo un cambio en el lugar que ocupaban las mujeres. En Occidente, y en Europa en particular, se llega a la visión de los griegos y los romanos a través de ese cambio. Sin embargo, en otras sociedades no ocurrió esto. Para los celtas ellas eran y tenían un papel muy importante y participaban en todas las actividades. No es un rol similar, en absoluto, al de la sociedad griega o romana.
“Los prehistoriadores del siglo XIX estaban muy influidos por la religión”
P. ¿Depende, entonces, de las sociedades?
R. Efectivamente. Eso es lo importante. Hay que darse cuenta de eso. Incluso dentro del Paleolítico y el Neolítico, dos periodos largos, había distintas sociedades, distintas culturas. No se puede cometer el error de pensar que ocurría lo mismo en todas partes.
P. En contra de la idea de que el arte estaba más ligado al hombre, en el Paleolítico llama la atención el gran número de pinturas en la que la mujer era protagonista e incluso artista. ¿Era un reflejo de esta sociedad?
R. En estas representaciones aparecen mucho los animales y poco los humanos. Pero dentro de esas representaciones humanas se representa sobre todo a la mujer: las siluetas, las vulvas e incluso a través de las estatuillas. Durante mucho tiempo se pensó que las estatuillas eran de factura masculina, pero no hay pruebas que lo demuestren. Lo fabricaban hombres, mujeres o ambos. El arte refleja la cosmogonía y el simbolismo de las sociedades prehistóricas y cuando se ve que las representaciones femeninas son importantes, muy importantes incluso, significa que, en esa vida, a la mujer se le consideraba también importante.
P. ¿Qué supuso los cambios económicos y sociales del Neolítico en la relación entre hombres y mujeres?
R. Hay distintas hipótesis. La más interesante para mí es la de que en la sociedad neolítica aparecen los bienes, la producción excedentaria. Antes, cuando eran recolectores, cazadores y nómadas, no se acumulaba nada y no había bienes que se guardaran. La hipótesis que se propone es que las mujeres estaban muy ligadas a la agricultura, además de ocuparse de los niños. La protección de los bienes era tarea de los hombres. Ellos adaptaron ese papel que estaba más ligado a la fuerza y daba prestigio. Ese prestigio hizo que se convirtieran los propietarios de esos bienes. Es entonces cuando se plantea la cuestión de la descendencia: ellas siempre sabían de quién era el hijo, pero el padre no lo sabía porque había clanes grandes. Cuando empiezan a existir unos bienes que hay que guardar y que el hombre quiere transmitírselo solo a sus herederos es cuando empiezan a tomar posesión del cuerpo de la mujer para cerciorarse de que el hijo es de uno. Por ello, se quedan recluidas en las actividades propias de la casa y se les empieza a subordinar.
“Durante mucho tiempo se pensó que las estatuillas eran de factura masculina, pero no hay pruebas que lo demuestren. Lo fabricaban hombres, mujeres o ambos”
P. ¿Cómo influyen las nuevas técnicas de identificación de los cuerpos prehistóricos, como los análisis de proteínas en los esqueletos, en mejorar la visibilización de la mujer?
R. Es muy importante porque se muestra que realmente esas actividades que se decían masculinas o femeninas no han existido, que esas diferencias no han existido siempre, que ha habido periodos en los que la mujer cazaba y guerreaba.
P. En 2020, se conoció el descubrimiento de una joven que vivió hace 8.000 años rodeada de armas de caza, lo que supuso un choque con la idea de que solo los hombres prehistóricos cazaban grandes animales.
R. Ese estudio es interesante porque no solamente es una mujer. Aparte de ese esqueleto se encontraron otros donde se veía que había otros casos de mujeres enterradas con armas de caza. Es posible pues que, en determinadas sociedades prehistóricas, ellas cazaran. Quizá en otras no cazaban, pero hay otras en las que sí.
P. ¿Cree que este descubrimiento ha supuesto algo para cambiar la invisibilización de la mujer?
R. Sí, pero es algo muy reciente como para saberlo. Hacer que la gente cambie de mentalidad es muy difícil y esto acaba de ocurrir, como quien dice.
P. ¿Por qué a pesar de que hay estudios recientes sobre las mujeres como cazadoras en la prehistoria se les sigue asociando a un papel más secundario?
R. Porque creo que incluso ahora, desgraciadamente, es muy difícil cambiar la mentalidad de la gente. Los estereotipos y los arquetipos siguen existiendo, están ahí. Siempre se tiene una visión de que es el hombre quien ha inventado las cosas y ha hecho que la civilización avance, pero no hay pruebas que lo demuestren.
“Es posible pues que, en determinadas sociedades prehistóricas, ellas cazaran”
P. ¿Considera que el estereotipo de hombre como cazador y mujer como recolectora puede modificarse?
R. Hay que cambiarlo porque hay que diversificar. No podemos pensar que en la prehistoria todas las sociedades eran iguales. A lo largo de la historia no es así y probablemente también en la prehistoria habría sociedades donde había más equilibrio entre unos y otros, otros lugares donde el hombre cazaba más u otras donde la mujer era la que más lo hacía. Hay que evitar pensar que todas nuestras sociedades son iguales y que todo era como nuestra sociedad actual.
P. ¿Por qué se le da mayor importancia a la caza que a la recolección?
R. No hay ninguna razón. En muchas sociedades históricas la economía está basada en la recolección. La caza era algo complementario. Se habla de armas como algo muy masculino, como algo muy viril, y siempre parece que es más importante, pero no es una realidad económica.
P. ¿Hay muchos estereotipos en la ciencia?
R. Claro que sí porque la ciencia está impregnada de la sociedad y también la refleja. El investigador tiene su historia propia y la historia de la sociedad en la que vive. No estamos solos una isla, todos tenemos nuestra influencia y esto también nos puede hacer reflexionar. Yo creo que, volviendo al tema de la mujer, si en un momento dado empiezo a plantearme las cuestiones como “por qué nunca hablamos de las mujeres, por qué siempre ponen a hombres en los libros y en las películas” es porque a mi alrededor la sociedad lo hace.
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