Máxima incertidumbre ante el vacío de poder en Haití

El secretario general de la Presidencia, Lionel Valbrun, sale de la residencia del presidente asesinado, este miércoles.
El secretario general de la Presidencia, Lionel Valbrun, sale de la residencia del presidente asesinado, este miércoles.STRINGER / Reuters

El asesinato del presidente Jovenel Moïse ha sumido a Haití en un vacío de poder y un panorama de máxima incertidumbre. Pese al largo historial de desgracias y turbulencias políticas que atraviesa el país caribeño, el último magnicidio se remonta a 1915, precipitando la primera ocupación estadounidense que duró casi 20 años. Tras la muerte a tiros del presidente Moïse este miércoles en su domicilio, el primer ministro, Claude Joseph, declaró el estado de sitio en el país, otorgando amplios poderes al ejército. Los diferentes escenarios que se abren a partir de ahora van desde un adelanto de las elecciones a un improbable Gobierno de coalición. Todo envuelto en una extrema fragilidad institucional, una espiral de violencia desbocada y la atenta mirada de EE UU. “Todavía no está claro quién liderará Haití”, reconocía este miércoles por la tarde el embajador en Estados Unidos, Bocchit Edmond.

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El Parlamento haitiano lleva desde enero del año pasado parcialmente disuelto a la espera de unas elecciones presidenciales y legislativas convocadas para el próximo 26 de septiembre y a las que no podía presentarse Moïse para su reelección. Unos comicios que habían sido aprobados por la comunidad internacional como la hoja de ruta para dar salida a la enésima crisis haitiana. Tras el magnicidio, la legislación establece la convocatoria en 90 días de unas nuevas elecciones para renovar el Parlamento y la presidencia. Pese a que el plazo sería posterior a la fecha ya prevista, crecen las dudas de que los comicios puedan celebrarse.

“No va a suceder. No hay un padrón ni un Tribunal Electoral capaz de organizar las elecciones”, sostiene Eduardo Gamarra, profesor de la Universidad Internacional de Florida. Consultor durante años de diferentes Gobiernos en Haití, Gamarra describe el panorama del país como una “ausencia total de autoridad y hasta de sociedad civil organizada”. El caos institucional tiene como ejemplo la convivencia en estos momentos de dos primeros ministros. Claude Joseph, quien ejerce el cargo de forma interina desde abril; y Ariel Henry, nombrado por Moïse este lunes, pero que todavía no había asumido el puesto de forma oficial.

La posibilidad de un Gobierno de concertación también parece remota. “Los partidos políticos no existen como tal en Haití. Hay más bien dos frentes”, añade el politólogo Gamarra. Por un lado el PHTK, de centro derecha, al que pertenece Moïse. Y por otro, la corriente vinculada a la izquierda de presidentes históricos como Jean-Bertrand Aristide, derrocado hasta en dos ocasiones con la colaboración de EE UU. En esta corriente se enmarca uno de los principales opositores, Jean-Charles Moïse, cercano al chavismo. El petróleo venezolano ha estado durante años sosteniendo la precaria economía haitiana hasta la ruptura reciente del presidente asesinado para acercarse más a EE UU.

Grupos paramilitares

La oposición ha sido acusada de estar detrás de los tumultos callejeros e incluso de las bandas criminales que asolan el país. Un informe del Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos (CARDH) sostiene que en Haití existe “una hegemonía del crimen”. Solo en junio, más de 150 personas fueron asesinadas —entre ellas 30 policías— y otras 200 fueron secuestradas en la zona metropolitana de Puerto Príncipe. “El país está asediado por bandas armadas que siembran el terror, asesinatos, secuestros, violaciones (…) Puerto Príncipe está sitiado en el sur, el norte y el este”, apunta la organización en un documento revelado este martes.

“Son bandas asociadas el tráfico de drogas, al secuestro e incluso a poderes fácticos como los empresarios para los que funcionan como grupos paramilitares”, añade Gamarra. El grupo de las familias más poderosas de Haití también formaban parte de los enemigos de Moïse. Como los Vorve, dueños de la electricidad del país y a quienes apartó del jugoso negocio energético. Durante los últimos meses, el presidente había acusado a estos grupos empresariales de estar detrás de los intentos de golpe de Estado y magnicidio.

En la ola de inestabilidad que azota al país, se incluyen también unas recientes declaraciones de Jimmy Barbecue Cherizier, un expolicía que lidera una de las bandas violentas más poderosas de Puerto Príncipe, empoderada ante el auge de la industria de los secuestros y el tráfico de armas y droga. A través de las redes sociales, Cherizier anunció una “insurrección de los pobres” contra el Gobierno y las élites del país.

“El auge de las bandas criminales coincide con la salida de la ONU del país. El escenario más probable es un regreso de una nueva misión internacional, dado que EE UU no parece dispuesto a hacerlo”, apunta Gamarra sobre la salida en 2017 de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) tras 13 años en el país. La Minustah fue puesta en marcha en 2004 con el fin de apoyar a Haití después del movimiento armado que derrocó por segunda vez a Aristide, y reforzada para ayudar al país a recuperarse tras el terremoto de 2010.

La posición oficial de EE UU ha sido hasta ahora de cautela. El presidente Joe Biden condenó este miércoles por la mañana el atentado. Por la tarde, la policía haitiana anunció que cuatro sospechosos habían muerto en un enfrentamiento con las autoridades en Puerto Príncipe, mientras que otros dos habían sido detenidos. Durante las primeras horas tras el atentado, una serie de vídeos circularon por las redes sociales donde aparecían los supuestos atacantes identificándose como miembros de la agencia estadounidense antidrogas (DEA). Las especulaciones han sido tajantemente rechazadas tanto por el Departamento de Estado estadounidense como por el propio embajador de Haití en EE UU.


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