Los virus son simplemente “malas noticias envueltas en proteína”, según la célebre definición publicada por los biólogos británicos Jean Shinglewood y Peter Medawar en 1983. Las malas noticias del nuevo coronavirus están grabadas en su genoma: un texto de 30.000 letras —la mitad que El principito de Antoine de Saint-Exupéry— con las instrucciones suficientes para colarse en una célula humana, tomar el mando y fabricar miles de copias de sí mismo. Estas 30.000 letras, que han matado a más de medio millón de personas en seis meses, ya no son las mismas 30.000 letras que salieron de la ciudad china de Wuhan. La variante original del virus ha sido sustituida en prácticamente todo el mundo por otra con una mutación característica.
En la posición 23.403 del genoma, una letra A cambia por una G. La comunidad científica investiga ahora si esta mínima modificación implica una mayor facilidad del virus para transmitirse. En una persona —con un genoma muchísimo mayor, de 3.000 millones de letras— un cambio en una sola letra puede explicar, por ejemplo, el albinismo. O incluso una enfermedad genética letal. Es como si una sola errata cambiase por completo la historia de El principito.
Un equipo liderado por la bióloga estadounidense Bette Korber ha observado que la nueva variante del coronavirus, denominada G614, se ha hecho dominante en la pandemia allá donde se mire. Incluso en las ciudades en las que la anterior cepa estaba ya asentada, cuando llegó la G614 acabó imponiéndose rápidamente. En el laboratorio, los virus sintéticos que imitan la nueva variante se replican mejor en los cultivos de células humanas. En los hospitales, los datos de un millar de pacientes sugieren que la G614 se multiplica más en la garganta que la anterior variante —denominada D614—, aunque la enfermedad no es más grave. Korber, del Laboratorio Nacional de Los Álamos (EE UU), cree que la nueva variante tiene “una ventaja adaptativa”. Si ya eran malas noticias envueltas en proteína, ahora podrían ser peores.
El cambio de letra se encuentra en la región del genoma que contiene las instrucciones para fabricar las proteínas de la espícula del coronavirus, las protuberancias que le dan su inconfundible forma de maza medieval y que además sirven de llave para entrar en las células humanas. Las alarmas han saltado porque muchas de las vacunas experimentales más avanzadas están diseñadas, precisamente, a partir de la espícula del virus detectado en Wuhan al comienzo de la pandemia. Si la proteína muta lo suficiente, las futuras vacunas podrían fallar.
La veterinaria española Laura Carrilero forma parte del grupo de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) que ha analizado para el nuevo estudio los genomas del virus presentes en 999 pacientes de un hospital local. Sus datos sugieren que las personas infectadas con la nueva variante tienen una mayor carga viral. Y otra investigación independiente con 800 pacientes de Washington apunta en la misma dirección. “Parece que la mutación beneficia al virus. Es muy importante mantener una vigilancia de su evolución, sobre todo ahora que se busca una vacuna que sea efectiva”, explica Carrilero.
El biólogo David Pulido Gómez trabaja en la Universidad de Oxford (Reino Unido) en la vacuna experimental más adelantada. “Esta mutación se encuentra fuera de los dominios donde los anticuerpos neutralizarían al virus. En ese sentido no veo problema”, señala el investigador. “Lo que es alarmante es que si los niveles del virus son mucho más altos, se necesitaría que las vacunas generasen mayores niveles de anticuerpos. Y eso puede ser un gran problema”, advierte.
Algunos investigadores son muy escépticos ante la conclusión de que la nueva variante es más infectiva. “Los valores de carga viral son solo ligeramente distintos. El éxito de la mutación bien podría explicarse porque apareció justo cuando el coronavirus estaba empezando a dispersarse por el mundo. Es una explicación alternativa que no implica cambios ni en la virulencia ni en la transmisibilidad”, reflexiona Iñaki Comas, biólogo del CSIC que codirige un proyecto para comparar el genoma del coronavirus en pacientes de hospitales de toda España. “Dudo que el virus necesite mutaciones para hacerse más transmisible si ha campado a sus anchas por todo el mundo”, subraya.
“Dudo que el virus necesite mutaciones para hacerse más transmisible si ha campado a sus anchas por todo el mundo”, opina el biólogo Iñaki Comas
El genetista Fernando González Candelas, codirector del proyecto español, explica que su equipo está rastreando las bases de datos para intentar averiguar cuántas veces ha aparecido la mutación en España y si realmente esos linajes del coronavirus tuvieron más éxito. “La mutación ha aparecido más de una vez, pero solo ha aumentado su frecuencia hasta ser dominante una de ellas”, detalla el investigador, de la fundación valenciana Fisabio.
La actual forma predominante del coronavirus incluye otras tres mutaciones asociadas al cambio de letra en la posición 23.403 del genoma. La primera vez que se detectó esta variante fue el 20 de febrero en Italia. Antes del 1 de marzo, este tipo constituía el 10% del millar de secuencias genéticas analizadas en el mundo. En marzo ya alcanzaba el 67% de los 15.000 genomas estudiados. Y entre el 1 de abril y el 18 de mayo ya representaba casi el 80% de los más de 12.000 virus secuenciados en ese periodo, según los datos del nuevo estudio, publicado en la revista científica Cell. La transición a la variante G614 comenzó en Europa y siguió en Norteamérica, Oceanía y Asia.
La hipótesis del equipo de Bette Korber es que el virus mutado se multiplica más en las células humanas, lo que facilita su transmisión entre las personas, pero faltan pruebas definitivas de que esto sea así. En febrero, Europa era la región con más casos de covid y muchas personas infectadas viajaron entonces a EE UU, que se convirtió en marzo en el país más afectado. “Durante el periodo en el que la G614 se convirtió en la variante dominante en el mundo, el número de introducciones a otros países desde China —donde la variante D614 todavía era dominante— disminuyó, mientras que las de Europa aumentaron. Esto por sí solo podría explicar el aparente éxito de la G614”, argumentan en un comentario independiente en la revista Cell la viróloga Angela Rasmussen, el microbiólogo Nathan Grubaugh y el epidemiólogo William Hanage, de las universidades estadounidenses de Columbia, Yale y Harvard. “Estos datos no demuestran que la variante G614 sea más infecciosa o transmisible que la D614. Quedan muchas preguntas sin responder sobre el impacto potencial de la mutación en la pandemia de covid-19, si es que tiene alguno”, zanjan los tres investigadores.
“Yo me inclino más por pensar que el virus sí ha cambiado su comportamiento luego de la mutación, pero la información aún es inconcluyente”, opina el virólogo colombiano Javier Jaimes, que investiga la espícula del coronavirus en la Universidad de Cornell (EE UU). “Aún hacen falta estudios en donde se pueda demostrar que las personas infectadas con el virus mutado excretan de verdad más partículas virales infecciosas”, señala el experto. El método utilizado por el equipo de Bette Korber —la ya famosa PCR— no es el más adecuado para medir la carga viral, según advierte Jaimes. Además, subraya también faltan estudios para determinar si una persona infectada con el virus mutado realmente lo transmite de forma más eficiente a otras personas. “Habría que seguir los casos y compararlos con otros en los que el virus no esté mutado”, argumenta el virólogo. “La cuestión es tratar de diferenciar entre causalidad y coincidencia”.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aquí a nuestra Newsletter.