La arenga del capitán de la Selección Francesa, Kylian Mbappé, para que los jóvenes salgan a votar en las legislativas del 30 de junio y 7 de julio, anticipadas por el actual presidente de la V República Francesa, Emmanuel Macron, tiene un sentido político urgencia ante el abultado calendario político y deportivo que depara a París con rumbo a los Juegos Olímpicos que se inauguran el 26 de julio, en las orillas del río Sena.
Mbappé -como los 184 atletas que han firmado hoy una carta de aviso en las páginas del diario deportivo L’Equipe contra el avance de la ultraderechista Agrupación Nacional, de Marine Le Pen, en las euroelecciones del pasado 9 de junio- sabe de lo que habla.
En las últimas intermedias, de 2022, el 70% de los jóvenes se abstuvo de asistir a las urnas, en una clara muestra de apatía sobre lo que sucede en el turbulento ambiente político francés, que se enfrenta a un caso inédito desde la creación de V República, en 1958: la cohabitación en la cima del poder con un partido ultraconservador, que contraviene a las costumbres de libertad, respeto a las minorías y reconocimiento de la multiculturalidad de la Francia actual.
Semejante remolino justo un mes antes de que París reciba por tercera vez la flama olímpica que representa la fraternidad y la igualdad entre los países concursantes: libertad de ideología, de credo, de preferencia sexual, de cuerpo y espíritu.
La tradición emanada de la Revolución se encuentra, otra vez, en aprietos justo 235 años después de aquel año emblemático, 1789, que cambió -hasta la fecha- el mapa político europeo, y cuyo festejo tuvo mucho que ver para que la capital francesa fuera elegida como sede de los olímpicos de este 2024 por el Comité Olímpico Internacional.
En París 2024, por primera vez en la historia del olimpismo, competirán el mismo número de mujeres que de hombres en un programa cargado de equidad y que, a su vez, corresponde la historia de las mujeres por la igualdad de oportunidades entre géneros. Las organizaciones feministas han traído a la discusión internacional el recuerdo de Flora Tristán (1803-1844), una de las más fervientes combatientes en defensa de los derechos de las mujeres en la Francia posrrevolucionaria y de quien en noviembre se cumplen 180 años de su muerte.
En 1837, Tristán publicó un libro emblemático, Peregrinaciones de una paria, en el que sostuvo que hasta entonces la mujer no había contado “para nada” en las sociedades humanas: el cura, el legislador, el filósofo, la han tratado como una verdadera paria; ha sido excluida de la iglesia, de la ley y de la vida social.
Dice el historiador inglés, Richard J. Evans, que Tristán se convirtió en la voz contante de la clase obrera francesa a la que criticaba su falta de unión: “Aislados son débiles y caen agobiados bajo el peso de toda clase de mentiras. Salgan de su aislamiento: ¡Únanse! La Unión hace la fuerza. !Tienen a su favor el número, y el número significa mucho!”
Tristán -cuenta Evans- se convirtió en una molestia por el hecho de que se atreviera a desafiar la supremacía masculina “mediante el pronunciamiento de su enérgica independencia”. También, desde luego, por su defensa de la crianza colectiva de los hijos. Fue de ferviente defensora del derecho de las mujeres al voto, al trabajo y a la educación.
La emancipación masculina estaba estrechamente ligada a la emancipación de las mujeres; al final -sostuvo- unas y otros alcanzarán juntos el triunfo. Si se eliminaban las desigualdades entre mujeres y hombre habría salario igual por trabajo igual. “En todos los oficios en los que se requiere de destreza y agilidad de dedos, las mujeres hacen en doble de tareas que los hombres”.
Flora murió antes de saber que sus ideas políticas (y hoy deportivas; entre muchos campos del trabajo, la diplomacia y la administración empresarial) encontrarían su cauce en la convulsa Francia de mitad del siglo XIX. La influencia de Saint-Simon en las ideas francesas arrojaría al glosario de la economía política términos en boga en estos días.
El editor y obrero Pierre Leroux introdujo al vocabulario parisino el término “socialismo”, como intento de mejora y “solidaridad” (vocablo inventada por él) entre los trabajadores de la incipiente Revolución Industrial francesa. Cuenta Evans, en La lucha por el poder , Europa 1815- 1914, que la efervescencia política generó además una palabra que cambiaría durante muchas décadas (hasta hoy) las relaciones sociales y laborales.
El abogado y periodista Etienne Cabet arrojó a la discusión el término “comunismo”, en el que se planteaba una nueva identidad y emancipación del ser humano en general. Y en ese término, desde luego, se incluía a las mujeres.
Fue en esa Francia, en la que la influencia de Charles Fourier se dejó caer con todo su peso.
Para él, “la extensión de los privilegios a las mujeres constituye el principio general de todo progreso social”. Según su punto de vista, el matrimonio era para ellas una suerte de “esclavitud conyugal”. Por eso, las mujeres debían tener derechos plenamente iguales a los de los hombres y debían ser libres de casarse y divorciarse (a Flora se lo impidió la ley) cuando ellas quisieran. Fue Fourier quien acunó el término “feminismo”. El ideólogo y excajero de banco Prosper Enfantin fue uno de los primeros en sufrir el embate del establishment al ser condenado por su defensa “de la rehabilitación de la carne”.
Cuando París realizó sus primeros Juegos Olímpicos en 1900, solamente participaron 22 mujeres (contra 975 hombres). La británica Charlotte Cooper, en el tenis, la primera campeona olímpica. En 1924 -la penúltima sede olímpica parisina- compitieron 136 mujeres, pero el número de varones aumentó a 2 mil 956. La esperada igualdad entre ellas y ellos se dará, por fin, desde el 26 de julio: 5 mil 250 por cada rama.
Antes del encendido del pebetero olímpico, los franceses tendrán que hacer una revisión de su historia posrevolucionaria que hizo posible, entre otras cosas, que el parisino Pierre de Coubertin (1863-1937) restableciera -gracias a una profunda reforma educativa- las Magnas Justas en Atenas. El olimpismo -dijo- no es una ideología sino un estado de ánimo; un signo de esperanza, de paz y de libertad.
No hay fiesta humana que refleje más la diversidad y la igualdad de la especie que la olímpica. Tres semanas antes del inicio de los Juegos, Francia habrá confirmado o negado el espíritu de su Revolución y del Movimiento Olímpico ante una amenaza que se riega por todo Occidente: el miedo al otro.
Mbappé ha dado la cara por la multiculturalidad que hizo revolucionaria a la Francia campeona mundial de futbol en 1998 y 2018: esa en la que por ser distintos sus atletas eran iguales…
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