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Matthew Jackson: “El empleo tiende a depender de los contactos, y eso perpetúa las desigualdades”


Durante una comida a comienzo de los noventa, el economista estadounidense Matthew Jackson conversaba con un amigo sobre qué significa tener poder y cómo se alcanza. Llegaron a la conclusión de que acceder a la información adecuada y a una buena red de contactos eran dos ingredientes fundamentales. Y Jackson (Elmhurst, Illinois, EEUU, 1962) empezó a investigar sobre el papel de las redes en la economía y la sociedad. Este licenciado por la Universidad de Princeton y catedrático en Stanford comenzó a poner entonces sobre el tablero académico evidencias que confirman algunas sospechas ampliamente extendidas, como que entre un tercio y el 100% de los empleos se consiguen a través de algún contacto, es decir, gracias a una red. O que la interconexión de la economía derivada de la globalización limita las probabilidades de guerra, pero a la vez exacerba los riesgos de contagio de las crisis.

La Fundación BBVA reconoció este miércoles su trabajo con el premio Fronteras del Conocimiento, un galardón que en ciertos casos ha sido la antesala del Nobel. Precisamente de uno de los ganadores del premio concedido por la Academia Sueca, el presidente del jurado Eric Maskin, recibió Jackson la noticia este lunes por teléfono, la misma vía que usa para atender a este diario.

Pregunta. El mundo está más conectado que nunca y, sin embargo, hace unos días empezó una guerra de consecuencias inciertas. ¿De verdad las redes desincentivan los conflictos?

Respuesta. Sí, cuando miras cuán entrelazadas están las economías de diferentes países, entonces te das cuenta de que el concepto de redes también sirve a nivel de país. El hecho de que el comercio internacional y las finanzas internacionales fluyan entre Estados significa que podemos ejercer presiones muy fuertes sobre un país, que no necesariamente tienen que involucrar a un ejército. Al menos eso da alguna esperanza de que las sanciones que el mundo está empezando a imponer a Rusia hagan efecto. Ya hemos visto su impacto en sus mercados financieros, y tendrán consecuencias sobre su sistema bancario. Puede ser un arma muy poderosa como alternativa al uso de los ejércitos.

P. ¿Qué otros ejemplos positivos y negativos encuentra?

R. En el lado positivo, si analizas las tasas de pobreza mundial encuentras que se ha reducido drásticamente. Hay muchos países que se han beneficiado enormemente del comercio internacional, y todavía tenemos un largo camino por recorrer en esa dimensión. También creo que tienen el potencial de mejorar la educación. Lo vemos con la educación en línea, que se está extendiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, también vemos que un mundo en red implica que podemos transmitir virus más fácilmente y contagiarnos de impactos económicos de un modo más sencillo. La pandemia no solo ha aumentado nuestra conciencia sobre las enfermedades, sino también sobre cuán interconectadas están nuestras cadenas de suministro y cuán frágiles son algunas de ellas. Y creo que las empresas ya están reflexionando muy detenidamente y preguntándose ¿deberíamos abastecernos de más fuentes? ¿Podemos encontrar proveedores más fiables? Y tratan de tejer cadenas de suministro más sólidas.

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P. Sostiene que en algunos sectores hasta el 100% de los trabajos se encuentran gracias a los contactos. ¿Es el fin de la meritocracia?

R. Una de las razones por las que deberíamos estar tan preocupados por la importancia de las conexiones en los mercados laborales es porque implican que el empleo tiende a estar muy relacionado con los amigos y la familia. Y esas conexiones a menudo están segregadas entre clases económicas y clases sociales. Eso termina traduciéndose en una desigualdad que no solo dura una generación, sino que puede terminar perpetuándose de generación en generación.

P. ¿Y cómo se rompe ese círculo vicioso?

R. Identificar el problema sirve para sugerir diferentes cambios de políticas. Cuando hablamos de desigualdad, mucha gente piensa en subir impuestos a los ricos para dar ese dinero a los pobres, o poner en marcha programas sociales. Pero eso no es una solución estructural. Si los que están en una situación más precaria no tienen conexiones para conseguir trabajo y descubrir cómo pueden educarse mejor, seguiremos teniendo los mismos problemas. Tener esa perspectiva de red sirve para sugerir políticas que los involucren y así brindar información y oportunidades a las personas que no las tienen.

P. ¿El hecho de que nos relacionemos con un círculo restringido de contactos que tiende a tener los mismos intereses y pensar parecido crea burbujas?

R. Sí, por supuesto. Es algo común y generalizado. Todos nos damos cuenta de que eso sucede. Y entendemos la idea de burbujas y cámaras de eco [la tendencia a leer informaciones y opiniones que refuerzan nuestros prejuicios y creencias]. Pero creo que a menudo no nos damos cuenta de cuán grande es el problema y cuán importante es. Casi todas nuestras interacciones con otras personas, y buena parte de la información, las oportunidades o creencias, están moldeadas por la gente y las comunidades que nos rodean. Como economista creo que si queremos entender cómo las personas toman decisiones, tenemos que entender su contexto social.

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