“En cuanto empiecen el cole, en dos semanas estamos todos confinados otra vez”, decían vecinos, compañeros de trabajo, madres y padres preocupados en plena desescalada. La apertura de los centros escolares causaba temor. Es comprensible. Afortunadamente, la realidad ha sido que los colegios están resistiendo el envite del coronavirus. Al menos, esa es la lectura, con matices, que hacen los expertos cuando revisan las cifras que el Ministerio de Educación hizo públicas la primera semana de noviembre, en pleno aumento de los contagios en todo el país. El número de aulas en cuarentena era entonces de 6.469, el 1,67% del total del sistema educativo español.
¿Qué hay detrás de ese aparente éxito en contener el virus en un espacio cerrado, lleno de niños y adolescentes que estudian, juegan y hasta comen juntos? ¿Por qué los colegios no se han convertido en el centro de una gigantesca oleada de contagios? “Hay dos grandes razones. La primera es que los niños transmiten menos eficientemente el virus que los adultos”, responde el pediatra y epidemiólogo Quique Bassat, coordinador del grupo de trabajo de la Asociación Española de Pediatría para la reapertura de los colegios. “Los datos que tenemos de los últimos nueve meses sugieren que los niños muy rara vez son los ocasionadores de brotes. En Cataluña, por ejemplo, en un 87% de los casos detectados en las escuelas, los positivos no han dado pie a ningún segundo caso”, añade. El médico afirma que cada vez hay más evidencias que respaldan esta idea, como las que aporta el estudio de la plataforma Kids Corona, en el que participó Bassat, investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona. Los científicos siguieron a más de 2.000 niños este verano en colonias urbanas para concluir que transmiten el virus seis veces menos que los adultos.
El foco del peligro se había centrado en ellos los primeros meses después de la aparición del SARS-CoV-2, y fue una de las razones que extendió el miedo por la vuelta al cole, señalan los expertos. “La lógica nos llevaba a pensar que los niños contagiaban más porque su historia natural es la de infectarse con múltiples virus respiratorios, sobre todo durante los primeros años. Pero, afortunadamente, con este coronavirus no ha ocurrido”, asegura el internista Julián Olalla, presidente del comité científico del I Congreso Nacional COVID19, celebrado en septiembre. “A fecha de hoy se piensa no solo que en ellos es menos grave la infección sino que posiblemente la transmisión sea más ineficaz”.
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Sin embargo, Olalla piensa que este hecho no explica por sí solo la situación actual en los colegios; aunque la población más joven contagie menos, sí que puede transmitir el virus. Para él, el principal motivo por el que no se han disparado los contagios en las secuelas es el protocolo que han puesto en marcha los centros educativos. “Lo que han demostrado los colegios es que es posible la contención del virus incluso en un medio que en principio es adverso y que durante unas horas funciona como una institución cerrada”, dice. Y destaca que el trabajo de la comunidad educativa ha sido esencial: “Se han sentado a redactar sus protocolos covid, a generar circuitos de entrada y salida, a poner mamparas, a establecer distancias… En todos los centros hay una comisión covid, y es lo que está funcionando. Hay que reconocer el trabajo de los profesores que, sin ser sanitarios, han estado al pie del cañón y sin bajas en masa”.
Por qué no hay bajar la guardia
¿Podemos entonces respirar tranquilos y confiar en que, si se siguen cumpliendo las normas, la situación continuará estando controlada en los colegios? La respuesta para expertos como Daniel López Acuña, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, es firme: no. “En sí mismos, los colegios no son un foco de infección, pero sí de amplificación de la transmisión”, advierte. Y argumenta: “En la medida en que tenemos alta incidencia en el entorno los colegios tendrán más brotes y más transmisión porque se reúne gente allí, es un fenómeno así de simple”. De ahí que, aunque las medidas internas de protección sean importantes, “las que reducen la incidencia en el entorno del colegio son igualmente esenciales”.
Haciendo referencia a los datos publicados el 6 de noviembre por el Ministerio de Sanidad, López Acuña recuerda que el tercer ámbito donde se dan más casos de brotes de coronavirus son los centros educativos. En este particular ránking figuró en primer lugar el ámbito social, reuniones de familiares y amigos, donde se contabilizó el 26% de todos los brotes. El segundo puesto fue para los centros sociosanitarios, principalmente las residencias geriátricas, un entorno que supuso el foco del 21% de los brotes. El tercer puesto, con un 12%, lo ocuparon los centros educativos, en los que se incluyen los institutos y las universidades.
“Habría que ver cuántos de esos brotes se dan en centros educativos de enseñanza básica, cuántos en institutos y cuántos en universidades, porque evidentemente hay un problema mayor en universidades y en institutos. Pero no se puede afirmar que en la educación básica no haya brotes”, asegura López Acuña, quien apunta que el origen de muchos de ellos está relacionado con las conductas de chicos y chicas en torno a la asistencia a los centros educativos. “Aunque efectivamente esos centros no están siendo el principal foco de contagio, no hay que subestimarlos. Eso implica seguir con las medidas preventivas a rajatabla e intentar propiciar que no se den los corrillos, las piñas de amigos o el ir y volver al centro en grupo y sin protección”, aconseja.
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Sin quitar la vista de los números, otros expertos añaden una última posible explicación a la relativamente baja incidencia del coronavirus en los colegios: que la probabilidad de que los niños sean asintomáticos es mucho más alta que en los adultos, como apuntan estudios como el publicado en agosto en la revista científica The British Medical Journal, por lo que es posible que no se estén contabilizando todos los casos. Es la opinión de Sergio Alonso, investigador del grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos de la Universitat Politècnica de Catalunya y uno de los autores del informe que evalúa periódicamente la evolución de la epidemia. “De momento, la distribución por edades de la incidencia muestra que los casos en niños (franjas de 0 a 9 y de 10 a 19 años) están siendo ligeramente menos detectados que en adultos. Esto se debe a que suelen ser asintomáticos y, por lo tanto, la posibilidad de que pasen desapercibidos es mayor”, afirma.
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